Vigo volvió a exhibir su devoción por el Cristo de la Victoria. A las siete y media de la tarde se abrieron las puertas de la Concatedral para que la imagen del Santo iniciase su tradicional recorrido por las calles del centro de la ciudad. Bajo el sonido del himno nacional y tras el tañer de campanas del templo, el Santísimo hizo acto de presencia en la Praza da Igrexa bajo una atronadora ovación. Miles de devotos de agolpaban en las inmediaciones de la Colegiata desde varias horas antes de que se iniciase la procesión.

La meteorología se quiso aliar con la Cofradía del Cristo de la Victoria y después de una semana en la que predominaron las temperaturas suaves y algún que otro chubasco, la jornada dominical lució un imponente cielo azul que iluminó la mitad del recorrido. La segunda parte fue alumbrada por las miles de velas que portaban los fieles que un año más invadieron el centro de Vigo. Sin datos oficiales, muchos de los presentes estiman que la de ayer fue una de las procesiones más multitudinarias de los últimos tiempos. El calor no fue tan agobiante como hace un año y los creyentes, apoyados por abanicos y botellas de agua, no tuvieron que buscar refugio en los portales de los edificios.

Javier González-Babé fue el encargado de encabezar la nutrida comitiva tras ser designado por la cofradía como el portador del estandarte. Tras él aparecía la imagen del Santo, que avanzaba al ritmo de los tambores y secundada por los miembros de la Brilat de Pontevedra. A continuación llegó el turno de la Hermana Mayor, Marora Martín-Caloto; el pregonero de la celebración, Eugenio González de Haz; el obispo Luis Quinteiro Fiuza y el arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo.

Fue importante la presencia de autoridades, encabezadas una vez más por el alcalde Abel Caballero. Tras él se situaron numerosos ediles del gobierno local y del Partido Popular, además del conselleiro de Sanidade, Jesús Vázquez Almuiña.

Los primeros metros fueron los más complicados. El trayecto por la calle Real hasta llegar a O Berbés siempre es el que obliga a ir más lento a los costaleros. La estrechez de la vía y la presencia de balcones bajos exige extremar la precaución para que la imagen del Santísimo no sufra daños. Muchos son los vecinos que se asoman a sus ventanas para dejar caer centenares de pétalos de flores sobre la idolatrada figura.

La plaza de O Berbés presentaba una imagen mucho más animada que la del año pasado, cuando las altas temperaturas dibujaron un entorno totalmente despejado ante la presencia del Santísimo. Allí se unió a la comitiva una banda musical que acompañó a todos los asistentes hasta la entrada de Porta do Sol.

Los hosteleros también quisieron aportar su granito de arena a la celebración. Tanto los del Casco Vello como los de Montero Ríos retiraron sus terrazas de la calle para que los fieles pudiesen caminar sin obstáculos junto a la venerada imagen. Muchos turistas, algunos con enseres típicos de playa, presenciaron boquiabiertos a los decenas de miles de creyentes caminar por el centro de la ciudad, algunos de ellos descalzos por viejas promesas al Santo.

Uno de los momentos más espectaculares llego al paso de la imagen por A Laxe. Los barcos del puerto la recibieron haciendo sonar sus bocinas y con una tirada de bombas.

Tras ascender por Colón y recorrer Policarpo Sanz, el Cristo llegó a Porta do Sol tres horas después de partir desde la Concatedral. Tras el mensaje del obispo Luis Quinteiro Fiuza tuvo lugar la ofrenda floral y el baile regional con el que los asistentes despidieron al Santísimo, que reposará tres días en la Colegiata antes de regresar a su altar mayor.