Las murallas fueron diseñadas en 1656, bajo el reinado de Felipe IV para defenderse de los continuos ataques de los portugueses e ingleses. Sin embargo, en 1896 el Ayuntamiento de Vigo solicitó el derribo de las murallas por varios motivos.

Tres años después, la ciudad se quedó sin gran parte de la fortificación que había marcado su manera de vivir. Acostumbrada a los militares y a la llegada masiva de marineros al puerto, se abrió una nueva época con la desaparición de unos muros que sirvieron para frenar numerosas incursiones militares.