Nunca está de más recordar que cien años son una cifra muy poco frecuente ya se trate de personas o, menos aún, de instituciones.

Pero no se trata sólo de cien años mirando hacia atrás, hacia el origen, sino que una institución educativa por excelencia como el Colegio Apóstol Santiago de Vigo, ha vivido y sembrado formación humana, moral y cristiana a muchas generaciones que, por lo menos durante cien años más, estarán produciendo y reproduciendo los efectos benéficos de la educación recibida. Como lo atestiguan los casi 20.000 alumnos que pasaron por sus aulas y la incontable cantidad de destacadas personalidades en todos los sectores de la sociedad como importantes empresarios, artistas, políticos, deportistas, investigadores, escritores y periodistas, médicos, abogados, jueces? y un largo etcétera. Hasta un santo canonizado por la Iglesia Católica entre quienes dieron su vida en el colegio.

Si como dice el Evangelio "por los frutos los conoceréis", el Colegio Apóstol Santiago puede sentirse orgulloso de la siembra realizada y, como se dice vulgarmente, suma y sigue en el empeño de mejorar la educación adaptándose a los tiempos pero manteniendo siempre unos valores humanos y cristianos inalterables. Es por eso que existe un reconocimiento universal de que la educación jesuítica "imprime carácter".

Pero hay más, porque no son lo mismo cien años en tiempos de paz y tranquilidad que hacerlo entre tremendos cambios y dificultades.

El colegio de Vigo, tuvo que peregrinar por diversas sedes: Nació en Coruña, en 1872; se traslado a Camposancos (La Guardia), en 1875; luego a Vigo, en 1916, para instalarse en el viejo edificio de La Molinera; a continuación, traslado progresivo a Bellavista desde 1917 a 1928; expulsión de la Compañía de Jesús de toda España, con expropiación de todos su colegios y propiedades, en 1932 ; traslado a Portugal durante el exilio, hasta 1936; regreso a España a los balnearios de Mondariz (Pontevedra) y Guitiriz (Lugo) porque su colegio estaba convertido en hospital de guerra; hasta que, finalmente, ¡esperemos!, en 1940 vuelve a Bellavista. El P. Evaristo Rivera, historiador del colegio, lo llamó acertadamente en su libro "el Colegio peregrino".

Más allá de filias o fobias, que de todo habrá, no hace falta ser demasiado listo para darse cuenta que algo bueno deber tener el Colegio Apóstol Santiago cuando a pesar de tantas vicisitudes ha sabido no sólo sobrevivir sino salir siempre fortalecido para seguir educando a sus alumnos para ser personas equilibradas, competentes, responsables y solidarias.

La validez de la educación recibida se manifestará claramente en la placa de bronce que hoy, sin ningún espíritu triunfalista, será colocada en la fachada del colegio por la Asociación de los Antiguos Alumnos: "En agradecimiento por la formación y educación recibidas". Al César lo que es del César.

Personalmente y en representación de muchos que piensan igual: Gracias, querido Colegio Apóstol.