Cuando las agujas del reloj parecen acelerar su compás con cada vez más ritmo, la cesión altruista de parte del minutero cotidiano se convierte en un tesoro colectivo. En la ciudad, al menos 157 personas así lo han asumido al ceder desinteresadamente parte de su tiempo para preservar el patrimonio verde del municipio.

Participantes en la campaña estival 'Camiño a Camiño - de la que han formado parte cerca de 600 personas desde que el Concello lanzó el programa en 2012 para la sensibilización medioambiental de la ciudadanía -, admiten que, pese a la invisibilización que a veces rodea su labor, les basta con saber que el impacto de huella es tangible. A través de la mancomunación de esfuerzos, coordinados por distintos técnicos municipales, el empuje de sus desbrazadoras, podadoras y brochas cargadas de pintura han realzado el atractivo de los senderos que atraviesan los cuatro puntos cardinales de Vigo.

Tras la limpieza de maleza o la señalización de caminos, las personas consultadas coinciden en identificar una apuesta por invertir en futuro. "Lo más importante", señala Amelia Álvarez, una participante, "es conservar el legado natural para quienes nos siguen". Una labor, que además de encontrar nutrición en el horizonte del bien común, indican, tiene su parcela de beneficio personal, tanto por el espacio de convivencia e intercambio generado en la experiencia como por el redescubrimiento de entornos ya conocidos con otros ojos que esta posibilita.

En las Islas Cíes, donde el Concello ha ofertado el mayor número de plazas - 252 - las manos voluntariosas de la vecindad olívica han logrado, hasta ahora, retirar la basura existente en sendas, arenales y todo tipo de rincones con rastro de turistas así como mejorar la accesibilidad a las playas mediante la construcción de pasarelas y una plataforma para el puesto de socorristas. En tierra firme, las instalaciones de Vigozoo, junto con los caminos de Matamá-Comesaña, Zamáns, el Monte de A Guía y Candeán, en el entorno del Parque Forestal do Vixiador, han sido los protagonistas. En estas zonas, los esfuerzos se han centrado en la erradicación de especies exóticas o invasoras y en el marcaje de los senderos.

La continuidad de estas tareas, "para evitar perder lo avanzado", indica la voluntaria Amelia Villar, es la mayor preocupación de los entrevistados. Sus trabajos, como el del resto de sus compañeros -a excepción de quienes participan en Cíes- no se retomarán hasta septiembre, cuando volverán a doblar generosamente sus espaldas por la naturaleza de Vigo.

Mario Vergara // Voluntario en las islas cíes

"Es una forma de descubrir las Cíes muy diferente a la que vive el turista"

Hijo de una viguesa de Coruxo emigrada en Chile, su infancia en los montes de Quilpué ("el paraje de las tórtolas") fijaron un vínculo con la tierra que ni los años ni su licenciatura en Ingeniería han erradicado. Convencido de que "lo que le pasa la naturaleza,nos pasa a nosotros", a Mario Vergara los cinco días que ha pasado como voluntario en las Cíes le han servido para "dimensionar la riqueza" del parque. Fascinado y agradecido por el aprendizaje in situ de las entrañas biológicas e históricas de los recursos del archipiélago de boca del monitor del grupo, se lleva el recuerdo de "una experiencia muy bonita". Sobre todo, explica, porque combina la limpieza de maleza y basura o la eliminación de especies invasoras como el eucalipto con el tiempo para la"camaradería"."Trabajamos con alegría a la vez que aprendimos sobre la fauna y la flora. Es una forma de descubrir las_Cíes muy diferente a la que vive el turista", indica.

Amelia Villar (izq.) // Voluntaria en Vigozoo

"El voluntariado tiene algo que engancha; es muy gratificante"

"Hay gente que en su tiempo libre va a una cafetería a charlar, nosotras preferirmos hacerlo mientras cuidadamos el bosque".Amelia Villar, que dedicó el último mes a dejar el entorno de Vigozoo libre de acacias, admite que el voluntariado "tiene algo que engancha". Además de ser una labor que contribuye a la conservación natural, indica, genera bienestar en quien participa. "No lo ves como tiempo perdido. Conoces a gente, te lo pasas bien y disfrutas cuidando de la naturaleza, que es la que te hace ir desinteresadamente.Es muy gratificante", explica. En ese sentido, Villar hace campaña para nuevos fichajes. "No se requiere más sensibilidad que la de querer al monte", subraya. Con todo, admite que se precisa una disponibilidad horaria que no todo el mundo tiene. La creación de turnos de tarde adicionales a los de mañana, señala, facilitaría la incorporación de personas a las que las responsabilidades laborales hasta ahora se lo impiden.

Antonio Vieitez // Voluntario en senderos

"Es una labor importante. Se crea una cultura de respeto al medio"

Amante del monte desde su niñez, Antonio Vieitez lleva dos años conociendo los terrenos de la comarca, evitando que una incorrecta señalización tuerza la brújula del caminante. Parte de la tropa fiel al bosque de las parroquias viguesas, opta por dedicarse al marcado de rutas frente "a la gozada del voluntariado en Cíes". Su mayor satisfacción, señala, es encontrar a paseantes que respetan, valoran y redescubren la naturaleza de la zona tanto como él. "Hacemos una labor importante. Se va creando una cultura de responsabilidad, de respeto al medio. La gente nos ve trabajando y pregunta qué estamos haciendo", relata.Contento por haber conocido a personas"con las que de otro modo nunca habría establecido vínculos" , defiende que aunque "la iniciativa es buena" precisa de una mayor difusión e implicación institucional. "Mucha gente no sabe que existe este voluntariado. Yo, por ejemplo, me enteré por la prensa", asegura.

Amelia Álvarez // Voluntaria en O Monte da Guía

"Trabajamos por el bien común; hay que cuidar los espacios públicos"

Con una larga biografía en la lucha ecologista, la presidenta la asociación Voces polo Litoral de Teis, Amelia Álvarez, está entregada a la recuperación de los senderos del barrio. La ilusión de la entidad por revitalizarlos como ruta de conexión entre los arenales de la zona y el monte de A Guía roza la meta. Tras participar en el rescate de su flora autóctona de las garras de la maleza a partir de 2015, cuando arrancó la iniciativa, este año ha colaborado en la erradicación de especies invasoras y la señalización de caminos. Empeñada en recordar que "hay cuidar los espacios públicos", ejemplifica la prédica con una comprometida militancia en la conservación de la naturaleza, "que siempre nos da mucho más que nosotros a ella", defiende. Hasta ahora, la mayor recompensa de "trabajar por el bien común" , indica, es la satisfacción de observar la recuperación de "un lugar de enorme potencial, aún desconocido entre muchos vecinos".