El PP vigués atraviesa un momento inédito en su historia. Tradicionalmente una formación obediente y en ocasiones hasta sumisa -siempre a las órdenes de la dirección gallega-, el debate, la discrepancia, incluso algún conato de protesta podía darse, pero al final todos se ponían firmes a la voz del patrón de Santiago. Constituía un ejemplo de disciplina. Así que las elecciones de su líder eran poco menos que un trámite. El dedo del presidente gallego señalaba al candidato y éste ganaba sin bajarse del autobús. Por lo menos hasta ahora.

Porque la concurrencia de tres aspirantes -Elena Muñoz, Lucía Molares y Javier Guerra- a la presidencia del partido no tiene precedentes. Sí hubo en alguna ocasión una suerte de primarias -Carlos Mantilla frente a Díaz del Río o Pablo Ejerique contra Maite Fernández-, pero lo acontecido este fin de semana es extraordinario y es la máxima expresión de una fractura interna agravada en los últimos años por unos resultados electorales que se han movido entre el desastre y la mediocridad.

Pese a que los tres ansían la unidad, la realidad es que el partido está más partido y roto que nunca. En el aparato del PP local, que auspicia e impulsa la candidatura de Elena Muñoz con la aquiesciencia de Núñez Feijóo, se daba por hecho que solo Javier Guerra iría a la batalla. Y veían esta rivalidad con cierto desdén, convencidos de su victoria. La presentación de 600 apoyos por parte de Muñoz frente a los 108 de Guerra ratificarían ese cierto aire de superioridad.

Sin embargo, la decisión in extremis de Molares de entrar en la pugna -ayer entregó 201 apoyos- ha sumido a los valedores de la candidatura oficialista en la perplejidad. Creían que Molares solo estaba amagando y acabaría renunciando. No ha sido así y Muñoz -y por extensión Feijóo- ya tiene enfrente a dos adversarios. Y no son menores. Aunque el hecho de que vayan separados sí que la beneficia. Porque sus rivales salen por los mismos votos críticos y no parece que ese caladero dé para tanto.

Guerra lanzó ayer un mensaje a navegantes frente a quienes creen que ya no hay partido después de la presentación de apoyos. "Nosotros estamos más convencidos y seguros que hace unos días de que nuestro proyecto es el que necesita el partido. Lo importante no son los apoyos, ni siquiera los avales [el sábado hay que depositar 200], sino los votos que se consigan en el congreso local. Y con todo el respeto y cariño hacia el partido, seguiremos trabajando a tope para conseguirlos", aseguraba ayer.

Guerra defiende imprimir un giro al PP. Darle mayor autonomía frenta a Santiago. "Vigo tiene unas particularidades muy claras; hay que comprenderlo y vivirlo. Queremos un partido con una militancia motivada y orgullosa", añade.

Durante semanas colaboradores de Muñoz han desacreditado a Guerra, realzando su "egocentrismo y su falta de calidez humana". Sus comentarios, por supuesto, eran realizados "desde el cariño a un buen tipo, muy valioso". Desde ayer Molares se suma a la lista. "De personalidad complicada, se acaba de meter en un lío porque si le dan un cargo en Madrid en los próximos días, se acabará yendo y dejará en laestacada a quienes ahora le apoyan.¿O acaso ella piensa que podrá dirigir el PP desde un despacho en la capital?", se preguntan.

Molares alega que concurre "empujada por cientos de militantes, que exigen una revitalización del partido". Sobre la posibilidad de retirarse, replica con una frase que la firmaría el mismo Mariano Rajoy: "Cuando yo me presento, es que me presento".