¿Locos? ¿Bichos raros? ¿Valientes? Sí. Esto último sí. Pero la valentía sólo la han necesitado para dar el primer paso. Luego -confiesan- todo ha ido sobre ruedas. La experiencia es un grado. Son los ciclistas urbanos. Vigueses que han dejado el coche, la moto e incluso el transporte público de lado para moverse por el casco urbano con la única fuerza de sus gemelos. Para ir al trabajo, al colegio, salir de marcha o simplemente para hacer recados cotidianos. Nada de combustible, gases contaminantes y, por supuesto, cero atascos. Casi siempre a golpe de pedal. ¿Por qué no?Ecológico, saludable y, por increíble que parezca, más rápido. Sin preocupaciones por encontrar aparcamiento y, ni mucho menos, por tener que pagar parking, tique de la ORA o impuestos. ¿Las cuestas? "Una excusa como cualquier otra", coinciden. No se olvidan de la seguridad. Saben que hay muchos miedos, que la ciudad necesita un impulso y que falta educación. Pero ven la botella medio llena. "Cuantos más seamos, más se trabajará en esta materia", confían.

Para algunos es una forma de vida. Para otros, un aliciente para mantenerse en forma. Pero para todos: un medio de transporte.Y es aquí donde ponen el acento más reivindicativo. Se trata -remarcan- de cambiar el "chip". De dejar de ver a la bicicleta como un elemento únicamente de ocio. De ponerla a la altura de un coche, una moto, un bus? pero simplemente más frágil. Y, por lo tanto, a la que se le debe profesar un mayor respeto. En definitiva, de concienciarse que conductores, pilotos y ciclistas tienen los mismos derechos a la hora de utilizar las vías. Cada uno con sus normas, pero como iguales. Y poco a poco irá desapareciendo esa imagen de "bichos raros". Y es que cada vez son más y de todos los perfiles y edades. Y aunque a Vigo todavía le queda un largo camino por delante para que su día a día sea más seguro, los pasos que se van dando, como el carril bici que conectará Teis con Samil pasando por el corazón de la ciudad anunciado por el Concello, les hace ser optimistas. "Será un cambio radical. Si cada vez hay más gente que se anima a subirse a la bicicleta, con esta senda el efecto llamada será impresionante. Un cambio radical. Un revulsivo para que muchos pierdan el miedo", vaticina José Manuel Suárez, presidente de la asociación A Golpe de Pedal. ¿Su esperanza? Que el Ayuntamiento haga algo similar a lo que ha hecho con las motos. Abrir el camino para llenar las calles de ciclistas. Con los motoristas ha funcionado.

"¿Depender del coche en la ciudad? No, gracias"?

Fernando González lleva más de 25 años rodando por Vigo. Sus hijas, Helena y María, desde los 6. Ahora tienen 11 y 10 respectivamente, pero antes de comenzar a pedalear, la bicicleta era ya su medio de transporte habitual, ya que su padre comenzó a llevarlas a la guardería en la suya. Su día a día no se entiende sin dar pedales. Por la mañana acompaña a sus hijas al colegio Fleming desde Camelias, donde viven. "Fueron famosas. Eran las niñas de la bicicleta", afirma orgulloso. Luego se dirige al Concello, donde trabaja como informático. Pero ahí no se acaba su etapa diaria. Muchos días vuelve al centro escolar de sus hijas y las acompaña rodando hasta el pabellón de As Travesas. "Yo no quiero depender del coche", reconoce. Y lo cumple a rajatabla. Ni siquiera se sube a él en julio y agosto, cuando se trasladan a un camping en Playa América y tiene que venir a trabajar. En media hora se planta todos los días en el Ayuntamiento. Admite que la pasión de sus hijas por la bicicleta no es tan elevada como la suya. "No voy a mentir. Muchas veces prefieren ir en coche", reconoce. Estima que cada año hace unos 3.000 kilómetros solo en desplazamientos urbanos. Pero en este caso sus piernas trabajan todavía más. Suma otros 13.000 en "modo deportivo".

Fernando González ve con agrado como las bicicletas van poco a poco ganando espacio en Vigo. Los más de 300 puntos de aparcamiento por los que tanto luchó son un ejemplo. También el carril bici anunciado por el Concello. Otras medidas no han salido del todo bien. Pero él ya lo ha puesto en conocimiento de sus "colegas" municipales. Pone un ejemplo: las famosas "turboglorietas". "Normalmente a los vehículos que van por el carril derecho se les obliga a tomar la primera salida. Es el caso, por ejemplo, de la de Castelao. Pero si queremos seguir de frente tenemos que ir por el del centro. Esto nos obliga a cambiar de carril igual que los coches antes de llegar a ellas o arriesgarnos a que nos tiren si entramos mal. Es una carencia que se debe corregir", aconseja.

"Cada día somos más, por algo será"

Guillermo puede estar entre los vigueses que más tiempo lleva utilizando la bicicleta como su medio de transporte habitual: 20 años. Quizás tanto tiempo pedaleando -también hace carretera y montaña como deporte- le han permitido dar un salto que muchos considerarán atrevido en una ciudad como Vigo, famosa por sus empinadas cuestas. Hace cinco años que se "enamoró" de las bicicletas de piñón fijo. Las conocidas como fixie. Nada de cambios. Nada de dejar de dar pedales. Y así todos los días para ir a su puesto de trabajo, en la delegación de la Xunta, desde su casa, en Tomás Alonso. Unos 5 kilómetros que cubre en apenas 15 minutos. No la cambia por nada del mundo. "Las ventajas son infinitas. Te da mayor libertad, no tienes problemas de aparcamiento, es rápida... Yo el coche sólo lo utilizo para momentos muy puntuales", anota.

Reconoce que ir en fixie no es para todos. Pero que Vigo es perfectamente "rodable" eligiendo bien el modelo de bicicleta. "La de piñón fijo es como las ostras. O las amas, o las odias", ejemplifica. Se percata también de que es necesaria una mayor apuesta a nivel infraestructuras para dar mayor seguridad a los que, como él, la utilizan a diario y para que se generalice. "La gente le tiene miedo a los coches y por eso no se atreven a dar el paso. Pero cada día somos más. Por algo será", afirma optimista.

"Las cuestas ya no valen de excusa"

Esta viguesa, que trabaja en la tienda Ceroemisiones, lo tiene muy claro: "Vigo es la ciudad perfecta para la bicicleta". Así de tajante. ¿Y las cuestas? "Lo importante no son las cuestas. Para ellas hay desarrollos muy suaves o bicicletas eléctricas como la que uso yo. Lo importante son las distancias. Y Vigo es una ciudad en la que está todo más o menos cerca", argumenta.

En su caso va todos los días a su trabajo, en Montero Ríos, desde Emilia Pardo Bazán (carretera Provincial). "Tardo 8 minutos. En bus, al que me tengo que adecuar a sus horarios, 20", expone. Pero antiguamente el negocio no estaba en Vigo, sino en Baiona, a donde iba también todos los días pedaleando. El único hándicap que ve es la lluvia. "Es el principal problema, pero son recorridos muy cortos. Tampoco lo veo como un gran obstáculo", dice. Sobre la seguridad, confiesa que, al menos en Vigo, hay que andar con mucho ojo. "Aquí todavía hay que ser valiente y rezar algo cada vez que sales", bromea. "Hay muchos conductores que no respetan y que entienden que la bicicleta solo es para sudar y no un medio de transporte. Es cierto que no todos los ciclistas nos portamos bien. Por ellos es necesario que todos pongamos de nuestra parte y hacer cultura de la bicicleta", propone.

"El miedo es mayor que el peligro real que existe"

Jacobo es otro de los vigueses que hace años que se dio cuenta de las ventajas de la bicicleta. Con 14 años comenzó ya a ir al colegio en ella. Desde entonces no se ha bajado. Eso sí, ahora lo hace en eléctrica. "Es deporte, salud, limpio y se llega más rápido a los sitios", asevera. Lo de apoyarse en una "batería" para pedalear fue más por una razón higiénica que de comodidad. "Fue sobre todo por poder llegar sin sudar", explica. Aunque se mueve con ella de un lado para otro, habitualmente la utiliza para ir a NBike, donde trabaja (Fernando Conde). Pedalea hasta allí desde la Plaza de América. Habitualmente también acude a la parte baja de la ciudad para ir al banco, en García Barbón. Son unos 2,5 kilómetros que cubre en apenas 10 minutos. Sobre el riesgo al que apuntan todos aquellos que no se atreven a dar el paso, Jacobo lo tiene claro. "Es mayor el miedo que se percibe que el peligro real. Si no estás acostumbrado da respeto; pero cuando das el paso te das cuenta de que no es para tanto", atestigua. Y esto es precisamente lo que nota que está sucediendo en Vigo. "Tengo muchos clientes que han jubilado la moto y el coche y ya solo los utilizan para desplazamientos muy largos", admite.

"Con la eléctrica cualquiera puede ser Indurain"

Agustín Fariña está a punto de cumplir 70 años. Hace casi diez que decidió subirse a la bicicleta y utilizarla como medio de transporte. Fue después de jubilarse. "Quería hacer deporte y mantenerme en forma", señala. Pero con el paso de los años no se amilanó. Podría haberse bajado del sillín. "La edad pesa", admite. Pero no lo hizo. Encargó un kit para electrificar su bicicleta de paseo plegable (500 euros) y él mismo la transformó. Ahora va de lado a lado en ella. En uno de sus recorridos habituales, para visitar a su amigo Miguel, atraviesa la ciudad casi de esquina a esquina. Desde Castelao hasta Teis. Lo hace por Beiramar. Unos 6 kilómetros que cubre en aproximadamente 20 minutos y a una velocidad máxima -la permitida por Ley- de 25 km/h.

Si hace bueno, sale casi todos los días. Si llueve, no. Sobre la idoneidad o no de Vigo para andar en bicicleta, lo tiene claro. "Es una ciudad difícil para cualquier medio de transporte. Pero la gente está cada vez más concienciada con el respeto a la bicicleta", se percata. Sobre el esfuerzo que supone, Fariña lo reduce y argumenta. "Indurain tenía una potencia de 500 vatios. Un motor eléctrico ya te puede aportar 250, por lo que sólo hay que poner la otra mitad de esfuerzo para llegar a ser Induráin", asegura.

"Llego antes al instituto pedaleando que en autobús"

Hace cinco años que Miguel Ángel se decidió a dar el paso. Vive en Navia e imparte clase en el Politécnico de Torrecedeira. En apenas 10 minutos cubre los tres kilómetros y medio que separan su casa de su centro de trabajo a través de Castelao, Plaza de América y calle Coruña. ¿Por qué en bici? "Fue una buena forma de volver a hacer algo de deporte", explica. Pero en el día a día fueron surgiendo más ventajas. La rapidez, por ejemplo. "Tardo más en autobús que en bicicleta", ejemplifica. Reconoce que a nivel infraestructuras todavía queda mucho por hacer para facilitar el uso de la bicicleta. Pero destaca que muchas de las medidas implementadas por el Concello para "blindar" a los motoristas han contribuido también de forma indirecta para ayudar a los ciclistas. "Los carriles moto y los pasos adelantados para ellas en semáforos nos han venido bien también a nosotros", aplaude.