El 2 de marzo se cumplieron 18 años desde que el centenario edificio Odriozola de Vigo se vino abajo, causando la muerte a una mujer de 65 años que residía en una pequeña vivienda anexa al muro medianero que se desplomó. El caso sumó un sinfín de capítulos judiciales que en la vía penal desembocaron, para sorpresa y decepción de los afectados, en una sentencia absolutoria. Pero el recorrido en los tribunales de esta causa eterna no ha finalizado. Y es que ayer se inició en el Juzgado de Primera Instancia número 10 el juicio civil por las demandas presentadas por dos de las familias perjudicadas, que prosiguen su lucha para ser indemnizadas: la del matrimonio de ancianos que residía en el ático del edificio siniestrado -el cabeza de familia falleció el pasado año, pero su viuda continuó adelante con el proceso junto a su hijo- y la del entonces copropietario de la farmacia ubicada en el bajo. Los demandantes reclaman cantidades que entre ambos suman más de 1,7 millones de euros. La mayor partida que se pide corresponde a la botica.

La vista civil arrancó ayer con la declaración de las partes y proseguirá hoy y mañana con la comparecencia de los peritos. La demanda se formula contra la empresa Guneypro -la propietaria del inmueble colindante cuya demolición causó el desplome-, Rogina Instalaciones S.L. -dueña del Odriozola-, el contratista que dirigió la demolición y dos aparejadores, así como las aseguradoras. Comparecieron todos menos Alberto G.S., entonces responsable de Guneypro, declarada por ello en rebeldía.

Los demandantes revivieron ayer en la vista los malos momentos vividos aquel 2 de marzo de 1999 a raíz del desplome del edificio. En el ático residían Celso Penedo -que falleció el pasado 2016 cuando le faltaba poco para cumplir 100 años de edad- y su esposa María Penín, que cuenta con 86 años y que siguió adelante con la demanda junto a su hijo. El matrimonio se distinguió por su lucha para que se hiciese justicia tras perder su casa de toda la vida. "Nos dijeron que nos iban a devolver todo... Y aún estamos esperando", afirmaba ayer la octogenaria, que, tras recordar que su suegro había sido el primer inquilino -el contrato de arrendamiento es de 1933-, matizó que ellos estuvieron "63 años" viviendo allí. El hijo de la mujer contó como su padre, tras el desplome, peleó con el deseo de volver a vivir allí. "Pero era impracticable", dijo.

Sobre el estado del Odriozola antes de venirse abajo, este hombre contó que "no había humedades ni desperfectos". Durante los trabajos de demolición notaban como la casa "se movía y temblaba". "Estaba cantadísimo que iba a ocurrir un siniestro; aquello no pintaba nada bueno", comentó, agregando que antes del accidente intentó hablar con "el capataz" de la obra para advertirle, pero "no fue posible": "Hicieron caso omiso".

El otro demandante es el viudo de la farmacéutica que tenía su botica en el Odriozola. Tras el derrumbe, tuvieron que alquilar un local próximo, un espacio "horrible" en el que incluso "llovía" dentro, por el que llegaron a cobrarles una renta de un millón de pesetas. No tuvieron otra opción que ir allí. Este hombre recordó una cuestión que ya había salido a la luz en el juicio penal: que la mujer que falleció vivía atemorizada por las obras. "Temía que se iba a morir allí", afirmó.