Un cambio fortuito de ubicación un minuto antes del hundimiento acabó con Sara Fernández y varios amigos en el fondo de la dársena del Náutico durante los conciertos de O Marisquiño. Esta joven a punto de cumplir los 15 años ingresó en el Hospital Povisa con los dos pies fracturados y pasó de verse de fiesta en pandilla a encontrarse postrada en la cama de un hospital y obligada a desplazarse en silla de ruedas teniendo además que cancelar su participación en su primer desfile en Madrid. "Me han roto mis ilusiones y truncado dos años de trabajo", valoraba ayer a la salida de una revisión con el traumatólogo. Le quedan varios meses con prótesis y sin poder apoyar ninguno de los dos pies y es consciente de que tiene por delante hasta un año para poder subirse de nuevo a sus adorados tacones. Por ahora, la carrera como modelo que empezaba a despegar fuera de Galicia tendrá que seguir esperando.

Aunque el motivo por el que ha cambiado de idea y por primera vez accede a contar su historia es bien distinto. Sus padres se han visto obligados a avanzar hasta el día de ayer 1.100 euros en el alquiler de una silla de ruedas eléctrica, las prótesis, inyecciones y medicación y reclaman a las administraciones implicadas en el accidente que den la cara y asuman responsabilidades. "Nosotros podemos afrontarlo, pero pienso en esos padres que no puedan hacerlo y en lugar de prótesis tengan que conformarse con un yeso y me parece injusto. Esto tiene que saberse. Alguien tiene que hacerse responsable lguien tiene que hacerse responsable sin esperar meses o años a que la justicia dictamine", expresa con dolor la madre de Sara, que explica que el seguro de la organización cubría la atención básica "pero no los gastos adicionales que acarrean las intervenciones". Su hija es la que tiene un pronóstico más complicado y necesitará más tiempo de recuperación. "Nos han pedido que guardemos las facturas que luego nos devuelven todo. ¿Pero cuándo será ese luego? Nadie nos facilita información", se lamenta esta empresaria preocupada además por el estado anímico de la joven.

Después de dos años de formación en la agencia Small Big Models y de trabajar en varios catálogos y desfiles a nivel autonómico, Sara iba a participar en pasarela en Madrid. "El accidente me supone renunciar a mi ilusión. Nadie sabe cuándo podré recuperar la movilidad", reconoce la joven visiblemente afectada. Al margen de su situación profesional, como muchas otras víctimas se enfrenta a situaciones de pánico y reconoce que no puede pisar por encima de un paseo de maderano puede pisar por encima de un paseo de madera. "Soy incapaz, supongo que con el tiempo se me pasará, pero es muy reciente", explica mientras recuerda los fatídicos primeros minutos en los que quedó atrapada en la dársena bajo una nevera de un puesto de bebidas y sintió cómo una de sus amigas caía también encima de ella. "Si la marea estuviera alta, hoy podría ser una desgracia"Si la marea estuviera alta, hoy podría ser una desgracia, asume intentando ver el lado positivo de lo ocurrido.

Lleva una semana de clase en 4º de la ESO y por ahora apenas sale de casa. "No me gusta la silla y me preocupaba volver a clase, pero tengo que hacerlo", relata arropada por sus amigos, que la visitan en casa y que nada más abandonar el hospital le organizaron un desfile sorpresa en Samil para animarla. "Hay momentos de bajón, pero sé que en realidad fuimos todos muy afortunados esa noche de O Marisquiño", explica mientras recuerda que se ubicaron en el tramo de madera hundido "apenas un minuto antes del accidente. Vimos un hueco y decidimos adelantarnos. Luego el caos", recuerda.

La joven agradece que sus padres puedan ayudarla y proporcionarle los cuidados que los médicos recomiendan para acelerar la recuperación. Pero piensa en quienes no pueden permitírselo. Hasta ahora superan los mil euros en gastos. Ya han puesto denuncia en Comisaría, pero tardarán meses en recuperar los recursos y ella en poder retomar sus estudios como modelo.