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Luis María Uriarte: "La benignidad de las penas anima a muchos narcos a seguir delinquiendo"

Uriarte afronta sus últimos días en Pontevedra antes de su traslado a la Fiscalía General del Estado

Uriarte, ayer, en Pontevedra. // R.V.

Tras siete años en primera línea en la lucha contra el narcotráfico como fiscal antidroga de la provincia de Pontevedra, Luis María Uriarte afrontará un nuevo y diferente reto profesional, en este caso en su Madrid natal, en la secretaría técnica de la Fiscalía General del Estado.

- Tras su larga etapa como fiscal antidroga, ¿cómo queda la situación del narcotráfico en la provincia ?

- Desgraciadamente queda más o menos igual que cuando llegué. No parece que el narcotráfico se acabe. Quizás esto sea debido a que nuestras penas, las penas que contemplan nuestras leyes, son demasiado benignas. Eso hace que la gente cometa delitos de narcotráfico, entre en prisión y les dé tiempo a cumplir la pena, salir y volver a cometer un nuevo delito? Esa benignidad de las penas atrae a demasiada gente para seguir delinquiendo. En definitiva, lo dejo igual, con organizaciones traficando con droga.

- ¿Cuál es el contexto actual del tráfico de cocaína en Galicia?

- Está más o menos igual. La cocaína viene de Sudamérica, debe cruzar el océano y lo normal es que venga en barco. ¿Qué ha pasado en los últimos años? Que los contenedores han obtenido mayor protagonismo. Y esto motivó que otros puertos se hayan convertido también en puerta de entrada de cocaína: está entrando mucha cocaína en España por Valencia y por Algeciras y, en el ámbito europeo, por los puertos holandeses y belgas. En eso sí hubo un cambio. Pero sigue existiendo transporte por mar, sobre todo porque un barco trae más cantidad que un contenedor. Por otro lado, las organizaciones asentadas en Galicia tienen contacto con las redes exportadoras de esta droga desde hace años y siguen explotando esos contactos. En definitiva, Galicia sigue siendo puerta de entrada de la cocaína, aunque el porcentaje que entra por aquí es menor que hace años al irrumpir esos otros puertos.

- Varios operativos evidencian un aumento de incautaciones de heroína, ¿las causas?

- Esto debería responder a que hay más heroína. Y hay más heroína porque hay mayor demanda. No es una conclusión infalible, pero de ser así, apuntaría dos causas. La primera es el desconocimiento de las nuevas generaciones sobre el daño que produce la heroína. En los 80 y 90 el destrozo que causó en la sociedad española fue brutal y hubo campañas de concienciación que culminaron con éxito, ya que en cierto modo desapareció el consumo de esta droga. Quizás por ello en los últimos años esas campañas se centraron en otros estupefacientes, encontrándonos ahora con gente que empieza a consumir heroína, cuando es la droga más dañina y adictiva que existe.

- ¿Y la segunda razón?

- La segunda está ligada a la poca gravedad de las penas para el narcotráfico en España. Esto favoreció el asentamiento de redes criminales, entre ellas de las organizaciones que hoy en día dominan el tráfico de la heroína, que son sobre todo de centroeuropa. Las últimas investigaciones indican que hay varias asentadas en España.

- Hace especial hincapié en la "benignidad" de las penas...

- En 2010 se modificó el Código Penal y se rebajaron las penas. Es una decisión política que respeto. Pero lo que me llama la atención es que fue una reforma introducida por una enmienda en el Senado: no parece algo programático, algo suficientemente estudiado. Cuando digo que las penas no son especialmente graves, es un dato objetivo y contrastable. Basta con coger cualquier sentencia de las que dictan cualquier audiencia española o la Audiencia Nacional y compararlas con las penas que por la misma cantidad de droga imponen tribunales de Francia, Portugal, Italia, EE UU... Basta con ello para comprender que una organización se sienta mucho más cómoda en España que en otro país.

- Sobre las condenas llama la atención que las que se imponen por la venta de un par de papelinas a veces son casi tan altas como las que reciben los acusados de grandes alijos tras negociar pactos de conformidad.

- Efectivamente. Quizás no supimos modificar la ley. El fin que se perseguía con la rebaja de penas eran esos casos de menor entidad, pero la consecuencia es la que usted expone. Cuando alguien vende droga porque es un enfermo, un adicto, porque necesita financiarse el consumo de droga, las penas no deben ser tan graves. Al Estado le interesa más rehabilitar a esa persona, reinsertarla en la sociedad y curarla, más que meterla en la cárcel. Pero el que vende un kilo de droga, dos o por supuesto 50 no es un enfermo. Y sin embargo muchas veces reciben ese mismo trato. Quizás ese es el problema.

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