El ciclismo los unió y ni siquiera un trágico atropello ha podido arrebatarles esta pasión. Enfundados en su maillot y acompañados por su fiel compañera de pedaladas, ocho de los ciclistas víctimas del atropello múltiple que sufrieron hace 365 días en la carretera PO-552 se reunieron frente al puente de A Ramallosa para iniciar una nueva ruta sobre sus bicicletas. Aunque sus heridas están cerradas, el recuerdo del trágico todavía supura en muchos de ellos. "Los primeros meses fueron muy duros pero luego te vas dando cuenta que no puedes permitir que el accidente te frene. Así que con mucho trabajo nos hemos vuelto a subir a la bicicleta y a rodar todos en pandilla, lo que sí yo nunca he vuelto a pasar por el sitio del accidente, son recuerdos muy malos, demasiado brutales". Habrá pasado un año del siniestro, pero las palabras del vigués Luis Testero evocan a un presente todavía complicado de digerir.

Él fue uno de los catorce ciclistas que el 12 de marzo de 2016 fueron arrollados por un octogenario al volante de un todoterreno mientras discurrían por la carretera que comunica Baiona y A Guarda. El conductor paró el coche a escasos metros del atropello y después prosiguió la marcha hasta el restaurante Area Grande, en la misma localidad, donde relató lo ocurrido.

José Antonio Casás, más conocido como "Ñito" perdió la vida en el acto mientras que su compañero Diego Freiría, de la peña ciclista "Os Mansos" fallecía a principios de año tras nueve meses en coma. Al conductor de 88 años que quedó en libertad tras su paso a disposición judicial, le fue retirado el carné de conducir y se le investiga por un homicidio imprudente y lesiones. "Ni le he perdonado ni pienso olvidarlo. Porque una cosa es tener un accidente y otra cosa es después de haberlo tenido, que podría haber sido inevitable, darse a la fuga, pararse a 300 metros, mirarnos, meter primera y marcharse dejándonos ahí todos tirados. Eso es imperdonable", sostiene Testero, quien asegura sentirse "ofendido" tras las declaraciones del conductor ante la juez. "Dijo que le habíamos cerrado el paso. Que él iba bien, que iba despacito. Con todo el hospital lleno de mis amigos y otro enterrado afirmar eso es muy duro", apunta.

"Vivir un suceso como este en primera persona es escalofriante. Éramos un pelotón de 14 de los cuales tiró a diez. Tuve la suerte de que no me pasó nada, pero el que iba justo delante de mí era Diego", relata Testero, quien celebra que poco a poco sus amigos han ido mejorando de sus lesiones. "Tres siguen en rehabilitación, tanto con psicólogos como físicamente. Más o menos han podido volver a su vida diaria, pero aún queda un largo camino para algunos, en especial nuestro compañero José Antonio Vilán, que fue el que se llevó el peor golpe", explica, apesadumbrado Luis Testero.

Sin embargo él, al igual que otras víctimas del suceso no han perdido la sonrisa y cargan a diario las pilas para afrontar un nuevo día. "Hay que intentar olvidarlo, cada uno a su ritmo pero superarlo. Por ello quedamos con frecuencia, somos amigos, somos una pandilla nos que mueve la pasión por la bicicleta y no vamos a dejarla por este suceso" .