"La lucha que estamos llevando a cabo desde hace décadas contra las acacias es terrible", resume el presidente de la Mancomunidad de Montes de Vigo, Uxío González. La plaga de la acacia negra, una especie que proviene de Australia, llegó a invadir por completo los montes vigueses en los noventa. "Los ocupaban de norte a sur y de este a oeste, las administraciones no hicieron nada y nos tocó a nosotros al hacernos cargo de la gestión de los montes", explicó.

Los primeros en plantar batalla a la también conocida como mimosa negra fueron los comuneros de Coruxo, San Miguel de Oia y Valladares, donde en la actualidad se ha reducido considerablemente su presencia.

Diez años después, ya iniciado el nuevo milenio, comenzaron los trabajos en los montes comunales de Saiáns, Candeán y Teis, donde ya se empiezan a ver los resultados de un esfuerzo de más de años. "Cuando comenzamos la acacia ocupaba el 80 por ciento del monte comunal de Saiáns y en la actualidad está reducida su presencia al 10 por ciento, pero aún queda mucho por hacer", informó González, que precisa que el colectivo Amig@s do Monte trabaja de forma voluntaria desde 2005 contra esta plaga.

Los rumores señalan que fue un ingeniero municipal el que introdujo esta especie al considerar que se trataba de una especie con un crecimiento muy rápido cuya madera era muy apreciada. "Todo mentira, es una madera que no vale nada. Cuando vendíamos un lote de madera de piñeiro teníamos que hacer un trato para que se llevasen la acacia y que la cortasen primero porque si no se llevaban los pinos y nos dejaban las acacias. Cuando explotó lo de la biomasa se llegó a vender a dos euros por tonelada pero otra vez hemos vuelto a que no den nada por ella", remarca González. Además, la madera de la acacia es muy pesada y precisa de un lento tratamiento, de hasta cinco años, antes de poder ser comercializada. Esta invasión es un problema mucho más grave que el que supone la de los eucaliptos, ya que en el suelo donde crecen acacias no puede nacer nada más. "Hacen copa, dan mucha sombra y tienen alguna sustancia en sus hojas que impide crecer al resto de especies", añade el también presidente de los comuneros de Saiáns, donde unas cinco hectáreas de terreno están afectadas todavía.

A diferencia del eucalipto, que muere tras romper su tronco tres veces, la acacia precisa incluso de tratamientos químicos para lograr su completa destrucción.

Desde que hace treinta años los comuneros se hicieron cargo de estas superficies, el desembolso económico ha sido muy importante y el trabajo, constante para ir ganando terreno poco a poco. "Tardamos cinco años en tener controlada una zona en la que erradicamos la acacia, con todo tipo de trabajos muy costosos que implican también fitotratamientos y cubrir el suelo con herbáceas y arbustos", añade el presidente de los comuneros de Teis, un colectivo que se ha implicado en la custodia de parcelas particulares para tener posibilidades de ganar en la batalla.

"Si solo erradicamos la de los terrenos comunales no hacemos nada porque continúa crecinedo y expandiéndose desde las parcelas particulares del entorno", aseveró Eduardo García.