Medio siglo rodeado de relojes le llevaron a entablar amistad con el más famoso de la ciudad. Es también el más antiguo. Hace dieciocho años que se conocieron y desde entonces no se han separado ningún mes de diciembre. Gerardo Alonso pertenece a la tercera generación de relojeros de una misma familia y es el encargado de poner a punto el del instituto Santa Irene, lugar de encuentro de cientos de vigueses cada Nochevieja para tomarse las uvas. "Somos inseparables y nos tenemos un cariño mutuo", reconoce Alonso, que pone en valor la salud del reloj de la torre del centro educativo. "Mi viejo amigo nunca me ha fallado".

El inicio de la relación no fue sencillo. En 1999 recibió el encargo de arreglar un mecanismo que agonizaba. "Me lo encontré en muy mal estado y durante tres meses tuve que venir cada día al salir del trabajo para repararlo. Fue ahí donde se forjó nuestra amistad", apunta el relojero desde la azotea del instituto.

Desde entonces se ha encargado de que el mecanismo funcionase a la perfección en el momento justo: a las doce de la noche del 31 de diciembre. Lo que hoy en día es una gran fiesta era muy diferente a finales de los años 90. "Cuando empecé a venir estábamos cuatro gatos y ahora hay centenares de personas. Incluso vienen muchos extranjeros", señala Alonso.

El relojero acudió cada Nochevieja durante catorce años a la torre del Santa Irene. Lo hacía con la única compañía de una botella de champán y un racimo de uvas. "Quería estar presente por si había algún percance de última hora", apunta el encargado de poner a punto el reloj, que reconoce algún que otro susto. "En una ocasión noté a menos de una hora de las campanadas que el mecanismo perdía velocidad y me asusté un poco. Por suerte encontré el problema y no hubo que lamentar daños mayores", confiesa.

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Navidad 2017 en Vigo | Gerardo Alonso, el artesano de las campanadas

Gerardo Alonso junto al reloj que da las campanadas de Nochevieja en As Travesas // C. Graña

La Nochevieja de 2013 fue la última que vivió junto a su inseparable amigo. Problemas familiares le han hecho vivir la última noche del año junto a los suyos. Pese a ello, sigue pendiente de que todo salga bien. "Como cenamos cerca de aquí a las once me asomo a la ventana para escuchar las campanadas. Es ahí cuando me puedo relajar", reconoce Alonso.

El relojero, galardonado recientemente por el Colegio Oficial de Joyería, Orfebrería Platería, Relojería y Gemología de Galicia, pide que las instituciones no permitan que "un símbolo de la ciudad" se deteriore todavía más. "No quiero que ocurra como con otros ilustres relojes vigueses que acabaron en un almacén", comenta.

Dentro de dos días, mientras el resto de vigueses disfruten de la cena con sus familiares y amigos, Gerardo Alonso interrumpirá la suya durante unos instantes a las once de la noche para asomarse a la venta y escuchar el repicar de las campanas del instituto Santa Irene. Será el último saludo del año de su viejo amigo.