Definir a Javier Guerra (Vigo, 1964) como político, en el sentido convencional del término, sería una exageración. Lo suyo no es la diplomacia ni los pañitos calientes. Ni el buenrollismo. Guerra habla alto y claro, y eso tiene un coste en la vida pública, en donde no es visto "como el tipo más simpático del mundo". Sin embargo, todos, hasta sus más acérrimos detractores, le reconocen una valía profesional elevada -muy por encima de la media de la clase política-, "pero lo fastidia con ese toque de orgullo y prepotencia".Y es que este licenciado en Ciencias Económicas y exitoso empresario es así: o lo aceptas como es o mejor dejarlo pasar.

Con altas responsabilidades en firmas como Camper o Nike y creador de la marca El Niño, Corina Porro le incorporó para que le hiciese cuadrar las cuentas del gobierno municipal. Y poco más. Porque Guerra rechazó cobrar. Tenía que atender unos negocios que le hicieron amasar una fortuna.

El salto a la fama se produjo en 2009 cuando Feijóo lo incluyó en su primer Gobierno. Entonces tuvo que lidiar un mihura, la Consellería de Economía e Industria, entre otras responsable del fallido concurso eólico. Pero su baraka concluyó en 2012. Feijóo vuelve a ganar, forma gobierno y confirma a todos los conselleiros... excepto a Guerra. Esta exclusión abrió una herida en su orgullo que a duras penas cicatrizó.

Tras cuatro años de diputado autonómico, pero perdido en el poleiro, hoy Guerra se siente fuerte como para echar un pulso a Feijóo. Quiere cambiar el partido, alejarlo de Santiago y ponerlo en manos de la militancia. Un PP de verdad vigués. Y aunque lo suyo son las empresas arriesgadas, ésta parece la mayor que hasta ahora ha emprendido.