Creció en una familia de futbolistas, pero fue la danza lo que ha marcado su futuro. Tras lograr doce oros, 5 platas y nueve bronces con su escuela de baile Media Punta, Cristina Rodríguez López busca financiación para no renunciar al sueño de los 146 bailarines de su compañía de competir en el Mundial. Sus coreografías son aplaudidas en todo el mundo logrando miles de visualizaciones; sin embargo, el gran número de miembros que la forman impide en muchas ocasiones poder participar en las grandes citas de la danza. Por ello, su escuela cambia su arte por financiación para poder así competir en el evento más importante del mundo del baile.

Este baile logró una de las cinco platas de la Escuela Media Punta

Este baile logró una de las cinco platas de la Escuela Media Punta

-Son una compañía ya asentada en la ciudad y con un palmarés que asusta.

-Sí, llevamos ya 16 años, los cumplimos el mes de marzo. Y la verdad es que hemos logrado muchas cosas tanto en el ámbito nacional como internacional; llegamos a ser campeones del mundo y en 2014 subcampeones en categoría producciones. Ahora llevábamos unos años clasificándonos pero no podíamos participar por el tema económico. Nosotros montamos coreografías muy grandes y bailarines muy numerosos y económicamente alguien se nos quedaba atrás.

-Y entiendo que cambiar bailarines o adaptar coreografías no se puede.

-No, no se contempla. Nos encontramos muchas veces con coreografías que nos quedaban colgadas, así que desde hace dos años ya no participamos en Mundiales. Pero bueno este año es en España, así que nos lanzamos a ver si logramos esta financiación.

-Son muchos bailarines y muchos días de estancia, ¿no?

-Fíjate, somos 146 bailarines y 10 días de competición. Hacemos cuentas, pero ni aún así.

SOS a ritmo de baile

SOS a ritmo de baile

-Un aspecto indiscutible en Media Punta es la cantera que tiene. En 16 años no se ha bajado la calidad de sus coreografías y las vitrinas no han hecho más que crecer.

-Sí, sí. Yo tengo la suerte de tener un buen equipo, que eso es muy importante. Y sobre todo que echamos muchísimas horas, trabajan mucho. Pero sí, la cantera aquí en Vigo tiene mucha calidad, la gente es muy artística, es muy dada al deporte. Hay mucha calidad pero hay que saberla sacar y explotarla. Lo que faltan son ayudas.

-¿Qué es lo más complicado de su trabajo, dirigir a más 140 personas en una coreografía o darle forma a la misma?

-Tú cuando montas una coreografía no piensas en la repercusión que va a tener, sino porque de verdad la sientes. Se te ocurre o sale porque la música suena o incluso llevas trabajando en ella tiempo y no encuentras el momento. Todo es difícil pero lo más, por ejemplo en una de nuestras coreografías que se llama Galicia, cuya coreógrafa es Raquel Fernández, no tanto mover al unísono a un centenar de bailarines sino sentir la música y la propia coreografía.

-¿Les ha pasado eso de desechar una coreografía porque no se hallaba ese sentir?

-Sí, hay veces que no es el momento porque igual los bailarines no están maduros. A mí me pasó el año pasado, cuando quisimos escenificar "El niño con el pijama de rayas". Pensé que íbamos a tener que dejarla porque los más pequeños no eran capaces de introducirse en ella y al final me quedé con los mayores. En todas las coreografías buscamos las historias que hay detrás, por ejemplo en este caso vimos reportajes sobre los campo de concentración de Auswitch, pero hay veces que, porque son muy jóvenes, no son capaces de meterse en la historia. En la de "Galicia" todo lo contrario, somos gallegos y la muiñeira la llevamos muy dentro, no hace falta historiar mucho.

La 'Muiñeira de Chantada' a ritmo de hip hop que valió un oro

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-Usted lleva en el mundo de la danza desde pequeña, ¿vocación o le viene de familia?

-No no, yo vengo de una familia de futbolistas. Mi madre lo fue y mi madre también pero yo siempre tiré por la danza. De pequeña no había escuelas en Vigo y empecé en gimnasia rítmica. Luego sí que ya decidí formarme en la danza de siempre, y después de haber trabajado en colegio decidí montar Media Punta. Empezamos solo con 8 personas y ahora somos más de 300.