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Arquitectura sostenible a pie de costa

Un proyecto fin de carrera desarrollado en Lleida plantea un restaurante bioclimático en Samil que sería autosuficiente gracias a su cristalera fotovoltaica y el aprovechamiento de la lluvia

Arquitectura sostenible a pie de costa

Arquitectura sostenible al servicio del ocio y con vistas a la Ría de Vigo. Un proyecto final de grado desarrollado en la Universidad de Lleida plantea la construcción de un restaurante autosuficiente en Samil que obtiene su energía de la misma cristalera fotovoltaica que permite a sus clientes disfrutar del mar, además de aprovechar el agua de la lluvia y contar con huertos en la parcela y la propia cubierta del inmueble para que los comensales puedan elegir incluso qué productos degustar.

Desde el "diseño orgánico", inspirado en hojas caducas de especies autóctonas, a la elección de los materiales -madera, tierra, corcho y cristal-, todo está pensado para aprovechar las condiciones climáticas de la zona y lograr los mínimos consumos energéticos.

"El proyecto cumple los estándares PassivHaus, pero no quería que solo se quedase en los números para obtener este certificado, sino que su diseño fuese natural y acorde con el entorno. Se trata de un modelo arquitectónico integral. Elegí esta parcela porque la línea de vegetación situada frente al mar es vital para proteger al inmueble de las brisas, sobre todo, en invierno, y sus formas aprovechan la luz y el agua y proveen de sombras al interior", explica el autor del estudio, Gabriel Renzo López.

Su propuesta garantiza un correcto aislamiento y estanquidad del edificio, así como la ausencia de puentes térmicos y una ventilación eficiente utilizando intercambiadores de calor. Y tanto la elección de tecnologías como de materiales, sobre los que se tiene en cuenta su ciclo de vida e impacto, responde al objetivo de reducir consumos e impacto ambiental.

"Quería evitar aceros, metales y hormigón y utilicé madera en las estructuras y la carpintería porque es un material noble y reutilizable. Para la parte fría de la fachada, la que da al noroeste, utilicé bloques de tierra comprimida, que además de ser igual o incluso más económicos que los ladrillos permiten al inmueble transpirar y equilibrar temperaturas", explica.

Y otro material protagonista sería el corcho, que se utilizaría en pavimentos y, como partículas proyectadas, en aislamientos y cubiertas.

En la zona suroeste, López opta por una fachada acristalada para aprovechar el sol y las vistas que garantiza la parcela, ubicada en plena avenida de Samil. Se trata además de un muro cortina fotovoltaico con una superficie de 329 m2 que generaría 5.466 kilovatios/ hora al año. Y además evitaría la emisión de más de tres toneladas de CO2 a la atmósfera.

"Me puse en contacto con la empresa Onyx Solar, que es la tercera a nivel mundial, para elegir el tipo de paneles y realizar los cálculos. Además de generar suficiente energía para abastecerse, el inmueble podría acumular la sobrante y devolvérsela a la suministradora. Es algo completamente viable y, por ley, la compañía está obligada a comprártela", destaca.

El proyecto también contempla el reciclaje y reutilización de las aguas pluviales y grises. Las cubiertas vegetales -que incorporan un invernadero y un huerto orgánico- están diseñadas para captar el agua de la lluvia que después es tratada en humedales artificiales construidos en las zonas verdes de la parcela.

"Un restaurante solo llama la atención por su diseño durante unos años, pero esto le daría otro atractivo. La idea sería diseñar unos itinerarios para que el cliente pudiese visitar las zonas de cultivo, en la cubierta y en la parcela, y escoger el tomate que quiere comer. Sería un gancho brutal", sostiene López.

El proyecto incluye además un establecimiento para comercializar los productos orgánicos de las dos huertas. "A través del porche del edificio se puede acceder a la tienda o al restaurante. Los alimentos de los huertos se utilizarían en la carta o se venderían directamente, lo que supondría otro beneficio económico para el restaurante", apunta.

El estudio estuvo dirigido por Josep María Burgues, de la Politécnica de Lleida, y le valió el título de graduado en Arquitectura Técnica y Edificación, aunque por sus características es mucho más ambicioso que los que se desarrollan habitualmente al término de esta carrera.

"Estudié cuatro años de Arquitectura Superior en la Universidad de Panamá. Abandoné la carrera para venirme a España con toda la familia y después de varios años trabajando con oficinas técnicas y constructoras me animé a retomar los estudios. Por eso, dada mi formación y mi experiencia, me apetecía hacer un proyecto como éste que fuese un reto", explica.

El presupuesto de ejecución es de 1,2 millones de euros, pero él defiende su rentabilidad: "Es económicamente viable. Todas las soluciones existen y ya se están aplicando". La superficie construida final sería de 1.038 m2 en la planta baja y 928 m2 en el piso superior.

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