La exploración más sorprendente de cuantas protagonizaron este grupo de Montañeros Celtas en la primera fase de su peculiar investigación se llevó a cabo en pleno corazón urbano de Vigo. Aunque en este caso la curiosidad por estudiarlo venía de muchos años atrás, de cuando uno de ellos era un chaval que prefería las aventuras al fútbol. "Una de esas aventuras era bajar con unos amigos, desde Travesía de Vigo a la antigua vía del tren y seguir hasta la entrada de un enorme túnel cerca de García Barbón. La entrada era enorme y la oscuridad de su interior total, así que entrábamos todos juntos con ayuda de una pequeña linterna", rememora.

En aquellas incursiones los intrépidos adolescentes descubrieron que el túnel contaba con varios tramos secundarios en su interior, mucho más pequeños, "donde podíamos entrar a gatas". "Jugábamos a ver quién se atrevía a llegar más lejos a oscuras, dejando como prueba una rama al final del recorrido", relata. Observaron también garitas de protección en los laterales y en algunos zonas pequeños desprendimientos en el techo. Pero lo más curioso, enfatiza, "era el final del túnel, tapiado, con un pequeño respiradero en la parte superior. Siempre nos amontonábamos junto a la pared para intentar ver lo que había al otro lado".

Con este recuerdo interiorizado decidieron que había llegado la hora de despejar de una vez por todas el enigma de aquel túnel de la niñez. Como ocurre incluso en investigaciones más complejas, la memoria popular ofreció pistas cruciales. "Recorrimos el barrio preguntando a los vecinos con la suerte que nos topamos con una señora que vivía en uno de los edificios construidos sobre el túnel", cuentan aún fascinados.

Caminando por Rosalía de Castro, la vecina les contó cómo el antiguo "Tren del pescado" circulaba por el túnel de García Barbón hasta salir justo donde ahora se encontraba su edificio;y continuaba por la antigua calle Roupeiro para acabar en el muelle del Comercio.

"Nos dijo cómo era antes el antiguo barrio de Roupeiro y fue creciendo Rosalía de Castro hasta tapar la salida del túnel. Que la existencia del túnel quedó olvidada hasta la construcción de un parking subterráneo, que tuvo que hacerse más pequeño, y que incluso tiembla el edificio cada vez que pasa un Vitrasa". A esta información la señora sumó las indicaciones necesarias para que el grupo lograra llegar al túnel. Cuando dieron con él no daban crédito. Lo que "había al otro lado" era una plaza de garaje, la número 17, "posiblemente el garaje más antiguo y con más historia de toda la ciudad", ensalzan sus descubridores.