Un mes atrás, el abogado y empresario José Manuel Fernández Alvariño recibió la llamada de la Decana de los Abogados, Lourdes Carballo anunciándole la imposición de la insignia de oro del Colegio por sus cuatro décadas de trabajo. "No lo considero como un mérito, el auténtico mérito es la supervivencia de 40 años en esta profesión. Lo primero es felicitar a mis otros compañeros, que también han sobrevivido conmigo", narra Fernández Alvariño, quien reconoce que su vida ha sido "puramente empresarial". "Siempre he ejercido como abogado de empresas. Pertenezco a una empresa familiar, esta ya es la tercera generación, y como hacía falta un abogado, pues fui yo", explicaba ayer el también actual presidente de la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio viguesa.

Sus principios los recuerda con cariño. "El formar parte de una empresa familiar me dio dos ventajas, por un lado tenía un empleo muy estable y por otro que mi padre no me discutía las minutas", bromea el letrado. Impulsor junto a su familia del Club Financiero, su estancia al frente del grupo Alvariño nunca le hizo dudar de "los estudios para los que había ejercido, la abogacía". "Es un mundo apasionante porque no es matemática pura; el derecho es interpretación. Hay veces que es positiva y otras es negativa. Lo bueno del derecho es que siempre estás elucubrando una posible solución", destaca Fernández Alvariño.

Si algo avala dentro del ámbito judicial es la intermediación, la solución extrajudicial de conflictos. "El primer punto siempre debería ser primero la intermediación, tratar de llegar a un acuerdo entre las parte que evite juicios que pueden arreglarse hablando. Es una forma más ágil, económica y rápida que espero y confío que pueda aplicarse también al ámbito empresarial", concluye José Manuel Fernández Alvariño.