La parroquia de Bembrive desafió al temporal que durante toda la jornada azotó a la urbe olívica y disfrutó de su día grande por todo lo alto. Miles de personas se citaron alrededor de su iglesia para acompañar a San Blas. El sanador de los males de garganta, como así se le conoce, se atrevió a salir en procesión, aunque limitó su recorrido al perímetro del templo por temor a una tormenta. Mientras tanto, numerosos vecinos abarrotaban los furanchos abiertos para la ocasión y que actuaron, por un día, como centro neurálgico del ocio en la ciudad.

El mal tiempo y que la festividad coincidiese con un día laboral disminuyó la multitud habitual, algo que notaron los allí presentes. "Normalmente en las inmediaciones de la iglesia no se puede caminar y te diría que es complicado hasta respirar, pero hoy no tienes problema alguno para pasear por aquí", señala Moisés González, vecino de la zona.

Los que sí acuden son los adeptos a la jarana. Y muchos. Un ejemplo es el colectivo ferroviario, que lleva viniendo a la parroquia desde hace casi 25 años. "Ya se ha convertido en una tradición y muchos piden el día libre con meses de antelación para no perderse la fiesta", comenta uno de sus miembros. Poco a poco van recibiendo a compañeros y uno de los momentos más especiales llega con la aparición de Luis Mariano, que viene andando desde la ciudad. "Es más difícil subir que bajar porque luego ya vas más contento y cuesta menos", bromean sus amigos.

Los más madrugadores fueron los fieles a San Blas, que desde primera hora de la mañana se acercaron hasta la parroquia para pasar sus pañuelos por su cuerpo. "Segundos después de tocarlo me lo pongo en el cuello para que me proteja", indica Rocío Hernández, asidua de la festividad. Pero no solo se acercan personas con complementos para sus gargantas. Estampitas, fajas y hasta barras de pan pasaron ayer por la iglesia para recibir la bendición del sanador.

El acto central de la jornada tuvo lugar gracias a la valentía de los encargados de llevar al santo en procesión. Cuando comenzaron a repicar las campanas, la lluvia se tomó un ligero descanso y los portadores de las figuras religiosas se lanzaron a la calle para dar una vuelta a la iglesia. "Si hay una posibilidad de salir, la aprovechamos", comenta una de ellos. Para amenizar la procesión, varios miembros de la banda de Bembrive tocaron una marcha 'Triunfal'. "Hace años que venimos nosotros porque desde que se separó la anterior agrupación este acto se hubiese quedado sin música", advierte uno de ellos. Su labor se limita estrictamente al momento en el que San Blas abandona el templo.

Diferente cometido tienen otras charangas. Una de las más conocidas es la de Os Pianicos, que año tras año ameniza las comidas de todos los presentes en los furanchos. "Hoy es un día de fiesta para todos los que estamos aquí y que mejor manera de divertirse que comiendo, bebiendo y cantando", señala uno de los miembros de la agrupación.

Ese ambiente festivo lo comparten un grupo de amigos que siempre acuden disfrazados hasta la iglesia. "Este año nos toca venir de toros porque somos muy machos", comentan.

Una vez que el santo se resguardó de nuevo en el templo, la lluvia volvió a hacer acto de presencia. No le importó a nadie. La fiesta ya había comenzado y nada podía detener las tapas de cocido y las jarras de vino, plato y bebida estrella. Un año más, San Blas aunó armonía, juerga y fe durante una jornada en la que los dolores de garganta desaparecieron para aquellos que se acercaron hasta la parroquia y rindieron tributo a uno de los santos más populares de la ciudad.