"Qué culpa tengo yo de haber heredado esto. De que mi padre, hace muchísimos años, comprase a otro un terreno para abrir un bar y después un camping". Emilio está acostumbrado a responder de esa forma cuando le preguntan por el privilegio que representa tener una propiedad en un paraíso natural como Cíes, la perla del Parque Nacional de las Islas Atlánticas. El cabeza visible de la familia Monzonís, emblemática en la isla por regentar lo que su padre convirtió en el primer -y único hasta el año pasado, cuando abrió el de Ons- alojamiento al aire libre regulado en un archipiélago gallego, respeta esa impresión asentada entre la opinión pública de considerarle a él y a los otros 14 (contando los herederos) con propiedades en Cíes unos afortunados agraciados con un rincón de ensueño. Pero hasta el paraíso es imperfecto. Como resume el copropietario del camping, habitar en un territorio con el máximo grado de protección medioambiental como el impuesto en un Parque Nacional, tiene sus "inconvenientes".

Vista aérea de las islas Faro y Monteagudo. // Ricardo Grobas

Desde 2002, cuando los archipiélagos de Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada recibieron esa distinción nacional, la propiedad privada ha ido reduciéndose en cada una de las islas principalmente por las adquisiciones impulsadas por la Xunta de Galicia, titular de la gestión de las Islas Atlánticas. Hasta el punto de que en la actualidad solo en Cíes quedan todavía personas que puedan presumir de poseer viviendas o terrenos en esta joya insular. Y aunque son pocas en número, no más de una quincena, suman en conjunto 796.200 m 2, el 18% de la superficie terrestre de Cíes, según un informe elaborado por el Gobierno gallego.

Este porcentaje privado en Cíes incluye la superficie edificada, las ruinas, fincas, negocios... Las dimensiones de los terrenos rondan los 4.000 m2 de media, aunque los hay que alcanzan los 100.000 m2, como la superficie que rodea una vivienda localizada en San Martiño. En la isla Sur, la menor del archipiélago vigués, se produce, curiosamente, la mayor concentración de extensión privada.

El resto de las ínsulas del Parque Nacional pertenecen -con matices por litigios judiciales pendientes de resolver- a instituciones públicas. En Cortegada, la más pequeña de las cuatro, el 100% de la propiedad figura a nombre de la administración autonómica tras la expropiación cerrada en 2006. Sálvora sigue en manos del Ministerio de Agricultura, a excepción del muelle y las instalaciones del faro, que son del Puerto de Vilagarcía. También con la salvedad de estas instalaciones marítimas, la dueña de la Xunta es Ons por la transferencia del Estado efectuada en 1984, y aunque hay allí un buen número de viviendas, sus titulares reciben la consideración de "arrendatarios del suelo, no de propietarios", precisan fuentes autonómicas.

La familia Monzonís posee el ámbito de superficie correspondiente a donde se construyeron las instalaciones del camping. Otros 20.000 m2 del recinto destinado a las tiendas lo usan con una autorización de la Xunta. Como testigo directo de los cambios experimentados en el archipiélago de Cíes a lo largo de los últimos 50 años con hitos como la declaración del Parque Natural en 1980 y la de Nacional en 2002, a Emilio le sorprende que la isla todavía reúna tanta superficie privada. Sobre todo porque las propiedades en Cíes tienen un valor relativo", afirma tras enumerar algunas de las peculiaridades que a su juicio reducen el atractivo de la inversión. Las habituales en la vida en un paraje así de singular: la falta de luz y de agua corriente, el acarreo de víveres, la dependencia del transporte marítimo....

"Incomodidades que están muy lejos de padecerse en un chalecito de Panxón", comenta irónico un propietario que al igual que los otros cuatro consultados por este periódico tras relatar su malestar por quienes los ven como unos privilegiados pidieron preservar el anonimato en este reportaje. Y eso que en Vigo muchos conocen a los dueños de Cíes, como nadie duda de que el restaurante de Rodas, a pie del muelle, pertenece a la familia Freire, la del presidente de Conxemar. Pero como este, la mayoría de los dueños son empresarios muy celosos de su privacidad. "Es que nosotros estábamos aquí mucho antes de convertirse en Parque Nacional y parece como si tuviéramos que dar gracias todos los días por heredar esto", lamenta uno que critica la actitud de esos visitantes "que hasta parecen paparazzis tomando fotos de nuestras casas".

Aparte de las desventajas apuntadas, los propietarios poco pueden hacer para mejorar las condiciones de habitabilidad de sus viviendas. "No puedes hacer obras importantes, y para el suministro de agua y luz tienes que gestionártelo tú con generadores. Así que para un particular no merece la pena hacer una inversión para darse un capricho que solo podrás disfrutar durante pocos días del año", comenta Monzonís que recuerda "lo poco que le duró la propiedad a un santiagués". Un adinerado que después de pagar 25 millones de las antiguas pesetas por unas ruinas y gastar otra importante cantidad en la restauración acabó revendiendo la casa a Parques. Con este ejemplo se refiere a la conocida como Casa de Marcos, una de las contadas edificaciones habitables de la isla, y hasta el momento de venderla a la Xunta, también de las pocas que pertenecían a alguien ajeno al primer dueño o un heredero de este.

El alto grado de protección medioambiental que impera en todo el territorio impide cualquier construcción nueva al menos para vivienda. Y el resto deben estar muy bien fundamentadas o justificadas por los servicios que pueden ofrecer al visitante o en los beneficios que reportaría para el buen funcionamiento del parque. Toda la superficie está afectada por la Ley de Costas y por la declaración del Parque Nacional por lo que las puntuales obras que podrían llevarse a cabo en este territorio se limitan prácticamente a mejoras sin variación de volumen.

En consecuencia, todos los propietarios entrevistados coinciden al afirmar que "todo lo que se vende en Cíes no lo quiere nadie salvo la Xunta". Como gestor del territorio, el gobierno gallego goza en las islas del derecho de tanteo -preferencia en la compra- lo que le ha servido para hacerse con la mayoría de las edificaciones y terrenos. En los primeros años de la categoría de Parque Nacional, la dirección del territorio insular se marcó ese objetivo y cerró varias adquisiciones ante la necesidad de dotar a los archipiélagos de instalaciones adecuadas para sus trabajadores y la prestación de servicios al visitante. Pero desde hace bastante tiempo que las fincas y bienes inmuebles desaparecieron de las prioridades del Parque Nacional, así en la actualidad hay algunos en venta que languidecen esperando comprador. Y de confirmarse la previsión de los actuales, puede que nadie más se interese nunca por sentirse dueño de este excepcional paraíso.