Quien vaya en busca de compasión, tristeza o desesperación en este relato se equivoca de lugar. Quien espere fatalismo y una retahíla de quejas lastimeras también. Pero no solo erraría el tiro sino que además provocaría el cabreo de su protagonista: Isaura Abelairas, mujer, madre, profesora y desde hace casi veinte años concejala socialista en Vigo. Porque lo último que desea ella es despertar la conmiseración de los demás. No quiere melodramas a su costa. Sí, Isaura está gravemente enferma. Y se está jugando la vida en una valerosa batalla contra el cáncer que le diagnosticaron hace unos meses. Pero está más viva que nunca. Perfectamente consciente de su situación y serena. Incluso mucho más que eso. "Hoy soy menos infeliz que hace unos meses o, dicho de otro modo, soy más feliz. Sinceramente, no me puedo quejar", confiesa, e intuyendo la estupefacción que causa la respuesta en su interlocutor de una persona cuya existencia está en el filo de la navaja suelta una sonora carcajada, como diciendo "¿te acabo de sorprender, eh?, ¿pero qué te esperabas?"

Abelairas rehúye el papel de heroína de la historia. Aunque sea la suya propia. "Yo quiero llevar una vida normal. Sé que padezco una enfermedad seria y compleja, que en mi caso ni siquiera tiene un nombre claro, pero intento desdramatizarla. Hay muchísima gente que lo está pasando mal y que está sufriendo, y yo no los juzgo ni doy consejos, solo pretendo contar mi experiencia por si a alguien le puede ayudar. Yo no soy ejemplo de nada. Solo soy Isaura Abelairas", asegura con voz firme y tono alegre, una actitud sorprendente e impropia de una mujer de 65 años que acaba de someterse a la séptima sesión de quimioterapia.

Su pesadilla arrancó de la forma más ordinaria. Un pequeño quiste situado entre el codo y el hombro que le acompañaba desde siempre le empezó a molestar en febrero. El dermatólogo lo vio, se lo extirpó e hizo una biopsia que revelaría que era un dermatofibroma sin mayor importancia y ¿fin del problema? Al contrario, solo el principio.

Justo antes de Semana Santa, Isaura ve que el dichoso quiste adquiere una tonalidad colorada y le provoca más dolor, "es como si se me infectara". Regresó al dermatólogo y se lo volvieron a quitar. Pero el especialista decidió analizarlo de nuevo. Conocido ya el resultado, el 27 de abril se produce la conversación menos deseada con un médico. "Isaura ven a verme a la consulta porque tengo dos noticias, una buena y otra mala", le anunció. Y ella, echada para adelante por naturaleza pero totalmente ajena a lo que se le venía encima, respondió: "Pues dímelo ya por teléfono y evito pasarme". La buena era que el análisis descartaba un melanoma y la mala es que parecía un carcinoma o un sarcoma. "Hay que operar ya", le urgieron.

La cirugía se realizaría por la técnica de Mohs que permite eliminar por fases la piel y sería en Madrid. Pero el tiempo va pasando y el quiste se infecta de nuevo. Abelairas lo relata así: "De repente crece mucho y el brazo se me pone colorado y me duele muchísimo, un dolor que no te puedes ni imaginar. Yo sé qué es parir y eso no es nada, créeme. Aquello era espantoso. Fui a Urgencias varias veces y aquello me decían que era una infección. Y como estaba diagnosticado y tenía prevista una cirugía no urgente porque no se trataba de un melanoma, pues nada a esperar".

La operación estaba prevista para el 14 de junio, pero días antes le llama el cirujano para explicarle los detalles y entonces ella le informa de que tiene una infección en el quiste y mucho dolor. En ese momento se complica todo. El médico no entiende cómo puede estar infectado, le pregunta por qué no se lo había dicho antes y le apremia a visitarlo. "Me ve el brazo y me dice "esto es mucho más grave de lo que habíamos pensado; no sé si podré hacer el tipo de operación planificada. Te voy a abrirlo pero a lo mejor no puedo hacer nada y tengo que volver a cerrarlo". En aquel momento le miré a los ojos y le contesté: "No se preocupe que eso no va a pasar", relata, mientras se le escapa una sonrisa, como si hoy ya fuese consciente de su supina ignorancia de aquellos días. "Mira tú que bobada dije", se reprende.

El "shock"

La primera parte de la operación -la extirpación del tumor- era clave para saber si el cirujano proseguía o no. A las dos horas y media, Isaura se despierta en reanimación pero apenas se entera de que regresa al quirófano para estar otras siete horas para extraerle capas de piel hasta dejar el hueso limpio y llevar muestras al patólogo. El diagnóstico es carcinoma. Todo parecía ir bien, pero por protocolo solicitan una analítica y un TAC. La primera da resultados normales, pero con el TAC llegaría la bomba: hay nódulos en el pulmón. "Nadie se esperaba eso, incluso todos los médicos me habían dicho que solo había un 5% de posibilidades de que esto hubiese hecho metástasis. El oncólogo se lleva el tumor para realizar otro análisis y aparecen más células metastásicas". Ese mismo día se decide que Isaura Abelairas se someta a tratamiento de quimioterapia. Su primera sesión fue el 6 de septiembre.

Desde entonces ha completado siete y la situación hoy permite vislumbrar luz en aquel horizonte que se cernía tan oscuro. "Me he hecho un segundo TAC y el diagnóstico es exactamente igual, sin ninguna variación, respecto al primero. Y esto es una buena noticia porque significa que se ha parado el crecimiento. Así que seguiré con la quimioterapia tres o cuatro sesiones más y luego veremos qué hacer. Pero también me han realizado un estudio genético en EE UU para ver la posibilidad de un tratamiento inmunológico".

Más allá de los datos científicos que pueda revelar ese trabajo, sin duda lo que encontrará son señales de una mujer valiente y decidida que es capaz de someter a sus miedos y mirar a la vida de frente.

El relato de Isaura es lineal, casi sin pausas, como si lo hubiera interiorizado tanto y de una forma tan natural, incluso salpicado de notas irónicas, que en ocasiones da la sensación de que estuviese hablando de otra persona. Pero ¿por qué se anima ahora a contarlo?

Primero porque en su Facebook hubo una confusión con una amiga que también padece esta enfermedad. Y, segundo, más importante: "Porque hay que desdramatizar. Claro que el cáncer es una enfermedad dura, compleja, que te cambia por completo, tu cuerpo, tu mente, tu forma de sentir, pero yo lo digo con pleno convencimiento: esta enfermedad es una oportunidad y un aprendizaje. Por eso yo nunca hablo de que me voy a curar de ella, sino de que me voy a sanar. No es solo del cuerpo, esto va mucho más allá", analiza.

Abelairas no oculta el tremendo impacto que le produjo el diagnóstico. Fue un shock ante el que cabían dos opciones: o asumir la derrota o iniciar el combate. Ella lo tuvo claro desde el primer minuto: "Un amigo me dijo que nadie sabe lo valiente que es uno hasta que ser valiente es la única opción que le queda. Y esto lo repito cuando la gente me comenta que lo estoy llevando con mucha dignidad. ¡Qué remedio me queda!"

Hace dos años

Aunque jamás lo sabrá con certeza, Isaura cree que hay factores externos que le llevaron a bajar la guardia y por ahí se colaron los malditos nódulos. El cáncer irrumpió hace dos años en su vida. ¿Cómo estaba entonces? Ella misma se responde. "Estaba encerrada en mis despacho revisando los puñeteros papeles de todas las obras y adjudicaciones para demostrar que había actuado con honradez [los tribunales archivarían las causas]. Estaba sola, rabiosa, desesperada, llorando... Mi cerebro estaba totalmente ocupado en una situación de estrés máximo y mis defensas bajaron. Yo me tomé aquel tiempo como si fuese mi muerte social. Fue horrible", confiesa.

Frente a aquella situación de "agobio permanente", hoy Isaura, pese a su cáncer, asegura que vive "con serenidad". Y para explicar esa radical transformación cuenta, entre risas, que "ahora yo hablo con mis células, porque tengo que ayudarlas a que sequen los nódulos. Por supuesto que la medicina y la quimio me están ayudando, pero también tengo que poner todo de mi parte en ello. Y lo hago con el convencimiento de que voy a pagar un peaje, pero sé que de esta voy a salir".

Y es que para ella la actitud positiva ante la enfermedad y ante la vida en general es clave. "Es fundamental. Claro que tengo momentos bajos y malos; que el cuerpo lo acusa, que me falta la piel, que me duelen las piernas y hasta las pestañas, que tengo náuseas... ¡que se me cayó el pelo! Los estragos son evidentes, pero al momento me digo levántate, tienes que seguir adelante. Ni siquiera me planteo pelear contra una enfermedad. No quiero luchar contra el cáncer, quiero que sea una oportunidad para ser realmente yo, esto es una enseñanza. Sé que es complicadísimo de entender, pero no pienso parar".

A Isaura, como es lógico, también le ataca la incertidumbre, ignorar qué va a pasar, pero en esos momentos de debilidad busca fuerza en su interior. Y funciona. "Me siento, respiro profundamente, me levanto del sofá, me visto y me voy a pilates aunque luego solo levante una pierna, pero lo hago", cuenta para volver a soltar una carcajada, como si estuviese sorprendida de su propia resistencia.

Ella, sin embargo, se niega a darse un valor extraordinario. "Esa fuerza interior la tenemos todos. La ayuda está dentro, hay que buscarla y sacarla. Es evidente que desde fuera te ayuda la medicina, la familia... pero la fuerza está dentro, solo tenemos que darle una oportunidad. Yo visualizo mi pulmón sano y mi brazo sano. Yo me veo sana. Por supuesto que de vez en cuando me caen lagrimitas y que a mi mente vienen 50.000 imágenes negativas, pero intento dejarlas pasar, y eso es dificilísimo, porque vuelven una y otra vez, pero uno tiene que esforzarse e ir aprendiendo. ¿A qué? A vivir, solo a eso".

Y también a asumir la nueva realidad, sin maquillajes ni ocultaciones. Ella lo explica con un ejemplo gráfico: "Cuando me cayó el pelo yo ya había encargado una peluca, pues el día que me la iba a poner me pusieron como un store para tapar el espejo y evitar que me viese. Pero mi hermana se fue un momento al baño y yo me hice una foto sin pelo y se la envié al móvil. ¡Porque esa soy yo, con pelo o sin él! Más fea o más guapa, con enfermedad y sin enfermedad, pero esa soy y tengo que aceptarme así".

La radical transformación que ha sufrido le lleva a asegurar que "vivo bien". Hasta el punto de que no duda en afirmar: "Estoy enferma, pero hoy no soy más infeliz ahora que hace seis meses; al contrario, soy más feliz ahora que entonces". La contundencia de su frase y la paradoja que implica provoca cuando menos dudas de su sinceridad, pero ella se ratifica: "En serio, créeme, en serio. Es complicado de entender pero esto me ha servido para conocerme mejor, para soltar lastre de toxicidades absurdas y estúpidas. Mira, yo le tengo que dar las gracias a mi hijas, a mi pareja, a mi exmarido, a ti, a todo el mundo... Solo poder hablar y contarlo... No quiero parecer una chulita, pero si con esto que cuento ahora le ayudo a una sola persona, estaré satisfecha".

De todo el relato se deduce que si algo no desea Abelairas es despertar compasión. "No quiero que la gente tenga pena de mí. Hay muchísimas personas sufriendo en el mundo, con dolores tremendos, a lo mejor en la soledad o en la miseria. Yo no tengo derecho a que nadie sienta pena por mí. Sería egoísta. Soy una persona afortunada. Tengo lo mejor del mundo a mi lado, la familia, amigos, y además me tengo a mí misma. Nadie debe sentir lástima por mí, todo lo contrario".

El reencuentro

Isaura cree que el cáncer le ha permitido a los 65 años reencontrar una parte de sí misma. "Yo la escondía. No podía mostrarme débil. Aunque nunca fui una mujer al uso, me dolía que no se me entendiera y que se me juzgara. Ahora no me duele ni me importa. Hoy yo me entiendo y ni siquera me juzgo yo misma. Ese es el cambio verdadero que he experimentado. Sé que es muy difícil de explicar con palabras, pero así lo siento y así lo vivo cada día. Hoy me siento libre con mayúsculas. Mi vida es como si le hubiese dado una vuelta completa a un calcetín".

Aunque mantiene que la sanación pasa inexcusablemente por ella, su familia, con sus hijas Patricia y Xela al frente, le dan un formidable soporte. "Ellas siempre me dicen dos cosas: mamá tú eres fuerte y lo vas a superar, algo que no te creas que me hace mucha gracia; y sobre todo, mamá, tú déjate querer, porque saben que hay una parte de mí a la que le cuesta pedir ayuda, pues siempre tuve el rol de cuidadora. Así que ahora cuando voy al Concello y se me acerca un funcionario a decirme algo, le puedo responder: a mí no vengas con problemas, a mí dame abrazos, y me los dan", cuenta y rompe a reír.

Isaura con su hija Patricia. // A. V.

La concejala asegura que ha encontrado en el alcalde Abel Caballero y la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, otros dos apoyos -"él siempre me recalca que lo primero soy yo"- y además cuenta con "un personal y unos equipos humanos excepcionales". Además ha aprendido otra cosa. "No soy imprescindible. ¡Esa sí que es una lección bonita! Otra persona me puede reemplazar y hacerlo diferente o incluso mejor que yo, y eso sí que debería tenerlo todo el mundo muy presente", recomienda.

Abelairas confiesa que en su nueva vida el factor espiritual pesa muchísimo, pero aclara: "No en el sentido religioso, sino entendido como una energía, algo de lo que formo parte. Sé que mi energía no se perderá nunca, siempre existirá, ¿en dónde? No lo sé, pero permanecerá", mantiene.

De momento, lo que le toca es seguir en movimiento, no ceder a las tentaciones de bajar los brazos y vivir. "Cada minuto es único. Que me duele el cuerpo, pues que me duela; que no me puedo dormir, pues ya dormiré. Pero voy a vivir cada instante a tope. Como dicen en Cuba, "¡tú dale palante Isaura!"