Santísimo Cristo de la Sal, nuestro Santo Cristo de la Victoria, aquí estamos de nuevo ante ti en esta tarde tan calurosa que tus devotos hemos desafiado para acompañarte por las calles de nuestra Ciudad. Tú eres el pan que nos alimenta y el agua que sacia nuestra sed, como le dijiste un día a la samaritana del Evangelio. En ti están puestos nuestros corazones que buscan con ansia sostenida la felicidad, una felicidad que solo podremos alcanzar guiados de tu mano, abriendo nuestras vidas al prójimo que nos necesita.

El Papa Francisco nos dice con su voz libre y profética que los que creemos en ti estamos en primer lugar llamados a amar a los hermanos como tú los amaste, con corazón generoso y comprometido. En este tiempo de tantos cambios el Papa nos dice que los cristianos no podemos protegernos del mundo con nuestros rezos, sino que nuestra misión es abrirnos a esa realidad que cambia e impulsarla desde dentro con nuestra vida que desde su humildad y sencillez ha de irradiar luz y esperanza a todo lo que nace y se consolida.

Hay un mundo nuevo que está naciendo dentro de nuestros hogares, en todos los rincones de nuestra geografía, en una ciudad tan innovadora como la nuestra, en los lugares más cercanos y lejanos de nuestro planeta, en ese mundo nuevo que está brotando como una primavera en flor hay muchas personas sufriendo con enfermedades duras e incurables, hay muchas personas solas y abandonadas, hay muchos ancianos tristes mirando en largos días para una pared como único horizonte del mañana, hay muchos jóvenes rotos que han acelerado demasiado en curvas peligrosas, hay muchos niños que no han podido ver la luz maravillosa de la vida de la que nos creemos dueños y guardianes avaros.

En este mundo que cambia sin cesar hay también mucha esperanza que alumbrar. Ahí tenemos que estar los devotos del Santísimo Cristo ayudando, como la madre que va a dar a luz, a que lo que está para nacer no se malogre y se consolide. La misión del creyente es implicarse a fondo y activamente en la realidad de nuestro mundo y abandonar de una vez tanta lamentación estéril y demagógica.

Por eso los devotos del Santísimo Cristo pedimos hoy por el Papa Francisco y por toda la Iglesia para que siempre sea Nuestro Señor Jesucristo y su Evangelio el referente esencial e irrenunciable de la vida de los cristianos que han de ser siempre luz y sal de la tierra.

También pedimos valor y compromiso para nuestros gobernantes, cuya misión es absolutamente insustituible para el recto ordenamiento de la vida humana, como ya nos dejaron dicho para siempre Platón y Aristóteles. Santísimo Cristo ilumina especialmente en este tiempo a nuestros Autoridades y dales fuerza y vocación para su elevada misión.

Te encomendamos a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a nuestros seminaristas y a los laicos que han decidido entregarse especialmente al Señor para que tengan la palabra adecuada y el testimonio creíble para anunciar la Buena Nueva del Evangelio.

Encomendamos a tu protección, Santísimo Cristo de la Victoria, las familias de tus devotos y a todos los hogares de esta tu Ciudad.

Hoy queremos decirte, Santísimo Cristo, que tengas paciencia con cada uno de nosotros. Sabemos que sin tu misericordia nada se sostiene adecuadamente. Danos tu misericordia y concédenos el gozo de poder tener la experiencia íntima de tu amor incondicional.

El papa Francisco nos dice que el perdón es el signo más visible del amor del Padre, que Jesús ha querido revelar a lo largo de toda su vida. No existe, nos dice, página del Evangelio que pueda ser sustraída a este imperativo del amor que llega hasta el perdón.

Santísimo Cristo, concédenos el gozo de tu misericordia y de tu perdón. Ayúdanos a ser apóstoles de tu misericordia en un mundo como el nuestro que necesita misericordia y reconciliación.

Santísimo Cristo de la Victoria de Vigo bendícenos a todos y danos tu perdón.