Ultimando el encendido de los cirios y a la espera del inicio de la procesión para quitarse los zapatos, María José, Gloria, María, Clemencia y Teresa no disimulan su inalterable nexo con el Cristo de la Victoria. Y es que para estas amigas, se trata de una cita incondicional. "Solo no vendríamos a la procesión por una causa de fuerza mayor. Es que no se contempla; es más, si un año no vengo todo lo malo que me pase será por culpa de no venir", confiesa María. Reconocen, como muchos consagrados a esta talla, sus "milagros" así como su fidelidad a las promesas realizadas. "Al Cristo no se le puede fallar", admiitían estas viguesas.

Junto a ellas son miles los devotos, creyentes o simplemente fieles al Santo que un año más no faltaron a su cita con la procesión más multitudinaria de Galicia. Siempre hay una promesa que cumplir o una ofrenda que realizar. Es el caso de Eugenio, quien junto a sus familiares, acudieron un año más a las puertas de la Concatedral para ser testigos mudos del recorrido del Santo por las calles de la ciudad. "Mañana empieza mi tratamiento contra el cáncer, no podría ser en un mejor momento, tras visitar al Cristo de la Victoria", reconoce este vecino de Vigo.

Sus familiares al igual que él, confiesan no ser muy practicantes pero admiten que su acervo con el Santo es innegable. "Lo dirá todo el mundo, pero realmente el Cristo de la Victoria es especial, no podemos dejar de venir y darle las gracias por todo", afirman al unísono.

Casi una hora antes del inicio de la procesión, eran cientos los devotos que comenzaban a realizar el recorrido por su cuenta, muchos de ellos repetían después y muchos otros también lo realizaban descalzos. "Son ofrendas que hay que cumplir. Yo lo llevo haciendo toda la vida", admite una viguesa.

Con ella se encontraba su familia y amigos, una de las cuales se estrenaba en la procesión. Está joven y su marido narraban haberse casado en la Concatedral, por lo que para ellos tiene un gran simbolismo la salida del Cristo de su interior. "Nos casamos aquí y queremos mantener esta unión con la promesa de venir al Cristo todos los años", reconocen estos vigueses.

Y es que aunque esta festividad es un sentimiento intrínseco en los vigueses, son muchos los fieles que se acercaron desde varias provincias o localidades como Redondela, Ourense o Monforte de Lemos. Y no solo para procesionar escoltando la talla del Santo, sino también para ser partícipe de la Novena. "Yo ya avisé al cura de mi parroquia de que esta semana no iría porque tenía que venir a la novena del Cristo de la Victoria", admitía una mujer a la entrada de la Iglesia de Santa María.

Fervor generacional

Otra característica cada vez más arraigada a la procesión es la unidad familiar y fervor generacional que la rodea. Es el caso de la familia Rodríguez, donde todos sus miembros al completo esperaban minutos antes del inicio de la misma. "Estamos todos juntos porque nos gustaría que los niños mantuvieran esta tradición. Venimos todos los año y nos gustaría mantenerla", asentían.

Idéntica situación es la de Amparo, Begoña, Joaquín, Victoria y Ana, quien a pesar de contar con una escayola y tener que acudir en silla de ruedas no faltó a su encuentro con el Santísimo. "Venir es casi una obligación, hicimos ofrendas y tenemos que responder por ellas", reconocía esta familia.