En el gran museo al aire libre en el que se convierte la ciudad poco a poco gracias a los murales impulsados por el Concello se ha colado un invitado indeseable: el vandalismo. Varios de los diseñados ideados por los artistas lucen garabatos, pintadas y firmas. En algunos, como los murales del parque Camilo José Cela o las escaleras de la calle Roupeiro, se trata de grandes grafitis. En otros se aprecian pequeñas firmas o borrones. Es el caso por ejemplo de los paneles ideados por Nelson Villalobos para Blein Budiño o la Avenida Martínez Garrido, donde una mano anónima ha dibujado una esvástica.

Los murales del parque Camilo José Cela, Roupeiro, Martínez Garrido o Blein Budiño no son los primeros que sufren el vandalismo. A principios de 2016 el artista Antón Pulido tuvo que reparar los desperfectos del amplio mural con el que había decorado un año antes la nueva plaza de Peniche. Los garabatos "brotaron" también sobre la colorida composición ideada por el Pelucas para las escaleras de Don Quixote.

Algo similar ocurrió en su momento con la escultura de "Los Bañistas" que preside la plaza de A Laxe o la pieza "Como chove miudiño", obra de José María Barreiro que luce en una de las rotondas de la calle Rosalía de Castro. Solo en 2014, el Concello destinó algo más de 18.000 euros a limpiar pintadas en el mobiliario urbano.

Una de las obras que más sufrió los golpes del vandalismo es la escultura del vendedor de periódicos Manuel Castro ideada por Jandro Rodríguez y que se alza a la entrada de Príncipe. La pieza se inauguró a finales de 2011. Solo unos días después amaneció con una pintada que cubría los ojos, la boca y el periódico. Se limpió. A finales de octubre de 2012 la Policía Local se topaba con que le habían arrancado de cuajo el diario que sujetaba. Se repuso. Volvió a colocarse... Para frenar los ataques hubo que reforzar el brazo metálico.

Muy cerca de Príncipe se vivió durante el verano de 2016 otro triste episodio. Varias piezas de la exposición "Vigo sonríe" del fotógrafo Javier Teniente amanecieron completamente destrozadas. Al igual que había ocurrido con la escultura de Jandro Rodríguez, los vándalos se cebaron en más de una ocasión con la obra.

MM Puhinger es el autor del mural de la calle Roupeiro que homenajea a la poetisa María do Carme Kruckenberg. El artista reconoce que "cuando haces un mural este pasa a pertenecer a la ciudad", pero lamenta que el vandalismo impidiese "vivir" a su obra, que sufrió pintadas y borrones desde el primer minuto. También que se cebasen con una pieza ideada para rendir tributo. "El arte urbano es efímero, pero este mural se estropeó nada más acabarlo", lamenta el creador, quien echa en falta una mayor sensibilidad del Concello. Lo fundamental -insiste Puhinger- es en cualquier caso incidir en la educación e inculcar el respeto por el arte. Tampoco cierra la puerta a otras opciones, como encargar solo murales en fachadas altas, a donde no lleguen los vándalos; o protegerlos con metacrilato.

Una idea similar plantea Marcos de la Puente, uno de los fundadores del Proyecto Ewa -aunque ahora está desligado del colectivo-, quien recuerda que en EE UU por ejemplo protegen de ese mismo modo las intervenciones del famoso grafitero Banksy.

Ash Santos, autor del mural del parque Camilo José Cela, explica que en previsión de que terminarían pintando en la pared que le asignaron reservó un espacio entre sus diseños. "Forma parte de la obra", apunta. Lo que sí echa en falta es un mayor esfuerzo por divulgar y poner en valor este tipo de arte. "Hay una canasta que se cayó y forma parte de la instalación. Si hubiese ocurrido con otra obra distinta, se hubiese reparado", explica. Para él la clave es la educación.