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Vigo inaugura su espacio cultural en Castrelos

Su apertura en el mes de julio de 1937 se realizó tras muchos años de retraso y después de superar numerosas dificultades

Imagen del Pazo de Castrelos. // FdV

El mes de julio de 1937 fue especial para Vigo, que lograba por fin disponer de un espacio cultural definitivo para "guardar su historia", según se dijo en la inauguración oficial del Museo de Castrelos, llamado oficialmente Quiñones de León. El acto fue especial, cargado de solemnidad. No faltó nadie. Representantes de toda la sociedad viguesa, la corporación municipal, la Diputación de Pontevedra, los presidentes de numerosas entidades de la ciudad, personalidades relacionadas o no con la cultura, la banda de música y una gran cantidad de personas. Todos sabían que se abría un espacio único y exclusivo, que se ha mantenido como un referente a través del tiempo.

Pero no fue sencillo arrancar la iniciativa. Fernando Quiñones de León había donado las instalaciones al Ayuntamiento de Vigo en 1924. Se descubrió más tarde que fue solo de forma simbólica. Los responsables municipales de aquella época ya querían ubicar allí un museo. Pero se encontraron con un grave problema. Los herederos de Fernando Quiñones de León residían allí. Hasta que fallecieron no se pudieron iniciar las obras de mejora, necesarias para realizar el proyecto cultural. La Guerra Civil también fue otro inconveniente. Lo paralizó todo durante mucho tiempo. Aunque la inauguración estaba prevista para el verano de 1936 tuvo que retrasarse un año.

El donante dejó claro en el documento de cesión que el museo tendría que ser abierto al público y gratuito. También que se tuviera en cuenta que la prioridad era Vigo. Allí ya se guardaban importantes documentos, la mayor parte de ellos en cajas. En el museo se depositarían muebles, vajillas y lozas que formaran parte del patrimonio histórico de la ciudad. También cuadros. Ya existía en aquella época un acuerdo con el Museo del Prado para la cesión de obras., motivo por el cual uno de sus representantes acudió a la inauguración.

El recinto era modesto aunque espectacular en su estructura. El escenario era el mejor, según los asistentes. Pero tenía numerosas carencias. La falta de luz eléctrica era una de los principales. Aunque se intentó darle normalidad y continuidad, las autoridades tuvieron que restringir su apertura al público los jueves y los sábados. Y muchas veces no se podían cumplir con esos horarios.

El Pazo de Castrelos, donde se ubica, fue construido en 1670 y se denominó Pazo de Lavandeira. Fernando Quiñones de León, marqués de Alcedo, duque de Santo Magno y conde de Bañuelos, lo ocupó durante la última etapa antes de pasar a ser propiedad municipal. Además de convertirse en un museo también conservaba el patrimonio de sus jardines, diseñados por expertos que se inspiraron en los que existían en París. El Museo de Castrelos comenzó su andadura de forma errática y, aunque las obras costaron 5.387 pesetas en 1937, con el paso del tiempo se ha convertido en un referente.

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