Noe Pérez cuenta entusiasmada cómo los participantes en las excursiones organizadas por el camping "alucinan" al presenciar el cielo de Cíes plagado de estrellas. Esta guía Starlight diseña las rutas de manera "muy didáctica, evitando que sean un tostón", dice, consciente de que entre el público hay muchos niños y que la inmensa mayoría de los turistas buscan entretenerse, no recibir una clase magistral de astronomía. Asegura, además, que no hacen faltan carísimos telescópios ni tampoco situarse en atalayas como el mirador del Faro. "Nuestros recorridos duran unos 45 minutos. Salimos sobre la doce de la noche y nos paramos en el puente que une las dos islas, en el Lago dos Nenos. Es allí donde con un puntero láser hago la explicación navegando por las constelaciones. Y la gente queda encantada", afirma.

Sobre todo si concurren las circunstancias idóneas como un cielo sin nubosidad. "Así ocurrió la semana pasada, una de las noches que había tanta gente que hicimos dos rutas", apunta esta moañesa de 31 años. Lo recuerda bien porque presenciaron uno de esos fenómenos de difícil explicación con los que muchas veces sorprende el firmamento. "Vimos una enorme bola roja pasando junto a la Osa Mayor. Fue solo un flash, pero una escena impresionante", relata todavía impactada por la visión.