En el II Concurso Internacional de Piano Ciudad de Vigo, la calidad de los músicos está poniendo en dificultades al jurado. A la organización ya le costó ajustarse a las cien plazas de participantes inicialmente fijadas y admitieron a dos más. A las semifinales solo iban a pasar 20, pero "con tanto nivel", el tribunal no fue capaz de bajar de 35. La ronda final, que se celebró ayer en el Auditorio Municipal del Concello, también ha sido más larga de lo esperado. Seis participantes en vez de los cinco previstos, dispusieron de 25 minutos para demostrar de lo que son capaces. Fueron tres intérpretes de Rusia, una de China, uno de Rumanía y otro de Japón.

Así, de las 30 nacionalidades de cuatro continentes presentes en esta segunda edición, son cuatro las que han tenido representación en la final. España, con sus ocho participantes, se quedó en la ronda anterior. Corea, que con sus 21 era el más representado, tampoco llegó. Son los rusos los que más consiguieron convencer.

¿Hay alguna razón para esto? "No es que yo sea nacionalista, pero en Rusia hay muy buena escuela", responde Anton Iashkin, uno de los tres finalistas. Con 19 años, es un habitual de las competiciones de piano, pero es la segunda vez que sale de su país para concursar. Aquí se ha encontrado con un certamen "con mucho potencial y gran perspectiva de futuro". Ayer se presentó ante el jurado con las obras con las que se siente "más cómodo" y, por tanto, con las que más transmite: la "Sonata nº 27" de Beethoven; "La isla alegre", de Debussy; y la "Sonata nº 7" de Prokofiev.

Vladimir Petrov, de 21 años, también entiende que la escuela rusa es "la mejor", con "una historia musical mundialmente reconocida". Por eso, tras una década viviendo en México con sus padres -músicos de orquesta-, regresó a su país para formarse. En un español con acento mexicano, cuenta que "ahorita" con el certamen vigués se reengancha a las competiciones. Llevaba 5 años centrado en desarrollar su potencial para "tener una carrera grande". Ayer interpretó dos obras que "combinan muy bien": la "Sonata nº 2" de Beethoven y la "Sonata nº 7" de Prokofiev. Piezas "con fuerza y temperamento". "Que nadie dude en participar en este concurso porque la calidad, el ambiente y el jurado es lo más", defiende. Asegura que es especial porque "la competición no logra estropear el ambiente de buena onda". "Y he participado en muchos", apostilla.

Para Feodor Amirov, de 36 años, participar en estos concursos es "como una especie de turismo musical". Ya ha tocado con orquestas de Madrid y Barcelona. La clásica no es su el único estilo del más veterano de la final; también le gusta interpretar jazz y contemporánea y, en los ensayos, sorprendió a sus colegas poniéndose a cantar. Optó para la final por una obra que "a la gente le gusta" cuando él la toca, el "Estudio op. 39" de Rachamaninov.

La más benjamina -con 17 años- y la única mujer de la final, Chen Junyan, ha viajado desde Shangai. Es la segunda vez que sale de su país para competir, tras ganar el primer premio del certamen de Osaka, en Japón. Su profesora encontró la cita viguesa y pensó que era "una gran oportunidad" para volver a probarse. Interpretó la "Sonata" de Vine; "El Danubio azul", de Evler; la "Balada nº 2", de Liszt; y "Queixas" y "Ruiseñor", de Granados. "Amo estas piezas, son preciosas y tienen un sonido asombroso, que me emociona", cuenta.

Otro de los finalistas es Kojima Kenichiro, un japonés de 26 años que lleva siete en Hamburgo para avanzar en su formación en clásica. Antes acudía a competiciones con la fijación de ser el primero y lograr el premio, ahora lo hace para divertirse sobre el escenario, esa es su "meta". Le atrajo la cita viguesa porque tiene programa libre. Tiene un problema en la mano derecha y no es fácil encontrar concursos en los que pueda tocar solo con la izquierda. Interpretó la "Partita par violín" de Bach; el "Estudio para mano izquierda sola", de Blumenfeld; "Improvisaciones para mano izquierda" de Bridge" y una pieza de música antigua japonesa, de Hosokawa.

A Mihai Emanuel Grossu, de 31 años y procedente de Rumanía, también le atrajo el programa libre, algo "no muy habitual". Optó por el "Estudio op. 2", de Scribain" y la "Sonata nº 3" de Brahms. La otra razón es el jurado. Este está presidido por el húngaro Tomás Vásáry y el director artístico del concurso, Pablo Galdo. Lo completan el francés-chipriota Cyprien Katsaris, el austríaco Paul Badura-Skoda, el cubano Jorge Luis Prats y el húngaro András Kemenes. En la noche de ayer, debatían quién se alzaría como ganador de esta segunda edición.