Ana Vila forma parte de la primera promoción de Ciencias del Mar y dio sus primeros pasos como científica en Samil junto a la profesora Irene Alejo, con la que sigue en contacto. Experta en morfodinámica, ha estudiado las costas de varios países -acaba de pasar 10 días haciendo trabajo de campo en Maldivas- y actualmente es la subdirectora de la estación de investigación de One Tree, un pequeño islote en plena Gran Barrera de Coral.

-Empezó su carrera analizando los efectos negativos del paseo de Samil y ahora estudia la Gran Barrera de Coral. ¿Se imaginaba un salto así?

-No, nunca me lo imaginé, la verdad. Mi investigación trata sobre cómo el agua mueve la arena y cómo esto acaba modificando la costa a varias escalas. Trabajé en Samil y también en bocanas de marea en el sur de Portugal, en playas de Australia, en la costa del Amazonas en Brasil y ahora en la Gran Barrera. Nunca planeé el siguiente paso, sino que me fui agarrando a las oportunidades y las colaboraciones según surgían.

-¿En qué proyectos está involucrada actualmente?

-Tengo dos proyectos principales. Uno de ellos está relacionado con la morfodinámica de arrecifes de coral y estudio los procesos que los modifican y cómo los cambios del nivel del mar controlan dichos procesos. Hemos publicado artículos que demuestran que la mayoría del relleno sedimentario en los arrecifes del sur de la Gran Barrera ocurrió hace 6.000-2.000 años durante un periodo en el que el nivel del mar estaba unos 80 centímetros más alto que ahora. Y también tenemos resultados sobre el papel de los arrecifes en la disipación de la energía del oleaje. El siguiente paso, que ya hemos comenzado, es el desarrollo de modelos numéricos para reproducir el pasado geológico y estudiar diferentes escenarios de futuro. El segundo proyecto, con el que llevamos poco tiempo, aborda la evolución, respuesta a temporales y recuperación de playas encajadas, tanto en la costa abierta al oleaje como dentro de estuarios tipo ría. Me lleva de vuelta un poco a mis orígenes con Samil. Y también tengo colaboraciones internacionales en morfodinámica de corales con Japón y Nueva Zelanda.

-También forma parte de la asociación SRAP de investigadores españoles en Australia-Pacífico que nació en 2015, ¿cuál es su actividad?

-Vamos creciendo despacio y seguimos haciendo muchas cosas. Ahora contamos con la ayuda financiera de las fundaciones Ramón Areces y Consejo España Australia, lo que nos permite organizar más eventos. A finales del año pasado organizamos el Foro de la Luz, que fue un éxito. Invitamos a investigadores, artistas y representantes de la industria y de las administraciones. Fue muy interesante, se habló desde tratamientos de cáncer a fotografía, pasando por astronomía. ¡Increíble!

-Además de la falta de recursos, la burocracia es uno de los problemas del sistema de I+D español. En Australia, por ejemplo, no existen las oposiciones. ¿Sería deseable una selección similar aquí?

-Cualquier cosa que agilice las contrataciones internacionales sería buena para el sistema. Es imposible explicarle a un australiano que para trabajar en España tendría que hacer meses de papeleo. Le resulta impensable. Pero algunas cosas empiezan a moverse en este ámbito, hay algunas oportunidades realmente abiertas con algunas instituciones en Cataluña y el País Vasco.

-¿Se reconoce por ahí fuera a la universidad viguesa?

-Vigo es joven y relativamente pequeña. No es Harvard ni Cambridge, pero en ella se realiza muy buen trabajo y no tiene mala reputación. Además, los exalumnos que estamos desperdigados por el mundo adelante vamos dejando el pabellón muy alto. Yo siempre explico con orgullo que ahora estoy en una universidad muy grande pero que salí de dos universidades pequeñas, la de Vigo en España y la del Algarve en Portugal.

-Trabaja en la Gran Barrera, un tesoro natural y, al mismo tiempo, una fuente de ingresos para el país. ¿Es posible preservar el medio ambiente sin renunciar al turismo?

-Se puede hacer, ¡claro que sí! Los problemas más graves de la Gran Barrera no son debidos al turismo, sino que están asociados a la contaminación terrestre, dragado de canales y puertos para exportación de carbón, y al cambio climático, incluyendo calentamiento global y acidificación del mar. Los investigadores debemos informar y no alarmar. Lo malo es que muchos gobiernos no escuchan y se guían por beneficios económicos y políticos a corto plazo. El año pasado ocurrió el tercer evento global de blanqueamiento de corales debido al calentamiento del mar. El primero fue en 1998 y el segundo en 2002. No tenemos ninguna evidencia científica de que hayan ocurrido en el pasado, de hecho, la gente lleva muchas décadas buceando en arrecifes de todo el mundo y un evento así no pasaría desapercibido. Sus consecuencias pueden ser dramáticas. Si el agua vuelve a su temperatura habitual rápidamente, la mayoría de los corales se pueden recuperar, pero si se queda a altas temperaturas durante mucho tiempo, como ocurre durante estos eventos globales, la mortalidad aumenta y tarda muchos años en recuperarse. Está claro que la solución pasa porque los gobiernos espabilen y cambien a energías renovables, lo cual hoy en día es más que viable. Y hay investigaciones que demuestran que no supondría incrementos en el precio de la energía.