El caso, brutal, esperpéntico, está basado en hechos reales que han ocurrido en Vigo: cansada de amenazas y humillaciones, una mujer se decide a presentar una denuncia contra su expareja. Mientras investiga el caso o después de comprobar los hechos, el juez acuerda dictar una orden que impide al agresor cualquier contacto con la víctima. Si se salta esa prohibición se enfrenta a una condena. El hombre no intenta dirigirse a su expareja. No la llama. Ni le escribe. Tampoco se acerca a ella, a su casa o a su trabajo. Unos días después sin embargo el agresor cambia la foto de su perfil de WhatsApp. Como nuevo avatar usa la imagen de una pistola y un par de balas. ¿Casualidad? ¿Una amenaza velada? ¿Un intento de burlar la orden que le prohibe dirigirse a su expareja?

Desde el Equipo de Vigilancia y Apoyo Policial (EVAP), de la Policía Local, apuntan que casos como este son cada vez más frecuentes. "Son conductas y amenazas sibilinas", valora un experto, que habla incluso de "violencia psicológica" al amparo de las nuevas tecnologías y la redes sociales, como Facebook, Instagram, Snapchat o incluso aplicaciones tan extendidas como WhatsApp.

Las redes han facilitado el contacto y la comunicación. Pero también dejan huecos por los que se cuelan los agresores. "Antes era fácil saber si alguien había quebrantado una orden que le prohibía contactar con otra persona", recuerda el mismo experto: "Había un mensaje". Ahora la cosa ha cambiado. Colgar una foto cargada de connotaciones, lanzar eventos por Facebook, compartir un vídeo o una imagen a través de Instagram o Snapchat que se borra al poco tiempo de subirla, con lo que el contenido desaparece rápidamente... Ha hecho más fácil a los agresores ignorar las órdenes que buscan proteger a la víctima.

Para atajar ese nuevo reto ya no es extraño que el juzgado concluya que en casos similares el agresor está transgrediendo la orden que le prohibe contactar con su expareja. "No son comunicaciones directas, pero sí llegan a la víctima", anota el experto, quien avisa además de que esa vulneración puede terminar con el agresor entre rejas.

El uso de las nuevas tecnologías y las redes no es la única tendencia que constata la EVAP de Vigo. Otra realidad, igual de preocupante, son aquellos casos en los que los agentes detectan una "alta peligrosidad". Los agresores acumulan otros antecedentes -por agresiones, robos, intentos de homicidio...- y los episodios de violencia machista por los que se les denuncia son también igual de alarmantes.

Según las estadísticas elaboradoras por esta unidad de la Policía Local -que comparte con la Policía Nacional la lucha contra la violencia de género en Vigo- en 2016 se recibieron 102 nuevas órdenes de alejamiento y se controlaron 248. Los agentes realizaron además 6.400 gestiones, como visitas de vigilancia. Se mantiene el perfil de agresor y víctima: en ambos casos españoles y jóvenes, ya que en más del 60% de los casos registrados unos y otros no habían cumplido los 40 años.