Su incorporación a la nómina de investigadores vincula la Universidad de Vigo a nuevas áreas de estudio en la frontera del conocimiento y la impulsará en los rankings internacionales de I+D. Ocho talentos se han trasladado a Galicia desde centros punteros de EE UU, Canadá o Portugal gracias al programa de captación FellowSea del Campus del Mar. Los primeros en llegar están a punto de cumplir un año en sus nuevos destinos. Otros llevan solo unos meses. Y para todos la experiencia está resultado altamente positiva.

La convocatoria, financiada con casi 1 millón de euros dentro de la iniciativa europea Marie-Curie COFUND, les ofrece un contrato de tres años en un momento en el que regresar a España es muy complicado por la falta de plazas. Y además les garantiza seguir desarrollando investigación de alto nivel. "No solo es el esperado retorno a casa, sino que vuelves a un lugar puntero donde dispones de la última tecnología", resume Paula Sánchez Marín, que se ha incorporado al mismo grupo, Ecotox, en el que realizó sus tesis.

Después de doctorarse aquí, realizó una estancia de casi tres años en el INRS de Quebec tras la que buscó sin éxito un billete de vuelta. Así que, como solución intermedia, se trasladó a la Universidad de Aveiro con una beca de la Xunta hasta que el Campus del Mar hizo posible su vuelta.

Su campo de trabajo es la ecotoxicología y, desde su incorporación en abril del año pasado, ha empezado a utilizar técnicas de proteómica -estudio a gran escala de la estructura y función de proteínas- y tutela la tesis de una alumna.

Paula, que también ha iniciado una colaboración con el genetista Ángel Pérez Diz, investiga la disrupción endocrina, esto es, desórdenes causados por compuestos tóxicos en el sistema reproductor de las especies. "Una de estas alteraciones es el imposex, que genera órganos masculinos en las hembras y llega a hacerlas estériles. En mi proyecto busco biomarcadores de disrupción en el mejillón, que es un biomonitor por excelencia para medir la contaminación marina y sus efectos", explica.

Cuando esta investigadora ourensana se marchó a Canadá la Estación de Toralla ya estaba abierta, pero ahora celebra su evolución: "Ahora está al 100% y las instalaciones son envidiables. Y también las del Cacti en el campus. Cuentan con un equipo de proteómica que tienen muy pocos centros en el mundo y que evita que tenga que ir a Inglaterra o a EE UU a analizar muestras".

Además de liderar su propia línea de I+D, también colabora en otros trabajos del grupo liderado por Ricardo Beiras. "Participo en el proyecto europeo Ephemare sobre microplásticos marinos y en otro del plan nacional para el desarrollo de nuevos plásticos menos inocuos", detalla Paula, a quien la FellowSea también le ha brindado la esperada estabilidad en el ámbito personal junto a su pareja.

Susana Magadán Mompo y Ana Querejeta Fernández son vecinas en el recién estrenado Centro de Investigación Biomédica (Cinbio), sede de sus respectivos grupos de Inmunología y Team Nanotech.

Susana es bioquímica y llegó el pasado octubre al equipo que lidera la catedrática África González, con la que hizo su tesis, desde la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. Antes trabajó en Portugal y en Francia con una experiencia intermedia en el Oceanográfico de Vigo. En total, casi una década de trayectoria investigadora para especializarse en la inmunología de peces.

"Me marché pensando que estaría 10 o 15 años fuera y volver a casa no era lo que más me atraía de la convocatoria, sino la posibilidad de aplicar los conocimientos adquiridos a problemas de mi región o de esta zona. Y además es un programa que también te da independencia como investigador", destaca la científica viguesa.

Su área de estudio es la respuesta inmune adaptativa en peces, un campo todavía poco explorado: "Utilizo técnicas de secuenciación masiva y ómicas para entender estos mecanismos y aplicar el conocimiento adquirido a la mejora de vacunas en acuicultura".

Trabaja fundamentalmente con rodaballo y trucha, uno de los modelos más utilizados en estudios sobre acuicultura, mantiene colaboraciones con sus excompañeros de Jouy-en-Josas y Albuquerque y se ha implicado en un proyecto de su grupo, liderado por el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC, relacionado con las alergias alimentarias al marisco y al pescado.

La madrileña Ana Querejeta todavía tenía contrato en la Universidad de Toronto, antes había estado en la de Michigan (EE UU), cuando conoció la convocatoria y se animó a solicitarla. "Ya conocía a mi jefe, Miguel Correa, y a todo el departamento desde que hacía la tesis en la Complutense porque son punteros a nivel internacional en química coloidal y nanopartículas metálicas. Vi la oportunidad de iniciar una línea de investigación con cierta libertad y estoy muy contenta", asegura.

Desde su llegada hace casi un año ha vivido "una mudanza dentro de otra" pues le tocó participar en el traslado de su grupo al Cinbio, en cuyos laboratorios busca nanopartículas con propiedades ópticas interesantes para detectar contaminantes marinos. En este tiempo, ha iniciado la preparación de materiales y contactado con empresas, y está ansiosa por "aprender todo lo que viene del mar".

"El Campus del Mar me parece una idea estupenda. Distingue a la Universidad de Vigo de lo que hacen otras y conecta a químicos con oceanógrafos y otros investigadores. Queda por recorrer, pero de ahí pueden surgir proyectos cruzados. Y también tengo ganas de que los FellowSea nos reunamos para ver si es posible hacer colaboraciones", propone.

Iria Fernández Silva es otra abanderada de la cooperación en ciencia. Durante su paso por Hawái, Okinawa y California ha ido tejiendo una extensa red de contactos "muy activa" que mantendrá desde Vigo y en la que le gustaría implicar a estudiantes gallegos. "Se cultiva con esfuerzo, pero cuando das también recibes y nuestro trabajo no se puede hacer en solitario. En uno de mis últimos artículos se recogen resultados relacionados con peces de 17 emplazamientos distintos del Mar Rojo, el Índico y el Pacífico".

Lleva 6 años en la diáspora y se incorporará de forma definitiva al grupo del genetista David Posada, uno de los científicos más citados del mundo y con el ya colaboraba desde 2013, después del verano. "Estar fuera ha sido muy formativo y vi en el programa una buena oportunidad. Ya he recibido una ayuda del ministerio y para mí es muy gratificante volver y conocer la investigación que se hace en Galicia. Además de poder estar cerca de la familia", reconoce.

Su proyecto aborda la especiación y la hibridación en peces. Este último fenómeno, que se da cuando dos especies normalmente próximas se reproducen entre sí, se consideraba anecdótico pero se empieza a revelar como un importante proceso evolutivo. "El calentamiento de los océanos, que provoca que las especies cambien su rango de distribución, y el transporte de agua que realizan los barcos que recorren el planeta harán que sea aún más común", señala.

Iria utiliza como modelo un complejo de tres especies de pez ángel enano. Habitan en los arrecifes de coral y los ejemplares híbridos se distinguen por el color, un elemento muy importante en los peces porque lo utilizan para reconocer a sus congéneres durante el apareamiento.

El trabajo de campo se desarrolla en el IndoPacífico -Vanuatu, Micronesia y Christmas Island- y en el proyecto colaboran investigadores de las universidades de Vigo, Berkeley, Ryukyus (Japón) y Curtin (Australia), así como de la California Academy of Sciences, donde Iria ha trabajado con una beca Marie Curie los últimos años.

Desde más cerca, al otro lado de la frontera, se ha reincorporado Adolfo Fernández, cuya misión es la de añadir al Campus del Mar la impronta patrimonial y arqueológica. Finalizó su tesis en un centro del CNRS francés en Aix-en-Provence y después fichó por la Universidad de Coimbra. Siete años después, el pasado abril se reincorporaba al Grupo de Estudios de Arqueoloxía, Antigüidade e Territorio (GEAAT) de la facultad ourensana de Historia.

"La Universidad de Vigo es muy reconocida en otros ámbitos, sobre todo científicos, pero en la arqueología clásica nos hace falta dar ese salto de calidad y empezar a tener proyectos europeos. Lo podemos conseguir, de hecho, a pesar de ser una institución joven ya es mucho más conocida en este campo que la de Santiago", destaca.

Su proyecto estudia los orígenes de la industria pesquera y conservera gallega en el mundo antiguo. "La costa se convirtió en un lugar de explotación de los recursos marinos casi a nivel industrial. Los romanos implementaron factorías de salazón y salinas, pero también estamos descubriendo otro tipo de instalaciones como viveros de peces o trampas", revela.

A finales del año pasado, el Museo del Mar reunió en unas jornadas a expertos en arqueología de cuatro países y Fernández dirigirá en breve una actuación en un yacimiento salazonero en Punta Sobreira. "Se trata de una pequeña intervención para recoger la información antes de que se pierda, proteger los restos y volverlos a cubrir", explica.

El investigador también lidera un grupo de trabajo con los directores de excavaciones de salinas realizadas en Vigo: "Había información desde el 95 pero estaba muy disgregada y la hemos unificado para poder difundirla. Ya presentamos algunos resultados en un congreso en el sur de Francia y la idea es seguir avanzando. Vigo es un lugar único en cuanto a salinas de la época romana. Aunque se destruyó bastante, estamos a tiempo de concienciar a autoridades y población para proteger los restos. Y también para seguir descubriendo".

Aunque el día de su presentación el rector se comprometió a intentar retener a los FellowSea cuando se acabe su contrato, la continuidad todavía no está garantizada: "Sabemos lo difíciles que están las cosas y si tenemos que marcharnos ya conocemos el camino", plantea Adolfo. Pero mientras tanto todos quieren exprimir el tiempo y confían en que el Rectorado les permita impartir docencia en los grados, algo que por ahora solo pueden hacer en los másteres. "A todos nos apetece", destaca el arqueólogo. "Las clases deben estar conectadas a la investigación actual, sino todo se queda en un libro de texto anticuado", añade Ana Querejeta.