En los 49 años del estudio que tiene con Elías Torres, José Antonio Martínez Lapeña ha hecho "de todo". Desde el complejo de viviendas de la Villa Olímpica de Barcelona, el anexo del museo Kumamoto en Japón o el Hospital de Mora de Ebro a una jardinera o una farola. En el interminable listado, cargado de premios, hay actuaciones similares a las que se desarrollan o proyectan en Vigo. Antes de la charla que ayer dio en la sede viguesa del colegio de arquitectos, compartió secretos de algunos con FARO.

-¿Conoce Vigo?

-Poco porque solo estuve una vez, un día, para un jurado. Vi que es bastante industrial, muy activa, pendiente de los productos del mar?

-Su estudio integró una depuradora, lo que les valió un premio de la bienal de Venecia. Aquí vamos a estrenar una EDAR. ¿Cómo se logra que convivan estas infraestructuras con los ciudadanos?

-El caso de la de Barcelona es excepcional porque está muy próxima a la zona residencial. Se propuso cerrarla en una nave industrial, resolviendo el problema de la renovación del aire con una instalación mecánica. Como es inmensa, su cubierta es una plaza inmensa que la ciudad recobra como un espacio público, muy usado para eventos.

-En Vigo se proyecta recuperar la Porta do Sol para los ciudadanos peatonalizándola con un túnel. ¿Está de acuerdo con este tipo de actuaciones? ¿Cómo combinarlas con la circulación de vehículos?

-Es la solución más costosa, si el municipio se lo puede permitir?

-Se aprovecha un parking.

-También en Málaga hay una solución parecida, con lo que cubrieron el gasto. Hay puntos de la ciudad en los que la circulación del automóvil es penosa y difícil. Pero hay que peatonalizar con mucho cuidado, porque el coche acompaña un poco al ciudadano, sobre todo en ciertas calles y a determinadas horas. Algunas iniciativas para el tránsito de vehículos son problemáticas y, a veces, el comercio no es partidario. Hay que estudiarlo para cada caso.

-¿Cuál es la clave para las intervenciones urbanas como las humanizaciones?

-Barcelona es pionera y se han limitado calzadas para el coche y aumentado las aceras. Más anchas, con árboles y con mobiliario urbano, facilitan el deambular del ciudadano. El coche es como un bicho maldito y no es para tanto, pero sí que es cierto que, sobre todo en los 50 y 60, las ciudades estaban más pendientes de la configuración de los viales para vehículos que del peatón. Prueba de ello son todas esos escalextrics, viaductos, pasos elevados, cinturones altos, que ahora se están derribando. Hubo una época en que se actuó en este sentido con retraso con respecto a otros países y no aprendimos mucho la lección. Ahora se está dando prioridad al peatón y es lo más normal. Si la limitación al coche fuese acompañado de una buena red de transporte urbano...

-Otra de las intervenciones en las que puede dar consejos es en la accesibilidad mecánica en desnivel, con sus famosas escaleras de Toledo.

-Pues llevaré el proyecto para quien quiera tomar nota, pero el de Toledo también es un caso particular. Su casco histórico está en una colina, es visitado por mucha gente y la gente intentaba subir en coche, pero es una trama viaria árabe complicada sin sitio para aparcar. Un problema. El Ayuntamiento decidió restringir el tráfico y se proyectó un gran aparcamiento a los pies de la muralla y para llegar a la parte alta se dispusieron escaleras mecánicas. Podían haber sido ascensores, pero la escalera es una manera de entender el acceso como una acera rodante, más fluido.

-Vigo va a reconvertir una pacificadora en centro cultural y un hospital en tribunales ¿Cómo se debe actuar con estos iconos de una ciudad?

-Según cómo esté el edificio. Si tienen gran solidez no hay más que entrar de puntillas en ellos para resolver un programa funcional diferente del que tienen. Otras veces, hay que hacer alguna actuación de mayor contundencia. El paso del arquitecto por este tipo de edificios históricos no es que no se deba notar, pero se trata de resaltar los atributos propios del edificio sin intentar transformarlos, ya que son los que le dan este valor.

-Su estudio con Elías Torres cumple 50 años en 2018. ¿Cómo se logra una asociación tan duradera?

-Teniendo mucha paciencia el uno con el otro y con cierta independencia, pero no ha sido muy complicado.

-Han hecho parques, casas, edificios públicos, mobiliario urbano?

-¡Hemos hecho de todo!

-¿Le queda algo? ¿Alguna espinita que arrancarse?

-No. Hemos intentado no especializarnos en nada. Hay estudios que creen que si se especializan tendrán más posibilidades de trabajar, pero el arquitecto tiene que estar abierto a hacer cualquier cosa porque especializarte te quita grados de libertad y conocimiento.

-El jurado del premio Riba dijo de su estudio que tiene una sensibilidad que lo separa de los caprichos de las modas. ¿Han hecho mucho daño las modas a la arquitectura?

-Creo que sí, pero más que modas ha sido ver cómo cada arquitecto ha sabido interpretar lo que quiere la sociedad en beneficio propio. La tecnología y la industria actual son capaces de resolver cualquier cosa y han hecho que la arquitectura se produzca con independencia de la construcción racional.