El trastorno de la personalidad es un concepto relativamente nuevo. El psiquiatra José Luis Carrasco es una de las figuras de referencia en su tratamiento y líder en la investigación sobre sus causas. Creó las primeras unidades específicas para tratar a estos pacientes y hoy se muestra aún más convencido de su utilidad. "Hemos visto cambios espectaculares de jóvenes que parecían condenados a la vida marginal, sin constancia, disciplina o motivación, impulsivos, rebeldes y desconsiderados y, de pronto, aparece la buena gente que llevan dentro", destaca. Ayer, Psiquiatría del Chuvi le invitó a dar una charla, con la esperanza de que, algún día, se cree una en el complejo.

-¿Que son los trastornos de la personalidad?

-Se caracterizan por inestabilidad emocional, emociones muy intensas e inestables, una montaña rusa por conductas impulsivas y por inestabilidad vital. Todo ello, sin haber perdido el juicio, sin ninguna enfermedad de tipo esquizofrénico, trastorno bipolar o psicótico. Tienden a tener conductas agresivas, generalmente autolesiones, y se da en jóvenes, fundamentalmente. Constituye una inmadurez de la personalidad y da muchos problemas por trastornos de conducta, abuso de drogas, fracaso escolar, inestabilidad en los trabajos?

-¿Cómo están de extendidos entre la población?

-Es bastante frecuente en comparación con otros trastornos de la psiquiatría y, cada vez, más. Es algo que vemos habitualmente en personas con conductas agresivas, rebeldes, conflictivas, a veces delictivas, problemas de drogas, dificultad para adaptarse... En grado clínico, que necesite tratamiento, afecta aproximadamente a entre el 3 y el 5% de la población.

-¿Por qué cada vez hay más?

-Al ser una inmadurez de la personalidad, también depende de la cultura. En una sociedad donde la autoridad ha perdido peso, donde los límites están menos claros, y es más tendente al culto al individualismo, se favorece la inmadurez y la impulsividad, personas más intolerantes, con menos constancia y más necesidad de gratificación inmediata? Y también porque hay más acceso a las drogas, al consumo de cannabis y estimulantes, y todo eso favorece el desequilibrio de la personalidad.

- ¿Cómo distinguir el trastorno de personalidad de una etapa de rebeldía de un adolescente?

-No es tan fácil. Sería una exageración de la etapa de rebeldía, donde uno se vuelve más excéntrico, intolerante, impulsivo, más sensible, inestable y explosivo. En la adolescencia, es normal tener una etapa así. Se distingue cuando las reacciones son demasiado fuertes. Si hay agresiones en la familia, si hay desafíos muy abiertos con figuras de autoridad, desobedeciendo los límites más básicos, como no ir a casa, fugarse, maltratar a los padres, faltar a clase? Y si sus relaciones interpersonales empiezan a no ir bien. Los signos son desafío claro y repetido, fracaso escolar y pérdida de amigos o no buenas relaciones. Con mucha probabilidad, eso va a evolucionar a trastorno de la personalidad, que es la paralización de la madurez y la instauración de esas conductas como algo estable. Debajo, lo que hay es una debilidad, una sensación de inferioridad, pero se compensa con aparente arrogancia y rebeldía. Parecen fuertes y agresivos, pero son blandos por dentro y eso es lo que hay que tratar. Tienen dificultades con la autoestima, con los vínculos, el apego a la familia, algunos han sufrido traumas de pequeños y los tienen reconcentrados produciendo dolor... Todo eso, en torno a la adolescencia, produce una sensación íntima de no encajar de la que sale una conducta rebelde y defensiva. Debajo hay soledad, vacío y miedo. Pero no todo el que tiene una conducta agresiva tiene este trastorno. Hay personas que son malas, egocéntricas, que no tienen consideración, que son más psicópatas o delincuentes y es muy importante diferenciarlas porque eso no tiene tratamiento médico.

-¿Qué debe hacer una familia cuando tiene la sospecha de que sucede en su casa?

-Lo primero, consultar con un psiquiatra, porque pueden no ser leves y es importante abordarlos con contundencia. Si ya se puede establecer un prediagnóstico, intervenir. Con mucha frecuencia, están algo deprimidos y desesperanzados, por lo que los antidepresivos pueden ser importantes en los primeros momentos. Y empezar con terapia, siempre en familia, porque es un trastorno interpersonal. Por lo general, cuando se sienta y se hablan las cosas, todo mejora bastante. Hay conductas que parece que son inmodificables y terribles y resulta que cambian mucho cuando cambian las dinámicas familiares y de comunicación o cuando se habla de una serie de temas. Puede ser muy explosivo y muy molesto, pero es muy plástico, cambia fácilmente.

-Es pionero en la creación de unidades que lo tratan de forma específica. ¿Por qué es bueno abordarlo desde ellas?

-Es un concepto poco estudiado. Como son pacientes que requieren una aproximación y trato diferente, nos pareció importante hacer un hospital de día diferente, con mucha terapia específica y grupal, para que se vaya produciendo la maduración estancada. Los tenemos entre 9 y 12 meses, yendo de 4 y 7 días a la semana aprendiendo a conocerse, a manejar las emociones, a expresar su afectividad... Es importante que no estén con otro tipo de pacientes psiquiátricos porque son más ágiles mentalmente y, en otros hospitales, se vio que se hacían los dueños o asumían el rol de cuidador, lo que no les ayuda. El personal tiene que formarse específicamente porque son de difícil manejo, al ser muy exagerados, muy explosivos y sin trastorno del juicio. Requiere mucha química y eso solo se aprende tratando con ellos. Y luego, porque son pacientes muy caros, están siempre en urgencias, con muchos intentos de suicidio, autolesiones, intoxicaciones... Tener unidades específicas, a parte de que les permite recuperar su vida, sale rentable. La recomiendo porque creo en ellas. La gente puede cambiar mucho, solo necesita el caldo para hacerlo.