Amanezco como Gregorio Samsa en La Metamorfosis de Kafka. Cierto que no me veo convertido en un resacoso insecto, ya que hace años que limito mis excesos en los bares. Pero empiezo el día con un grave problema identitario: ¿acaso soy yo ese mismo Fernando Franco que ayer pronunciaba discursos sobre un escenario? ¿El mismo que cantaba junto a Teo Cardalda, como si fuera el quinto beatle de Golpes Bajos, mientras María Monsonís le apretaba fraternalmente la mano y creía advertir en la nalga un cachete filial de la Moon con el arco de su violín? ¿Era yo ese Fernando o lo he soñado?

Reconstruyo el puzzle con las pocas piezas que me ofrece mi injustamente criticada memoria. Sé que Vaquero & Piño Prego, los magos de El Ensanche, habían programado una fiesta titulada CHIN, CHIN F. y que habían convocado allí a los vigueses distinguidos de la movida, ese fenómeno cultural que yo viví intensamente, como demuestra el hecho de que no me acuerdo.

Ya a la puerta de El Ensanche, me encontré un cartel con varias fotografías del tal F. La selección, realizada al alimón por dos artistas de la imagen como Xisela y Jorge Lens, incluían estampas de los años 80 que dieron para cierto cachondeo. "Igualito que Sony Crockett", me espetó Pablo López a la entrada al recinto. Advertí enseguida que este tipo de bromas denotaban cierta envidia hacia el tal F. Que el mundo ha ido a peor lo demuestra comparar Corrupción en Miami con Fariña. Antes, los malos iban en Ferrari Testarossa y ahora van en un 127. Por cierto, que me viene a la memoria que entre los presentes estaban Morris Durán y Alfonso Agra, a quienes no dejaron de asaltar durante toda la noche grupos que querían hacerse una foto con el Charlín y el Bustelo más auténticos.

Pero vayamos al núcleo del asunto, porque en el interior del local me encontré un montón de gente conocida. Casualidades de la vida, había por allí amigas y amigos a los que siempre apetece dar un abrazo. Por lo que mal recuerdo, parece ser que iban a ver al tal F. Entre tantos afectos, estuve con una amplia representación de periodistas, lo que suele ser garantía de noches largas y peligrosas.

A partir de aquí todo es nebuloso. Sé que arrancó la fiesta La Banda de Nash, con sus versiones. Y que luego todo El Ensanche comenzó a vibrar con Teo Cardalda, con Alberto Comesaña, con Tony Lomba, con Silvino, con Javi "Semen Up" (que cumplió años en el escenario), con Luis "Golpes", con la explosiva Patricia Moon, con los contoneos jazzísticos de Nuria Cora, con Mon... Me dicen que, en un determinado momento, me subí al escenario a pronunciar un discurso berlanguiano. Y que canté "No mires a los ojos de la gente" junto a Teo y Alberto. Aunque esta parte no esté dispuesta a creerla salvo que alguien la haya grabado en vídeo, en cuyo caso rogaré que lo borre inmediatamente.

Y así, sin que el tal F. se dignase hacer acto de presencia, la noche fue fluyendo plácida entre amigos. Hacia el final, poco antes del cierre, recuerdo que abordé a un colega periodista y le pedí que hoy escribiese en mi lugar este artículo. Confío en que no lo haya hecho, aunque todo es posible en esta mañana kafkiana. Y sobre F., ¿qué puedo decirles? Lo mismo que un político acorralado: "Yo no conozco a ese F. del que me está hablando".

¿Cuánto tiempo hace que no se vive en Vigo una fiesta tan emocionalmente cómplice, tan bien respaldada musicalmente, tan llena de besos, abrazos, caderas al libre albedrío y manos haciendo dibujos en el aire al compás de los sonidos que emergían del escenario? Aquello fue un ensamblaje de pasiones, un clímax de afectos, un mosaico de recuerdos anillados desde los 80, un cruce de cables... y Carlos Veleiro, como presentador, genial.