Salir de la explotación sexual es un camino "muy difícil", pero hay colectivos que contribuyen a allanarlo. Es el caso de la asociación viguesa Faraxa, a la que cada día acuden un media de 14 personas que se ven abocadas a prostituirse para sobrevivir, según datos de 2016. El perfil: mujer, extranjera, joven y con escasos conocimientos sobre la sociedad a la que ha llegado. Todo ello las convierte en especialmente vulnerables, explica la presidenta de la entidad, Carmen Lago.

En su centro de día ofrecen atención sanitaria -está homologado para realizar las pruebas del VIH-, psicológica, social y jurídica. Les dan, por ejemplo, orientación para tratar de encontrar un empleo, factor clave para poder escapar de ese mundo. Y aquí aparece una de las grandes dificultades, el no tener papeles les obliga a recurrir a empleos en negro. Solo en los casos acreditados de violencia de género y de trata las víctimas que entraron ilegalmente en el país pueden regularizar su situación.

Faraxa también dispone de una unidad móvil, con la que recorren barrios, clubes, polígonos y pisos de Galicia, Asturias y Castilla y León. En los últimos tiempos han detectado una vuelta de las españolas y un trasvase de los clubes a los pisos, lo que las invisibiliza.

Lago llama a administraciones y entidades como La Caixa a que sigan colaborando para "crear alternativas para esta gente".