En un mundo en el que todo el conocimiento se vuelca en la red ¿seguirán siendo necesarias las universidades? Y, de ser así, ¿se impondrán los campus virtuales o profesores y alumnos cambiarán su manera de relacionarse y aprender? FARO plantea a docentes, expertos y emprendedores cuál es el futuro de una institución secular a la que le cuesta alterar su inercia pero que está obligada a reinventarse si quiere sobrevivir. Una transformación ante la que Vigo, dada su juventud y su carácter pionero en la introducción de herramientas digitales, reúne de partida las condiciones "esenciales e idóneas" para lograr el éxito.

Hoy, la universidad ya no es la única depositaria del saber, pues también los centros de investigación y empresas como Google asumen un rol formador, pero todos coinciden en que seguirá siendo imprescindible en su condición de "motor del bienestar". No solo forja a profesionales altamente cualificados que hacen avanzar a la sociedad, sino también a ciudadanos críticos.

Asumida esta premisa, ¿qué es lo primero que debe cambiar? Arturo Leyte, filósofo, ensayista y catedrático en Vigo hasta este año, apela al "compromiso" de estudiantes y docentes para que los primeros tomen el control de su propia formación, presuponiendo su esfuerzo como garantía, frente "a la práctica mecánica de la mal llamada clase magistral, en realidad simplemente unidireccional".

"Ningún profesor tiene la llave de nada. Estoy en contra de la tribuna y de la figura del catedrático que atesora conocimientos de forma exclusiva. El docente debe ser un compañero en el aprendizaje y motivar. Hoy, el acceso a la información desde un móvil es abrumador. El profesor debe actuar como guía para enseñar a filtrar y elegir. Y tener una opinión formada es lo que te da una actitud crítica y hace que la sociedad funcione mejor, con gente acostumbrada a debatir y a encontrar puntos de encuentro", destaca el genetista David Posada.

Y en esta nueva forma de relacionarse las herramientas digitales y el aprendizaje on line constituyen grandes aliados. Eso sí, siempre como complementos, pues el modelo preferible es el de la semipresencialidad -o blend learning-. "La cercanía con el profesor siempre será fundamental, pero las nuevas tecnologías permiten una enseñanza más personalizada, que los alumnos combinen estudio y trabajo y la atención a la diversidad. Desde que las introduje en mis clases para plantearles actividades y juegos o para que ayuden a otros compañeros a resolver sus dudas, los resultados son mejores y no he rebajado el nivel", destaca Carlos L. Ardao, profesor de Ingeniería de Telecomunicación y creador de una red social pionera para los usuarios de la escuela.

Este gran potencial no debería dejar en segundo plano los peligros del mundo virtual. "El aprendizaje on line debería ser solo un medio más. La verdad no se encuentra en la Wikipedia, sino en la capacidad de traspasar los contenidos aprendidos, apropiándoselos y configurándolos de nuevo", advierte Leyte.

"Para asumir el conocimiento hay que trabajar. Es una falacia que las nuevas tecnologías faciliten aprender sin esfuerzo", añade al respecto Luis Navarro, profesor del área de Botánica y responsable del grupo Divulgare.

La web educativa Khan Academy, creada en 2006, fue el germen de los cursos on line, masivos y abiertos (MOOC) y de iniciativas posteriores impulsadas por las mejores universidades del mundo como la plataforma Coursera de Stanford, que suma más de 15 millones de alumnos, o los cursos edX del MIT y Harvard. Y en España ya existe una universidad íntegramente on line, la UOC.

Metodologías de éxito en las que se inspira Navarro para proponer un sistema" ideal" con "clases magistrales teóricas" impartidas a través de internet por los principales especialistas de cada tema y que se combinarían con la labor de supervisión y guía del trabajo práctico del alumno por parte de la plantilla docente viguesa. "Sería fácil de sostener porque los vídeos se podrían compartir con otras universidades. Y además algunos de esos expertos ya los tenemos aquí, como David Posada o Liz Marzán", subraya.

El propio Posada coincide en apostar por esta filosofía: "El profesor recomendaría lecturas y vídeos de premios Nobel o de grandes especialistas y después se reuniría con el alumno para debatir y resolver dudas".

"Antes había un único libro y un solo profesor, ahora los alumnos disponen de múltiples recursos y docentes. La misma clase que doy yo la puedes ver en internet impartida por otros 200 profesores. Y no hay que ver esto como una competencia sino que aporta riqueza", plantea Benito Vázquez, profesor de Física y exdirector de Ingeniería de Minas.

Además, Vigo ya cuenta con la infraestructura necesaria. Los profesores aplauden la labor de UVigo TV, que ofrece pequeños vídeos -píldoras docentes- entre otro material de aprendizaje, así como de la plataforma Faitic de teledocencia, que cuenta este curso con más de 4.400 asignaturas.

"Dentro de las posibilidades económicas, hemos sido pioneros en desarrollar estas herramientas y también en proyectos de innovación docente. El problema es que este esfuerzo no está valorado y dar clase es una de las misiones de la universidad. Tenemos que formar a buenos ingenieros, filólogos o abogados. Las nuevas metodologías suponen más trabajo para el alumno, pero también para el profesor. Sin embargo, el sistema prima la labor investigadora. Innovamos en nuestro microcosmos, pero el cambio debe ser impulsado por la legislación y no voluntario", reclama Vázquez.

Bolonia apostaba por este sistema centrado en el esfuerzo del alumno, pero la ausencia de recursos económicos agravada por la crisis redujo las expectativas en gran medida. En algunos centros, los grupos pequeños de estudiantes resultan inviables y son muchos los docentes que se quejan de la excesiva burocratización de su trabajo y de la "frustración y despilfarro" que supone la pérdida de "excelentes profesionales" formados aquí y que son contratados como profesores en grandes universidades extranjeras porque España no crea plazas.

Otro de los interrogantes que se plantean en el horizonte académico es el de los contenidos a impartir. Leyte explica que uno de los factores que están detrás de la crisis de la universidad es la "indeterminación de las fronteras entre los distintos saberes", que hace necesaria "una organización menos rígida y más flexible". Y así como fluyen las conexiones entre la química y la biología, aboga por romper las "delimitaciones administrativas" entre la filosofía, la filología o la historia, "saberes en esencia e históricamente vinculados".

Situación ésta que vincula también con su relegación frente a las ciencias y las tecnologías, cuyo saber "se puede ejecutar de inmediato", por ejemplo, levantando un puente. "Solo una conciencia formada en lo que hoy seguimos llamando humanidades es capaz de compensar la brutalidad que significaría el desarrollo de una sociedad que se midiera solo por el logro de sus realizaciones", defiende.

Y frente a algunas de las nuevas carreras que han ido surgiendo en los últimos años, Carlos L. Ardao y Luis Navarro defienden los estudios tradicionales. "El grado debe ofrecer una formación básica muy potente que mañana permita al titulado en el mercado de trabajo aprender cualquier nueva tecnología de forma rápida. Y después el máster y el posgrado tienen que ser más especializados. También creo que las universidades españolas deberían ponerse de acuerdo en los nombres de los títulos y en unos contenidos mínimos", plantea el primero.

"Tenemos que redirigirnos hacia un perfil más aplicado, como el anglosajón, para no quedarnos obsoletos, pero sin perder lo mejor de la universidad española, que es una buenas base teórica, algo que nos caracteriza y que no tiene EE UU", opina Navarro.

También Posada subraya esta necesidad de "reciclarse" para aproximar la institución a la realidad: "Esto no quiere decir que rindamos pleitesía a las empresas, pero es de sentido común que la gente aprenda cosas útiles".

Los docentes reclaman asimismo recursos para poder realizar otra de sus labores fundamentales para el futuro del país. "En España, prácticamente toda la investigación se hace en la universidad. Sin embargo, siempre sufrimos los recortes. Hay que fracasar para acertar y casualmente los países más punteros son los que más invierten en I+D", recuerda Ardao.

"Tenemos los recursos humanos, solo hace falta decisión política. La tan manida autonomía debe servirnos para trabajar en lo que sabemos hacer y salir a la calle sin las imposiciones de los gobernantes", reclama Navarro.

Vázquez insiste en la necesidad del pacto educativo, el punto de partida para todas reformas que debe afrontar la institución: "Tenemos un problema grave que requiere que todas las fuerzas políticas se pongan de acuerdo y sean generosas, algo de lo que todavía no hemos sido capaces".

Arturo Leyte | Filósofo y ensayista

"Debe haber compromiso de los estudiantes"

David Posada | Catedrático de Genética

"El profesor, un compañero en el aprendizaje"

Luis Navarro | Profesor y divulgador

"Un perfil más aplicado pero con nuestra base"

Benito Vázquez | Profesor de Física

"La innovación no puede ser voluntaria"

Carlos L. Ardao | Profesor de "Teleco"

"La cercanía siempre será fundamental"

Jacobo Elosua | Emprendedor

"Tienen que fomentar el espíritu crítico"