Las relaciones institucionales entre el Concello gobernado por el socialista Abel Caballero, y las administraciones -provincial, autonómica y estatal- dirigidas por el Partido Popular no han sido en los últimos nueve años la crónica de una historia de vino y rosas. Más bien al contrario. La tensión, el cruce de críticas, las descalificaciones mutuas han marcado en gran medida este tiempo político. Sin embargo, los hechos demuestran que en los asuntos centrales de la ciudad se llegaron a acuerdos. Algunos históricos. Caballero y los responsables del PP -corporación, Diputación, Xunta o Gobierno- han impulsado en dos mandatos proyectos, actuaciones e instrumentos estratégicos para el desarrollo de Vigo.

Y eso que por el camino el regidor, esgrimiendo el discurso de la defensa de la ciudad, no ha dudado en movilizar a la ciudadanía contra lo que él consideraba un atropello a los intereses de los vigueses. Esa estrategia combativa se sustanció en tres grandes movilizaciones: contra la fusión de las cajas gallegas promovida por la Xunta y que finalmente se confirmó como fallida; en defensa del aeropuerto de Vigo, al entender que el Gobierno autonómico marginaba a Peinador en beneficio del santiagués de Lavacolla y del coruñés de Alvedro; y finalmente en apoyo de la sanidad gallega, exigiendo que el nuevo hospital Álvaro Cunqueiro fuese de titularidad pública.

Al margen estos tres encontronazos, el regidor y los dirigentes populares han sabido dejar al margen sus diferencias ideológicas y personales en busca de acuerdos determinantes. El único lunar, de momento, es Zona Franca, institución con la que mantiene una agria disputa que en los últimos días parece haber amainado. El cambio de posición del organismo de Teresa Pedrosa sobre un apoyo a la recuperación de la icónica Panificadora para convertirla en una palanca que revitalice el Casco Vello podría cerrar el círculo de unos acuerdos que para muchos y durante mucho tiempo eran impensables.

Ésta es la relación de los pactos entre Concello y administraciones populares que han propiciado un clima de sintonía institucional del que todos salen beneficiados. Es verdad que a todo ello ha contribuido decisivamente los 17 ediles obtenidos por Caballero en las elecciones de 2015. El resultado demostraba que sus posiciones contaban con un amplísimo respaldo ciudadano y que no eran el capricho de un edil "hiperlocalista" o un iluminado.

| El presupuesto de 2014. El desmarque del Bloque dejó a Caballero en minoría en la corporación. La ciudad parecía condenada a la parálisis. Sin embargo, la política de mano tendida de José Manuel Figueroa, líder del PP vigués, permitió que algo realmente inimaginable -cerrar los presupuestos con la oposición- se convirtiese en realidad. La negociación no fue fácil. Incluso corrió el serio riesgo de zozobrar, pero finalmente se impuso el sentido de la responsabilidad de unos y otros. Hubo cesiones y entendimiento. Figueroa supo aguantar las presiones internas. Y el acuerdo histórico se rubricó.

| La reforma de Balaídos. La hemeroteca es lapidaria. La relación entre Caballero y Rafael Louzán, entonces presidente de la Diputación, ha sido mala... o peor. La sintonía fue cero. Pero tras no pocos tiras y aflojas, Louzán y el regidor firmaron -con el presidente del Celta, Carlos Mouriño, como testigo- la implicación financiera de la institución provincial en la reforma de Balaídos. Es cierto que ya con la socialista Carmela Silva al frente de la Diputación esa ayuda se ha disparado, pero también que sin el primer paso de julio de 2015, la obra habría sufrido un notable retraso.

| La avenida de Madrid. Caballero no ha mantenido relaciones agrias con todos los dirigentes del PP. Así el respeto y hasta la cordialidad han sido las notas dominantes en su diálogo con Ana Pastor, hoy exministra de Fomento. Pero lo ha sido en ambas direcciones. Esta peculiar sintonía se tradujo en convenido firmado el pasado junio entre ambos para remodelar la Avenida de Madrid, uno de los accesos más importantes y deteriorados de la ciudad. La actuación no es tan significativa por la cantidad -diez millones de euros- sino por el impacto que tendrá para rehabilitar un espacio tan visible.

| Desbloqueo portuario. Enrique López Veiga, presidente del Puerto, también se encuentra entre la selecta nómina de cargos populares que cuentan con el aprecio del regidor. Ese buen rollo ha tenido consecuencias prácticas y rápidas. El Concello ha levantado sus vetos a los proyectos para reactivar El Tinglado y Portocultura. Dos mamotretos inacabados y sin destino conocido serán en meses ocupados por servicios afines a la actividad portuaria. Además Caballero no ha dudo en apoyar a López Veiga en otros conflictos que le son ajenos, como la fuga de la naviera Maersk a la terminal de Marín.

| El Área Metropolitana. Si algún asunto parecía irremediablemente encallado, éste era el Área Metropolitana. Por su complejidad, por la cantidad de actores políticos implicados -catorce concellos de diferentes colores políticos, Xunta, Diputación- y por las posiciones tan encontradas. El enquistamiento era absoluto... O no tanto. Porque tras arduas negociaciones y cesiones, el Parlamento gallego aprobó por una histórica unanimidad la reforma de una ley nacida para transformar un espacio de medio millón de habitantes. Una norma que debe permitir coordinar servicios, gestionar mejor los escasos recursos públicos y articular y cohesionar todo un territorio. El 27 de julio Vigo vivió un día histórico. Núñez Feijóo firmaba la ley en la ciudad y se daba un apretón de manos con Caballero.

| La reforma urbanística exprés. Noviembre de 2015 fue un mes negro para el urbanismo. El Supremo aceptaba un recurso y tumbaba el Plan Xeral. La extraña decisión del alto tribunal dejaba en el aire todo el desarrollo de la ciudad y, peor aún, suspendía proyectos de primerísima magnitud, como la ampliación de Balaídos que acoge a PSA. Sin embargo, la acción coordinada del Concello, los partidos políticos -con la excepción de AGE- y la Xunta permitieron impulsar en el Parlamento en tiempo récord una reforma que salva esas actuaciones por su interés general. La reforma no salva la mayoría de otros proyectos, pero sí minimiza algunos formidables daños.