El temporal que azotó en Año Nuevo al litoral gallego ha vuelto a demostrar las virtudes de la ría de Vigo como espacio de abrigo natural y el despilfarro milmillonario que ha supuesto el puerto exterior de A Coruña. Durante toda la jornada de ayer, en la que se amplió la alerta naranja a toda la costa gallega por fuertes vientos y olas de hasta ocho metros con mar de fondo, el fondeadero de Cíes dio cobijo a una docena de mercantes, mientras que Punta Langosteira, en la que se invirtieron más de mil millones de euros, permaneció vacía con la única excepción de los remolcadores que prestan servicio en la dársena, el Ibaizábal Siete (construido en Vigo) y el Sertosa Treintaidós.

La alerta pasará hoy de naranja a amarilla en la costa de Pontevedra, en la que aún se esperan olas de entre 4 y 5 metros, mientras que continuará naranja en el litoral coruñés, según las últimas previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Por el abrigo que las condiciones naturales de la ría ofrecen a sus aguas, la terminal viguesa ya está consolidada entre las opciones, dentro de la fachada atlántica peninsular, preferidas por los capitanes mercantes para resguardarse del mal tiempo, frente al mal llamado refugio de Punta Langosteira, como lo demuestran los fondeos de ayer en una y otra zona.