Un pequeño local en la calle Manolo Martínez de Vigo cuyos dueños lo alquilaron pensando que en el mismo se iba a poner en marcha una asesoría jurídica. Pero nada más lejos de la realidad. Allí nunca se llegó a montar ningún negocio. El único uso que tuvo fue el de vivienda. Y cuando se llevó a cabo el desahucio, se toparon con que faltaba parte del mobiliario y que había importantes destrozos. "El estado de la oficina era lamentable, penoso... ; los daños habían sido hechos con ensañamiento", describió uno de los propietarios. El caso llegó ayer a juicio y en el banquillo se sentó Antonio B.A., responsable de otras dos asesorías en Vigo con servicios entre otros de abogados y que alquiló ese nuevo local a través de un joven estudiante de Derecho que trabajaba para él. El acusado admitió que en ocasiones se quedó a dormir allí -llevó una cama y una nevera- al hacerse "tarde" para volver a su casa en Caldas, pero negó ser el autor de los daños y de los consumos desorbitados de luz y agua que hubo. Y es que, en el caso del agua, los dueños llegaron a recibir dos facturas correspondientes en total a un período de cuatro meses que sumaban más de 20.000 euros. Ello por un consumo de 6.000 metros cúbicos o, lo que es lo mismo, la friolera de 6 millones de litros. De hecho, hubo una inundación que afectó al garaje del edificio.

El juicio se celebró en el Juzgado Penal 3 de Vigo. La fiscal acusa a Antonio A.B. de delitos de daños y hurto, instando a que sea condenado a 15 meses de cárcel, 6.300 euros de multa y 6.109 más por el valor del mobiliario que presuntamente sustrajo -una mesa, sillones y sillas- y del estropicio que había en puertas, cristales, alicatado, molduras, tuberías, grifería, lavado, pavimento o ventanas. "El baño estaba destrozado; y había escombros, trastos y medicinas dispersas", dijo uno de los dueños, que afirma que aún no fue indemnizado y que tuvieron que gastar 20.000 euros en arreglar el local. Junto a los destrozos, tras el desahucio se toparon comida "en descomposición" en la nevera, bebidas alcohólicas por el piso y un sujetador colgado "del perchero". El acusado, dijo el casero, se presentó "como abogado" ante él pese a que no es letrado.

El contrato de alquiler fue de 11 de noviembre de 2013. El local, ubicado en el entresuelo, fue arrendado por un joven universitario próximo a acabar la carrera de Derecho que ya trabajaba para el acusado en sus otros dos despachos, uno también en la calle Manolo Martínez y otro en calle Coruña. El acusado declaró que el chico hacía prácticas como pasante y que fue el propio joven quien le propuso alquilar la oficina para montar una asesoría entre los dos. "Pero no se llegó a poner en marcha porque no aprobó la asignatura que le quedaba y era él quien debía gestionar el negocio", afirmó, agregando que él solo estuvo acudiendo a la oficina arrendada hasta julio de 2014 -el desahucio fue en diciembre-. Negó cualquier destrozo o sustracción: "El local quedó como estaba".

La versión del joven fue distinta. Contó que la idea del arrendamiento fue del acusado, para trasladar uno de sus despachos, que no le iba bien, allí. Pero el chico, que supuestamente iba a trabajar en ese nuevo emplazamiento, empezó a preocuparse cuando, pasado el tiempo, el imputado no le dejaba ir a la oficina, pese a que pagaban entre los dos el arrendamiento. "Siempre se negaba y yo no tenía llaves; así que cambié la cerradura para entrar y me lo encontré muy desordenado", dijo.

El joven dejó de trabajar para Antonio al ver que había sido víctima de un "engaño". Y al ser preguntado por ello, contestó afirmativamente a la pregunta de si consideraba que su exjefe era un estafador.