El efecto de los peajes lusos se diluye en la raia. Tras el desplome de tráfico que padecieron a finales de 2010, tanto la autovía (A-28) como la autopista (A-3) que enlazan la comarca viguesa con Oporto empiezan a recuperarse. En 2016 ambos viales sumaron 52.900 coches diarios, un dato doblemente positivo. Primero, porque son casi 2.100 más que el año anterior. Segundo, porque apunta al volumen de desplazamientos más elevado desde al menos 2008, el primer ejercicio que documenta en su página web el instituto portugués de infraestructuras. Hace solo tres años, en 2013, cuando el nivel de tráfico tocó fondo, entre ambos viales apenas movían 42.200 conductores cada jornada.
De las dos carreteras, la que ha experimentado una mejor evolución en los últimos años es la autovía A-28. En octubre de 2010 el Gobierno de Portugal decidió gravar su uso mediante unos polémicos pórticos de telepeaje. Polémicos no por su elevado coste, sino por el complejo sistema de pago que se adoptó. Para poder usarlo los conductores extranjeros debían comprar dispositivos especiales o abonar cantidades elevadas. Esas trabas disuadieron a cientos de usuarios gallegos, que dejaron de circular por la A-28. Solo entre 2009 y 2012 el volumen de tráfico de esa autovía cayó en cerca de 10.300 coches diarios. O lo que es lo mismo, se precipitó más de un 30%.
Esa sangría no solo se sentía en las estadísticas de usuarios. Empresarios y políticos de ambos lados del Miño alertaron del daño que estaban ocasionando los peajes a la economía de la Eurorregión Galicia-Norte de Portugal. Para exigir su supresión llegaron a concentrarse y protagonizar actos de protesta. Gracias en gran medida a esa presión, los gobiernos de España y Portugal empezaron a trabajar para buscar nuevas fórmulas que permitiesen agilizar el pago de las tasas en las autovías.
Las concesionarias de Portugal adoptaron nuevos mecanismos para abonar los gravámenes, como el Easy Toll, el Toll Card o el Toll Service. Sin embargo la gran mejora no llegaría hasta 2013. Ese verano el Ejecutivo luso anunció avances en la interoperavilidad de los sistemas de telepeaje -los conocidos como OBE- entre ambos países, lo que abría las puertas a la posibilidad de usar los dispositivos de cobro automático de Galicia al otro lado de la raia.
Las consecuencias de esa mejora se dejaron sentir de inmediato. Tras encadenar varios años de caídas, en 2014 la A-28 logró un pequeño repunte de tráfico que se afianzó en 2015 para consolidarse ya de forma definitiva en 2016, cuando se situó en casi 30.200 coches diarios. El mayor incremento se constató entre 2014 y 2015, cuando en solo 12 meses la autovía ganó 5.700 vehículos.
La evolución del tráfico en la autopista (A-3) ha sido también buena, aunque mucho más estable. El único cambio brusco que reflejan las estadísticas se dio entre 2010 y 2011, período en el que el número de conductores aumentó un 23%. En solo un año la autopista pasó de registrar 17.000 vehículos diarios a 21.000. En plena crisis -lo que conlleva un descenso de tráfico por la merma en la actividad económica y los índices de empleo-, una posible explicación para ese repunte es el trasvase de conductores de la A-28 a la A-3. Durante ese mismo período la demanda de la autovía bajó un 21%.
Desde entonces la densidad del tráfico de la autopista A-3 ha ido fluctuando, aunque sin grandes altibajos. En 2016 se situó en cerca de 22.700 vehículos diarios, un 5% más que el ejercicio anterior. La evolución positiva coincide con la que se constata también en el principal eje de Galicia, la AP-9. En 2016 Rande logró su mejor resultado del lustro tras ganar 1.300 coches cada jornada.
