Las escuchas telefónicas fueron clave en el arranque de la investigación. Y un equipo de la Unidad de Delincuencia Organizada y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional escuchó durante meses las conversaciones de Enrique Alonso Pais, un vigués natural de San Andrés de Comesaña administrador de la empresa Eiriña. Sus teléfonos estaban pinchados. El atestado policial dibujó una imagen de este empresario como un "conseguidor" de contratos, una persona con contactos con políticos y funcionarios de toda índole que le servirían, a tenor de los policías, para presuntamente intentar amañar licitaciones de obras. Ante sus interlocutores telefónicos, ciertamente, no dudaba en alardear de sus reuniones con cargos políticos, para ver si le " movían" la " obrita". " Es importante poner un pie, una pica en Flandes", decía en una conversación en 2013.

Sin obviar sus contactos y relaciones personales con políticos, el fiscal sin embargo desdibuja la imagen inicial que de Pais se daba en las diligencias. Y lo hace al dar crédito a declaraciones escuchadas en la causa, de investigados y testigos, que definen al constructor como alguien "amigo de presumir" y "fantasioso". O como dijo Louzán, "un falabarato". Para el Ministerio Público, mucho de lo que alardeaba "no respondería a la verdad". Más bien a una pretensión de jactarse, ante sus propios empleados o terceras personas, sobre su cercanía y supuesta capacidad para influir en conocidas autoridades.

Esta descripción de persona demasiado locuaz y extrovertida, que se escuchó en los interrogatorios sobre Pais, la ve reforzada el fiscal por una "comprobación objetiva". Que al menos en ciertos casos el empresario dio como reales circunstancias o hechos "que nunca llegaron a producirse", afirma. Lo cierto, como admite el Ministerio Público, es que en la causa finalmente no se han hallado pruebas de que gracias a sus influencias se adjudicaran obras a cambio de "dinero o recompensas".