"Era muy necesaria una medida como ésta. Había seis playas que permitían perros en Pontevedra y en Vigo ninguna, ya era hora". Así reaccionaba Natalie, dueña de Sir, un sharpei de seis meses, a la medida aprobada hace tres días por la Junta de Gobierno Local que permite la entrada de perros libremente a los arenales de A Calzoa y Foz, junto a la desembocadura del río Lagares, y que suman cerca de medio kilómetro. Esta decisión provocó ayer una notable afluencia de bañistas con sus mascotas, que como la viguesa intentaron disfrutar del buen tiempo y las temperaturas agradables de los últimos días.

Hasta este año los animales no podían acceder a las playas entre el 1 de junio y el 30 de septiembre y en las próximas semanas se instalará la señalización necesaria. La recogida de los excrementos de los perros, el bozal y la correa obligatorios para las razas peligrosas y no estar en las zonas rocosas son los requisitos que se les exige cumplir a los dueños. Como confirmó hace unos días el alcalde, Abel Caballero, esta decisión "era una gran demanda ciudadana".

Con esta afirmación del regidor vigués está muy de acuerdo Rubén Arias, que ayer visitó la playa de A Calzoa con su perro Croque, un palleiro que adoptó hace cinco años de la perrera de A Madroa.

NATALIE - DUEÑA DE UN SHARPEI

"Los perros no tenían ni un metro en Vigo para disfrutar del verano"

RUBÉN - Propietario de un palleiro

"Faltan papeleras con bolsas y plazas de aparcamiento para estas dos playas"

ALMUDENA - DUEÑA DE DOS PERROS

"Con esta medida se ha mejorado y vendremos toda la familia junta"

"La medida ha sido buena para la ciudad, ya que las dos playas a las que ahora permiten que traigamos los perros son cercanas a Vigo, al lado de Samil", explicó mientras jugaba con su mascota. A su vez, Arias indicó que otros veranos durante las fechas en las que no se permitía la entrada de animales a los arenales optó por llevar a Croque por la zona de rocas o en brazos, e incluso algunos días ya no bajaba a la playa y lo paseaba por la zona del parque de Castrelos.

A pocos metros, Chispa, un terrier de ocho años, correteaba alrededor de la toalla de su dueña, Aylén, que intentaba tomar el sol con poco éxito. "Que ahora me permitan traer a Chispa es un gran cambio para la perra y para mí, ya que a ella le encanta venir a la playa y yo muchas veces me quedaba sin venir por no dejarla sola en casa", afirmó. Además, la viguesa reconoció no haberse atrevido a llevar a su mascota más veces a la playa en verano porque algunas personas se quejaban e incluso tiene amigos a los que les multaron. Parece que las normas establecidas para los dueños de los perros se respetan, algo que demostraron a la perfección Leticia Posada y su pitbull, Barto, que debido a su raza llevaba el bozal reglamentario. Posada y su pareja, que llevan cinco años con su perro, aseguraron que para ellos es un alivio la medida tomada por el ayuntamiento vigués, ya que así no se ven obligados a dejar a Barto solo en su piso como les sucedió durante otros veranos.

Para algunos, como Almudena y sus mascotas Sira y Rasi, ayer fue un día especial. A parte de que la ciudad estrenaba una medida muy demandada desde hace tiempo, era también la primera toma de contacto con la arena para sus mascotas. "Me gusta que ahora puedan entrar a la playa porque pueden disfrutar del verano como todos. Con la prohibición que había antes, mi madre paseaba a los perros por la ciudad para que yo pudiera venir a bañarme", explicó.

La medida ha sido acogida con positivismo, pero algunos consideran que falta trabajo por hacer. Por ejemplo, Rubén Arias, vecino de Samil, reclamó para Foz y A Calzoa más plazas de aparcamiento y las papeleras con bolsas para los excrementos de los animales que se prometieron. A pesar de todo, de lo que no hay duda es de que los perros de la ciudad por fin podrán tener unas vacaciones de verano completas y en el mar.