El arte urbano vuelve a subirse al andamio. Dos de los 15 nuevos murales que este año pasarán a engrosar la colección de fachadas decoradas de la ciudad avanzan en el combate contra el feísmo del hormigón desalmado. Uno de ellos, el que ha transformado la medianera del inmueble de Telefónica en la avenida Coruña en un espacio de expresión visual crítica estará hoy prácticamente acabada.

Aunque oficialmente su autora es Mona Caron, esta recuerda que la obra es fruto de un esfuerzo mancomunado. Fue después de que el artista vigués Liqen sugiriera al Concello la participación de la muralista en la tercera edición del programa "Vigo, cidade de cor" cuando el proyecto pasó a tener tutela compartida entre ambos.Llevaban siete año intercambiando mensajes por Facebook pero nunca habían tenido oportunidad de plasmar su mutua admiración en un trabajo.

Aunque el que ahora dejan como legado a la ciudad es fruto de un boceto, conceptual y estéticamente realizado en conjunto a través de Internet, con la brocha en la mano han dividido el trabajo para, desde la antítesis, transmitir un mensaje común: "el capitalismo nos destroza pero existen huecos para escapar".

Para contextualizar la tentativa, el fondo, de "ácidos" trazos y premeditado tono "apagado" de Liqen: el retrato de una sociedad medicalizada y robotizada, sometida a ritmos de trabajos semejantes a los movimientos de un electron. "Es la representación de lo sórdido y sistematizado. El mundo del control y el orden, el mundo de Matrix hacia el que camina Occidente", explica.

En el centro de la obra, el pulso artístico de Caron dibuja la "vía de escape", las raíces en las que brota la esperanza.Una enorme planta acoge en sus hojas superiores a un grupo de personas que conversa en círculo " de manera directa, sin jerarquías ni intermediación mediática", explica la artista."No es tanto es el contraste entre el verde y la ciudad", aclara, como "el quiebre de ese asfalto metafórico que tenemos sobre nuestras cabezas. Es la naturaleza que crece y se rebela, como las malas hierbas que brotan sin permiso, como clandestinas a través del cemento, como en esta plaza.Es un símbolo de resistencia", recalca."A veces la realidad parece tan firme que ni siquiera nos atravemos a imaginar otra distinta pero siempre hay brechas, espacios sobre los que empezar", añade.

Liqen, pese a admitir ser "un poco misántropo", concuerda con su compañera. "Es un mural de conciencia", subraya. Una apuesta, en su opinión, en decadencia. "El arte urbano se ha vuelto una moda. Desde que en los 80 empezó a considerarse que en el arte vale todo, se tiende cada vez más hacia lo estético y hay menos intentos por cambiar o, aunque solo sea, distorsionar la realidad", lamenta.

Por ello, ambos coiciden en que, como resume Caron, tengamos "el ojo y el corazón abiertos para observar la belleza de las cosas más humildes". "Ojalá dejemos un mensaje que sea algo más que una firma", sentencia.