Sustituir el coche por la bicicleta para ir al trabajo es una acción que cada vez realizan más vigueses. Compartir asfalto con coches, camiones y motos está a la orden del día en la ciudad y todos los usuarios esperan con anhelo la apertura el próximo año del carril bici desde Samil hasta Teis, que rebajará sensiblemente el peligro en las calles. Entre los nuevos ciclistas destacan ejecutivos, funcionarios y hasta religiosas. Es el caso de Mamen Álvarez, profesora del colegio Miralba (Jesuitinas), que en las últimas semanas se ha propuesto dejar su vehículo particular en casa para llegar al centro en su velocípedo. "Quiero contribuir a cuidar el medio ambiente mientras hago ejercicio", apunta la docente, que poco a poco se ha acostumbrado a las maniobras bruscas de algunos conductores. "Las primeras veces salía con miedo y en algunas ocasiones tuve que subirme a la acera porque tenía sensación de peligro, pero por suerte todavía no he tenido ningún susto y espero que siga siendo así", apostilla.

Ahora, tras varias jornadas pedaleando, su integración con el tráfico rodado es casi total. "Vas comprobando que la población tiene mayor sensibilidad con los ciclistas, aunque de vez en cuando aparece alguien que no respeta la distancia de seguridad y pasa muy cerca", asegura Álvarez, que espera servir de ejemplo para sus alumnos. "El testimonio de los profesores es muy importante y yo quiero llamar su atención y hacerles ver que existe un método de transporte saludable, que no contamina y que es económico", añade.

El centro ha desarrollado en los últimos años varias actividades para promover el uso de la bicicleta. El curso pasado organizó una jornada de seguridad vial con sus alumnos de Primaria y este verano ha dado un paso más con la instalación de un aparcamiento exclusivo para velocípedos. "Es importante ver cómo el colegio hace una apuesta tan decidida acotando un espacio", explica la profesora, que aboga porque el siguiente cambio llegue en los edificios. "Igual que existen garajes para coches ojalá los empiecen a hacer para bicis".

Aunque de joven fue una ferviente motera, la docente dejó las dos ruedas a un lado hace bastantes años. Ahora convive con otras religiosas que aplauden su iniciativa. "Tienen miedo por si me pasa algo en la carretera, pero me apoyan fervientemente", destaca.