La pesadilla de las gaviotas y palomas de la ciudad se llama Gabriel. A sus 23 años, este joven cetrero se dedica a mantener a raya a las aves que sobrevuelan a diario las lonjas del Puerto en busca de pescado y también trabaja en los aeropuertos de Peinador y Lavacolla, donde ahuyenta a los pájaros para que no afecten a las aeronaves durante el despegue y aterrizaje.

Gabriel Pérez es uno de los cuatro trabajadores de la empresa de cetrería Alfi. Su pasión por las aves comenzó como la de tantos otros, con los documentales del popular ambientalista Félix Rodríguez de la Fuente. Ahora ha visto cumplido su sueño, ya que sus días los comparte con águilas Harrys, cuyo plumaje es pardo oscuro y rojizo y el final de la cola blanco; y con halcones, de alas finas y muy veloces, llegando a alcanzar velocidades de hasta 360 kilómetros por hora.

"Llegué a trabajar en esto a raíz de un grupo de Whatsapp de amantes de los animales en el que me metió un amigo. Él es cetrero y como se fue una persona de su empresa me llamó, me formé y aquí estoy", cuenta. Pérez matiza que para su profesión no es necesario formación previa ni un grado universitario. Hasta que comenzó a trabajar en plantilla, estuvo cuatro meses formándose en el puerto y en contacto con las aves.

Antes de ser cetrero solo conocía de cerca algunas aves exóticas como las ninfas, cotorras y guacamayos de algunos conocidos. "Desde el minuto uno ya me puse el guante y empecé a coger las águilas, fue una sensación increíble. El trabajo en el aeropuerto requiere más preparación, porque se manejan halcones, que son muy potentes, y además hay vidas que dependen de ti", explica.

Su rutina diaria comienza muy temprano, habitualmente en la lonja del puerto sobre las 5.00 de la madrugada. "Doy vueltas entre la lonja de altura y de bajura con la Harrys continuamente durante siete horas, para que cuando los barcos descarguen el pescado evitar que defequen sobre el producto o que directamente lo roben", relata.

Pérez asegura que a veces ni hace falta que el águila vuele para ahuyentar a las gaviotas, sino que asegura que en ocasiones con solo llevarla en el puño los demás pájaros se alejan.

"A las Harrys como son de bajo vuelo las dejo libres y adonde voy me siguen. Lo más importante es estar preparado para esta tarea y con buen fondo, ya que mi cuentapasos me registra caminatas de hasta 30 kilómetros diarios", dice.

Su trabajo en el aeropuerto tiene unos horarios similares pero supone dificultades añadidas, porque las aves son de altanería, llamadas así por la altura que alcanzan en sus vuelos.

"Los halcones alcanzan alturas de 300 metros o más y hacen círculos sobre mí. Con la ayuda de un señuelo, un cuero con forma de paloma con un cordel, damos pasadas por el terreno. A los halcones hay que habituales desde pequeños a que el señuelo es comida para que luego hagan bien el trabajo en las pistas", comenta.

A partir de junio y hasta el final del verano se avecina la temporada de más trabajo para Pérez y sus compañeros. Hasta octubre aproximadamente es la época de cría de las gaviotas, por lo que la búsqueda de pescado de estas aves para alimentar a sus crías es más constante e intensa que nunca.

"En estos meses estamos mucho en los locales de hostelería de la ciudad para librarles del problema de las palomas. Utilizan búhos de plástico para que no se acerquen pero eso solo les funciona los dos primeros días y tenemos que intervenir", admite.

El vigués contó siempre con el apoyo de su familia y de su entorno a la hora de introducirse en este mundillo, y confirma que le gustaría jubilarse en la profesión. Su mejor mentor es el jefe de la empresa, que acumula más de 11 años de experiencia a sus espaldas y le aconseja para mejorar cada día.

"Recuerdo con cariño mi primer día, estaba sin palabras, cuando cogí el águila no me lo creía. Pensar que me queda mucho tiempo que compartir con estas aves es maravilloso, lo mío es verdadera pasión", reconoce emocionado.