La madrugada del 25 de mayo de 2015 Vigo se convirtió en noticia nacional tras ser escenario de una anomalía política de dimensiones históricas. Cuando el bipartidismo se rompía en añicos por el empuje de las llamadas fuerzas emergentes -Podemos y sus confluencias y Ciudadanos-; cuando la posibilidad de una mayoría absoluta se veía como una quimera, solamente posible en pequeños municipios; cuando buena parte de los sesudos analistas habían anticipado que los votantes -hastiados de la casta política, por cierto un término ya demodé- castigarían a sus gobernantes para insuflar aire fresco a las instituciones... Cuando todo eso iba a pasar, Abel Caballero. Ese registro histórico le convertía en el regidor de una gran ciudad más votado, y como efecto colateral en líder de todos los alcaldes de España como presidente de la Femp.

Han pasado más de tres años y cerca de 2.000 días. En política -todavía más hoy que cambia cada minuto y la ciudadanía reacciona a golpe de tuit- eso es todo un mundo. Pero, en el caso de Vigo, el estado de cosas apenas ha variado.

Tras la tregua estival -alterada en Vigo por el accidente en O Marisquiño-, los partidos ya han encendido sus motores y aceleran con vistas a la contienda electoral del 26 de mayo. Toda su estrategia, sus decisiones y sus movimientos se enfocan hacia esa fecha. Y eso ya se percibe con claridad en el ambiente político. Huele a urnas y la cuenta atrás ha comenzado. Aunque en no todas partes se siente por igual.

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En Vigo, la situación se mantiene inmersa en una sorprendente -o quizá no tanto si se escarba un poco en el porqué- anomalía: la oposición sigue sin desvelar los candidatos que opondrán a Caballero, quien ve cómo sigue corriendo el reloj y en el ring electoral no se persona nadie. Las sillas están vacías. El aserto de Giulio Andreotti, "el poder desgasta pero desgasta más no tenerlo", podría arrojar luz sobre lo que está pasando. A falta de próximos -quizá inminentes- movimientos, anuncios y confirmaciones, la situación está hoy así.

Caballero redobla su apuesta

En su ya conocida querencia hacia a las hipérboles, el alcalde se muestra "segurísimo" de que el apoyo ciudadano lejos de menguar aumenta día a día. Tanto es así que aspira a hacer el más difícil todavía y rubricar su cuarto mandato destrozando el registro de 2015. Imponiendo -a sí mismo y a su equipo- un reto de casi imposible cumplimiento, predice que superará el listón de los 17 ediles. Su visión se apoya en lo que dice que le transmiten los vecinos, en la oleada de obras que inaugurará en los próximos meses y en la convicción de que los vigueses sabrán valorar su "incondicional defensa" de la ciudad por encima de siglas -incluidas las del PSOE- o Gobiernos.

Caballero cree que la identificación entre el proyecto transversal que él lidera y el sentir de la ciudadanía es "total, absoluto, algo difícil de entender desde fuera; pero basta con dar un paseo por las calles para constatarlo".

Haber colocado a David Regades al frente de Zona Franca le permite disponer de otra inyección de fondos para emprender proyectos estratégicos hasta ahora bloqueados o complejos por su inversión millonaria (Panificadora, Etea, Balaídos, llegada de Ikea...). Zona Franca se ha sumado a la Diputación que preside Carmela Silva como aliado clave. Y aún falta por ver si el Gobierno amigo. Si es que el Gobierno socialista dura, claro.

Los sondeos conocidos hasta ahora -y otros que manejan algunos partidos privadamente- dan por hecho que repetirá con una holgada mayoría en Praza do Rei. A la vista de esos datos da la impresión de que en Vigo no hay partido. Caballero es de largo el político más valorado, su gestión recibe la aprobación general -incluso con notable- y sus posibles contrincantes se mantienen confinados en la marginalidad. En esa suerte de invulnerabilidad ni los continuos choques con la Xunta -en especial con Núñez Feijóo, blanco preferido de sus ataques-, ni sus sonoras diferencias con Carlos Mouriño, presidente del Celta, ni siquiera el accidente en O Marisquiño -cuyo origen ya es materia de investigación judicial- parecen haber dañado su posición privilegiada. Al menos, él está convencido de ello: "Segurísimo".

Más allá de una victoria cantada por casi todos, será interesante conocer quiénes le acompañarán en esta cuarta travesía. Tras doce años de gobierno, se da por hecho que se acompañará por un puñado de caras nuevas. Con Regades fuera y la posibilidad de que Silva repita en la Diputación, Caballero tendrá que reforzar su gobierno con perfiles solventes. Además, su intención es continuar al frente de la Femp, un cargo que hace extenuante una agenda de trabajo que se dispone a redimensionar.

Por lo demás, su teima por sumar más de 17 ediles en una corporación de 27 le sitúa en una extraña situación. Porque si finalmente no los consigue, ¿sería una decepción?

Muñoz espera la fumata blanca

El Partido Popular debería tener candidato desde hace tiempo. La elección de Elena Muñoz como presidenta local, tras batir al exconselleiro Javier Guerra en unas primarias más reñidas de lo esperado, y su liderazgo al frente del grupo municipal la convierten en la aspirante virtual. Aunque su designación oficial todavía no se ha producido, mañana se reúne la junta local para activar su proclamación.

El presidente del PP provincial, Alfonso Rueda, acaba de anunciar que la alcaldesa de Mos. Resulta llamativo que se haya oficializado un nombre que se daba por supuesto en un municipio de 15.000 habitantes y se mantuviese el silencio sobre el de otro de casi 300.000. Muñoz proclamó en enero que sería "un honor" encabezar de nuevo la lista, pero ocho meses después nadie de la dirección gallega o provincial ha abierto la boca para confirmarla.

En cualquier caso, Muñoz ha tenido más de tres años para interiorizar el formidable desafío que tiene ante sí. El PP obtuvo en mayo de 2015 los peores resultados de su historia con casi 29.000 votos y 7 concejales. En cuatro años perdió casi la mitad de los apoyos y los ediles conseguidos por Corina Porro.

Pero en su intento por ponerle las pilas al partido y recuperar la confianza de los votantes, aún tiene que salvar algún escollo en su propia casa. Porque la vía de agua que significó la pugna con Javier Guerra por el liderazgo del partido no parece estar sellada.

Precisamente antes de verano Alberto Núñez Feijóo intervino directamente en la crisis al participar en un encuentro con Guerra, Muñoz y Carlos Mantilla, un histórico del PP vigués, para cerrar la fractura y devolver al exconselleiro al redil. La reunión culminó en un sonoro fracaso. La ruptura es inevitable. Nada que hacer.

Si en 2015 Muñoz pudo explicar su pésimo resultado por la forma abrupta en que se había producido su aterrizaje en la política local, con apenas margen para darse a conocer entre los ciudadanos y sin llevar las riendas del partido, hoy esa coartada carece de sentido. Ella es la que manda.

Ahora está por ver si la estrategia de oposición dura y sin concesiones que impuso desde el minuto 1 contra Caballero -al que llegó a calificar como "el peor alcalde de la historia de Vigo" y al que le ha pedido la dimisión al grito de "mentiroso"- será eficaz para recuperar los miles de votos perdidos, o para ser precisos, captados precisamente por su principal adversario.

El siniestro de O Marisquiño, con cientos de heridos, se ha convertido en su último ariete -antes fueron el Área Metropolitana, la crisis con el Celta o las investigaciones judiciales- en busca de un desgaste electoral. En ese intento de culpabilizarlo directa y exclusivamente de un accidente de consecuencias milagrosas está teniendo la colaboración del propio Feijóo, quien el viernes retrató a Caballero como "un ejemplo de arrogancia, demagogia y mentira".

Muñoz cuenta, empero, con una presión suplementaria. Rueda necesita un buen resultado. Recobrar el mando de la Diputación requiere crecer, y mucho, en Vigo. En caso contrario, el presidente de los populares de Pontevedra debería dar no pocas explicaciones del doble fiasco, pese a que siempre podrá alegar que Muñoz fue una apuesta personal de su jefe, Núñez Feijóo. Al margen de quién sea el mentor de la candidata, caer de nuevo en Vigo con estrépito y, en consecuencia, perder la Diputación serían una losa difícil de levantar para Rueda en una eventual aspiración a suceder al líder de la Xunta. Si esque Feijóo no cambia de nuevo de opinión y se vuelve a presentar.

Marea no tiene prisa

El caso de Marea es de una complejidad digna de una tesis doctoral. En 2015 se presentó como una alianza de Esquerda Unida y Anova, con Rubén Pérez al frente. Pese a que Podemos decidió por orden de su militancia quedarse al margen de la contienda, el experimento les salió relativamente bien, con tres concejales y 16.000 papeletas.

Desde entonces la trayectoria de Marea ha sido más que irregular por debilidades propias: solo se ha significado por sus críticas a Caballero, por una oposición en la que con frecuencia ha coincidido con los postulados del PP, por la dificultad para formular un discurso propio y por un aislamiento físico y emocional respecto a lo que ocurría en otros municipios dirigidos por su propio partido.

Pero también por circunstancias. Las permanentes liortas entre su líder gallego, Luis Villares, y los alcaldes del cambio -Martiño Noriega en Santiago, Xulio Ferreiro en A Coruña y Jorge Fernández en Ferrol- no han ayudado precisamente -bastante tienen con salvar sus sillones- a consolidar una imagen de unidad. Marea se ha instalado en la permanente marejada.

Además, Podemos-Galicia, la otra gran pata del proyecto, guarda un sospechoso silencio sobre Vigo. En su momento, desde la formación morada se advirtió de que resultaría difícil de vender a sus votantes que un partido profundamente feminista presentase en las ciudades gallegas a solo hombres. Aunque asumió que en Santiago, Coruña y Ferrol iban a repetir los regidores, la posibilidad de que en Vigo, Pontevedra o Ourense el cabeza de cartel sea una mujer está abierta. En caso contrario, ¿cómo justificarlo? Y si finalmente este criterio se impone, Rubén Pérez, que ni se postula ni se descarta, quedaría relegado.

En cualquier caso Marea de Vigo asegura no tener prisa. El calendario no le aprieta. Dan por hecho que esta vez Podemos sí se sumará al proyecto y dicen manejar sus propios ritmos. Así, este mes constituirán cuatro grupos de trabajo; en diciembre fijarán los integrantes de la coalición -a la que se sumaría también Equo- y más tarde primarias abiertas, de las que teóricamente saldría el alcaldable. Descartan anticipar plazos y recuerdan que 2015 se anunció la lista con apenas dos meses de anticipación.

Pero eso fue hace tres años, cuando el objetivo era irrumpir en la corporación. Habrá que ver si la misma estrategia es válida ahora que se trata de crecer. Jugárselo toda al valor de la marca, cuando su cotización ha bajado, y despreciar el tirón del candidato, en unas elecciones tan personalistas como las municipales, constituyen una doble apuesta de indudable riesgo.

El BNG busca y busca contrarreloj

El Bloque compendia los problemas que están sufriendo los partidos para encontrar candidatos. Su ausencia de la corporación, tras dos décadas y gran parte del tiempo en el gobierno, situó a la formación en la irrelevancia, a un paso de su desaparición. En 2015 se quedó en 6.800 votos, apenas una cuarta parte de los cosechados en 2007. El resultado fue demoledor para quienes llegaron a dirigir la Alcaldía con Lois Pérez Castrillo.

La irrupción de Ana Pontón al frente del BNG insufló oxígeno a unas siglas que atravesaban sus peores horas. Sin embargo, esa recuperación en el ámbito autonómico apenas se ha notado en el vigués. El Bloque lleva tres años prácticamente desaparecido, sin un discurso reconocible, sin una estrategia visible y sin un liderazgo apreciable. La elección del sindicalista Serafín Otero no supuso un revulsivo y el partido ha estado missing.

Que desde junio se sepa que Francisco Jorquera será su candidato por A Coruña y Goretti Sanmartín por Santiago, mientras en Vigo todavía se siguen dando vueltas a los nombres resume sus dificultades. Que durante meses la figura del exrector Salustiano Mato o la eurodiputada Ana Miranda hayan surgido como alternativas y que ellos lo hayan rechazado sistemáticamente tampoco deja en buen lugar al futuro aspirante. Sus adversarios siempre podrán argüir que el Bloque ha elegido a un candidato por autodescarte de otros. "Tenemos banquillo y estamos barajando opciones", se comenta desde el BNG, como si lo que importase es tener un banquillo y no un capitán con liderazgo sobre sus compañeros y ascendencia sobre los ciudadanos.

Serafín Otero ha dicho que no repetirá y que a finales de esta semana se conocerá su sustituto. Además ha enfatizado que la lista será de renovación, en una curiosa admisión de que las personas elegidas hace solo tres años ya están quemadas. Curioso que esa carbonización se haya producido sin tocar un pelo del poder.

En realidad solo asistimos a una enmienda a la totalidad del error cometido en 2015. Habrá que ver si el BNG recupera algo del terreno perdido/regalado. En esta titánica tarea de arrebatar apoyos a Marea y a Caballero, el acierto en el candidato -o candidata, porque el Bloque nunca ha estado encabezado por una mujer- podría ser clave.

El fantasma de Ciudadanos

El caso de Ciudadanos es es el más fácil de explicar y el más difícil de entender. Ciudadanos no existe en Vigo. Así de sencillo. En estos tres años no ha dado señales de vida. Nada se sabe de ellos. Ni una posición política relevante. Ni un pronunciamento sobre cuestiones capitales. Ni ruedas de prensa. Ni correos. Ni faxes. Ni redes sociales. Nada. El vacío. El silencio. En 2015 obtuvieron casi 4.500 papeletas, un 3,3% de los votantes, un chasco para el partido de Albert Rivera, que dice aspirar a La Moncloa.

Desde entonces Ciudadanos ha devenido en Vigo en una suerte de formación fantasmagórica. Apenas alcanzó algo de protagonismo cuando circuló el bulo de que Javier Guerra estaría dispuesto a pasarse con armas y bagajes a las filas naranjas para supuestamente liderarlo. La conjetura se ha quedado en serpiente de primavera. Guerra no parece dispuesto a fajarse con Caballero, como ya dejó claro cuando optó al liderazgo del PP vigués. Presidente, sí; candidato, ni de coña.

Ciudadanos tiene puesto el foco en la alta política nacional/nacionalista. Lo local tendrá que esperar. Laureano Bermejo, su secretario de Organización en Galicia, admite que aún no están pensando en candidatos. "Estamos centrados en la implantación del partido en zonas como Nigrán, Baiona o Porriño y en escuchar a los vecinos para elaborar los programas", expone. Por lo visto, para Ciudadanos es más importante poner los cimientos en municipios, con todos los respetos, de 12.000 vecinos que dar señales de vida en otro de 300.000. Ya se sabe que las prioridades van por barrios y a los de C´s el barrio de Vigo les pilla un poco lejos.

Análisis elaborado con informaciones aportadas por A. Méndez