Patxi Salinas defendió como jugador los colores del Athletic Club de Bilbao y del Celta, llegando a ser internacional con la selección española en un par de ocasiones y disfrutando en ambos conjuntos de la confianza de sus técnicos y el cariño de la grada. Se despidió de su carrera como futbolista profesional en 1998, ya con 35 años, ante 7.000 personas que le ovacionaron en Balaídos. Los celestes se enfrentaban en un partido de homenaje al combinado nacional a cargo de Javier Clemente, que también había dirigido a Salinas durante su paso por el Athletic.

Como entrenador, sus mayores éxitos hasta la fecha llegaron este año, cuando logró un histórico ascenso del Rápido de Bouzas a Segunda División B.

En todos estos años dedicados al deporte ha logrado sacar tiempo para el esparcimiento y el ocio, y recuerda el verano de 2011como el mejor de su vida. Su grupo de amigos, que intentan organizar un viaje cada año, colocaron en aquella ocasión a Las Vegas y San Francisco en el centro de la diana.

Patxi Salinas pasó "15 días maravillosos"en Estados Unidos, pero confiesa que no se esperaba así Las Vegas, sino como un destino orientado al juego, con casinos por todos los lados, todo póker y máquinas tragaperras. Pero (además de eso) se encontró con un lugar precioso, lleno de actividad y atractivo. Eligieron el hotel que aparece en la película Ocean's Eleven, el Bellagio, con sus características fuentes, y fueron a ver a Céline Dion, al Circo del Sol (cuya actuación le pareció fantástica), o al mago David Copperfield, "algo único que no olvidaré en la vida".

El fabuloso ilusionista tiró los platillos al aire para sortear quien tendría la oportunidad de acompañarle durante un truco y le tocó salir al escenario a un amigo de Salinas. Él fue uno de los cuatro que agarraron la sábana sobre la que desapareció un Cadillac.

Del Circo del Sol y sus artistas, el exfutbolista destaca una puesta en escena que califica como espectacular: "Los acróbatas salían de todas partes, incluso colgados del techo... Son unos profesionales increíbles, están considerados los números uno porque lo que hacen en su espectáculo no lo ves en ningún otro sitio; la coreografía, las luces..."

A Salinas la ciudad estadounidense le fascinó: "Llegas y te topas con glamur, fiestas durante la noche y el día, excursiones, posibilidades tan extravagantes como disparar con un 'bazuka' en el desierto, atracciones, centros comerciales repletos de famosos. Volvería con los ojos cerrados".

"Al año pasan más de 35 millones de turistas(en 2016 fueron casi 43 millones). Aquí hay de todo cuanto puedas desear, hasta simulacros de boda, la gente alquila trajes y se casa a lo Elvis Presley", asegura el vasco. Y añade que estuvo 10 días en Las Vegas "porque se quedaría corta una semana", y recuerda el viaje con mucho cariño.

"En San Francisco, tienes el Golden Gate o Alcatraz, pero luego no queda mucho más por ver. En cambio, en Las Vegas hay algo diferente para cada día", resume Salinas.

Así, en un centro comercial se encontró con Ken Norton, a quien admiraba tras haber visto su pelea contra Muhammad Ali, ese mito del boxeo. Aquel hombre, que estaba allí como una atracción más, firmando guantes e imágenes y dejándose fotografiar por 150 dólares, le derrotó el 31 de marzo de 1973. Y le rompió la mandíbula. Norton y Frazier demostraron que quien probablemente fue el mejor púgil de la historia, además era humano.

Salinas recuerda esos centros de Las Vegas como lugares donde te puedes encontrar cualquier cosa, en una ciudad que dispone de tiendas con la última moda y el mayor lujo en sectores como la telefonía móvil, la moda o la relojería. La gente, señala el exfutbolista,"viene a Las Vegas a divertirse y gastar dinero". Asegura haber visto cientos de limusinas durante su breve estancia, y el ya mítico eslogan, repitiéndose una y otra vez: "Lo que pasa en Las Vegas, queda en Las Vegas".

Aquel viaje de 2011 incluyó también un vuelo de helicóptero por el Gran Cañón de Colorado. Durante una hora desfilaron 7 helicópteros uno detrás del otro, y Salinas reconoce que entre la altura y el fuerte viento, cruzar por los cañones le impuso respeto.

Cuando pararon a repostar, los guías les rogaron que no exploraran demasiado ese entorno desértico, hostil, que parece salido de un episodio de "El Coyote y el Correcaminos". No se tomaron demasiado en serio la advertencia, y entre fotografía y fotografía comenzaron a aparecer serpientes de cascabel, deslizándose por esa tierra arenosa donde solo crecen cactus.

En San Francisco, comieron en el puerto de Sausalito y allí tomaron un barco hacia la isla y prisión de Alcatraz, lo que significó para Salinas verse inmerso en las películas de cuando era pequeño, y perderse entre sus celdas.

Y al regresar de un viaje tan intenso, después de haber atravesado Madrid, Filadelfia, Las Vegas, San Francisco y Charlotte, la ciudad más poblada de Carolina del Norte, tocó descansar y disfrutar de las playas viguesas. Una pausa merecida.