Tiene 21 años pero en el currículo ya incluye su experiencia como consejera de España ante la ONU en temas tan relevantes como el proceso de paz de Colombia. La viguesa Celia de la Hoz Sacasa, estudiante de Relaciones Internacionales en la IE Business School de Madrid, fue seleccionada entre centenares de universitarios españoles para trabajar durante 9 meses en Nueva York con motivo de la participación de nuestro país en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como miembro no permanente. Una experiencia "increíble", que finalizaba el pasado diciembre y que le ha permitido "ponerse en la piel" de otras nacionalidades y culturas.

"Trabajar en la ONU es el sueño de cualquiera. La presencia de España en el Consejo es algo histórico, solo ocurre cada 10 o 15 años, y los 9 universitarios que fuimos elegidos tuvimos desde el minuto uno plena responsabilidad y asistimos solos a muchas reuniones. A mí me tocó Colombia y el proceso de paz en los aspectos humanitario y político, además de los países africanos Mali, Sudán del Sur, Sudán y Liberia. Mi labor era asistir a tres diplomáticos de la Misión Permanente de nuestro país que eran tres profesionales como la copa de un pino y se portaron conmigo fenomenal. Es un orgullo poder haberles ayudado", reconoce esta antigua alumna de Las Acacias.

Los jóvenes consejeros formaron "una segunda familia" en Nueva York, una ciudad "muy dura e ingrata", no oculta Celia, en la que tuvieron que esforzarse mucho: "Al principio, sobre todo, me resultó muy difícil porque no tenía un gran conocimiento sobre algunos países, pero los diplomáticos me recomendaron lecturas y me dejaron apuntes. Aprendí muchísimo, la experiencia fue maravillosa y acabé enamorándome de África. Acostumbramos a ver estos países desde nuestra perspectiva, pero hay que conocer su cultura para entender sus decisiones. Ellos se quejan de que intervengamos o queramos mejorar su forma de vida. Otra cosa son las violaciones de derechos humanos, pero falta comprensión por nuestra parte".

Celia también se ha hecho experta en el lenguaje diplomático. "Me costó porque dicen una cosa pero están intentando trasladar lo contrario y hay muchas fórmulas hechas, por ejemplo, para decir que van a estudiar algo cuando en realidad no lo van a considerar. Aunque resulta muy útil", asegura.

Para alguien que aspira a cambiar el mundo, sin embargo, el complejo y a veces extremadamente lento funcionamiento de la ONU resultó una decepción. "A los nueve nos ocurrió lo mismo. Te das cuenta de que no tiene nada que ver con lo que te imaginabas. Hay reuniones de horas que no llegan a nada porque ningún país quiere ceder y diplomáticos que leen un papel impreso cuando están hablando de vidas humanas. Hay que ser más empático. Si la estructura cambiase me gustaría trabajar en la ONU, pero tal y como está creo que me amargaría luchando contra una pared", admite.

Interés por la política

Desde muy pequeñita, Celia quiso dedicarse a la política y estudió idiomas -domina el alemán, el inglés y el francés- para "entender mejor las culturas". Aunque no descarta esta salida, la joven viguesa lamenta que en España "el talento no está bien considerado". "Me encantaría ayudar a mi país. Hay muchos jóvenes bien preparados que tenemos algo que decir, pero no nos escuchan. Y habría que dejar las etiquetas a un lado. No se trata de ser de derechas o de izquierdas, sino de pensar en lo mejor para el ciudadano. Hay que ser prácticos y preocuparse por lo que cada uno puede hacer a pequeña escala para mejorar en general", sostiene.

En 2017, acabará Relaciones Internacionales y también Psicología, carrera que decidió cursar de forma simultánea a través de la UNED: "Estudié idiomas para entender a los países y ahora me interesa cómo entender a las personas".

Ya ha tenido alguna oferta laboral, pero todavía no ha decidido su próximo paso. "Quizá los jóvenes pequemos a veces de idealistas, pero me gustaría hacer algo que cambie un poco la sociedad en la que vivimos. Estoy valorando opciones y tampoco descarto crear una ONG o institución. Me gusta mucho el emprendimiento social, un campo nada explotado. Se trata de crear un impacto en las comunidades. En lugar de enviar comida a África, hay que ayudarles a desarrollarse por sí mismos y generar sus propias ideas. Recuerdo que en una conferencia de Sudán mientras estaba en la ONU decían que las ONG les enviaban libros a los niños cuando no sabían leer ni el valor que tenían", comenta.

Celia siempre tiene la maleta hecha "para salir corriendo", así que tampoco descarta marcharse al extranjero: "Las oportunidades solo pasan una vez y me iré donde crea que más puedo aportar, a Zimbawe o a Portugal. Mi vocación en la vida es ayudar a construir la paz y oportunidades. Y voy a intentarlo. Tampoco me importaría dedicarme a la promoción de España. Cuando sales te das cuenta de que tenemos de todo y de que no nos vendemos bien".