La vida de Alicia Jones Jones podría servir para un guión de película. Desde el primer hasta el último día. De procedencia galesa, llegó a Vigo hace más de medio siglo cuando apenas superaba los veinte años. Lo hizo con su inseparable Rena Hughes. Ambas habían conseguido un contrato de trabajo de tres años como profesoras de inglés en el colegio Rosalía de Castro. Nunca se fueron. De hecho, también ejercería en el Martín Codax.Alicia falleció el jueves y ayer sus amigos y familiares decidieron darle un último adiós. Aunque a su particular manera. Los pinchos de tortilla, vasos de vino y botellines de cerveza hicieron acto de presencia en la sala 7 del tanatorio Vigomemorial. "A ella le encantaba la fiesta y no le hubiese gustado que estuviésemos llorando aquí por su muerte. Queremos rendirle un último homenaje de la manera que ella habría escogido", aseguraba su hija Julie Fernández.

Todos los presentes en el inusual velatorio coincidían en los términos empleados para definir a la mujer galesa. "Era sencillamente extraordinaria, extrovertida y con un corazón enorme. Todo el mundo la adoraba", apuntaba Nati Pérez, una de las primeras amigas que hizo al llegar a la ciudad. Y es que sus primeros días en Vigo fueron de lo más pintorescos. Ella y Rena llegaron varias fechas antes de iniciarse el curso escolar. Tras recorrer todos los rincones de la urbe decidieron alquilar un Seat 600 para ir hasta Portugal. "Imagínate la estampa. Dos mujeres en los años 60 que no sabían nada de castellano y que se fueron conduciendo a otro país", recordaba Hughes, quien resaltaba otro hecho crucial de aquel viaje. "Nosotras estábamos acostumbradas a conducir por el otro lado de la carretera. Fue un caos, pero un caos muy divertido".

Hasta el Vigomemorial se acercaron numerosos alumnos que pasaron por las clases de Alicia. A diferencia de lo que ocurría con muchos maestros de la época, la galesa se salía de la normalidad. "Era profesora, amiga y madre. Se preocupaba por todos sus estudiantes y nos cuidaba como si fuéramos sus hijos. Era la bondad personificada", señalaba Marta Aymerich.

La fallecida era habitual del Casco Vello. "Era una de sus zonas preferidas y siempre que podía se escapaba a tomar algo en algunas de sus terrazas. En general estaba enamorada de las Rías Baixas y se conocía casi todas sus playas", recordaba su hija.

Aunque su contrato de profesora finalizaba a los tres años y su alma viajera la animaba a seguir viajando por el mundo en busca de nuevas metas, el amor se cruzó en su camino. Al poco tiempo de llegar a la ciudad conoció a José Juan Fernández, con quien se casó años después en Vigo. Su espíritu jovial, que transmitió a todos sus allegados, consiguió que sus seres queridos dejasen ayer a un lado el pañuelo para agarrar un botellín de cerveza y brindar por Alicia. Su Alicia.