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Una institución emblemática en la encrucijada

Tres "recetas" para relanzar un club

En cuatro años las juntas diseñaron diferentes estrategias para reflotar la entidad: ajustar costes, aplazar deuda, reducir inversión o abaratar amarres - Ninguna evitó el concurso

Sede e instalaciones deportivas del Real Club Náutico de Vigo. // Marta G. Brea

A lo largo de sus 110 años de historia el Náutico ha visto cómo la ciudad cambiaba y, muy especialmente, cómo se disparaba su oferta de ocio y deportiva hasta niveles insospechados hace un siglo. Esa circunstancia le ha obligado a plantearse un nuevo escenario para no perder su músculo social. Lo reconocían ayer desde la propia junta directiva: "Ya nadie se hace socio por amor al club; las sociedades van hacia el socio-usuario".

En ese proceso el club ha padecido una "sangría" de afiliados -llegó a alcanzar los 10.000, frente a los 1.600 que tenía a finales de 2014- que ha lastrado también a sus cuentas. Una circunstancia que, en los últimos años, se ha sumado a otro golpe a sus ingresos: las dificultades para comercializar las dársenas deportivas de A Laxe y As Avenidas. En su momento el club estimó que podría ingresar 3,5 millones por el alquiler de los amarres -de hecho paga tasas en base a esa previsión-, pero la realidad, una década después, es que ingresa 500.000 euros por ese concepto.

A lo largo de los últimos cuatro años ha habido tres juntas directivas que han intentado lidiar con esa difícil "ecuación": la encabezada por Franco Cobas, la de Viviana García y -ahora- la de Justo González Ballesta. El primero, artífice del proyecto de reforma del puerto deportivo, tuvo que lidiar también con la explosión de la crisis económica, que recortó los patrocinios privados y subvenciones públicas que nutrían las finanzas de la sociedad. "La crisis ha llegado al Náutico", señalaba Cobas.

¿Cómo se atajó entonces la situación? En mayo de 2012 el equipo de Cobas aprobó un plan de choque que contemplaba un severo ajuste de la inversión, que se reducía en 600.000 euros. Antes ya había planteado la reducción de plantilla, la rebaja de salarios y la cancelación de contratos de servicios que ofrecían compañías externas.

A finales de ese año tomó el relevo García, quien casi de inmediato ajustó gastos en el club y se volcó para reflotar la comercialización del puerto deportivo y captar nuevos socios -llegó a suprimir en 2014 el requisito de que los aspirantes a afiliados pagasen mil euros-. A pesar de ese esfuerzo en marzo de 2013 se entró en preconcurso con una deuda de 4,5 millones. Para esquivar el concurso se activó una rigurosa hoja de ruta: se pactó una rebaja de salarios del 30% con el personal, se logró un abaratamiento sustancial en el canon portuario y se acordó además un aplazamiento de las obligaciones contraídas con los acreedores, como Abanca, proveedores o administraciones. No hubo quitas.

El concurso se esquivó y se equilibraron las cuentas del Náutico, que llegó a padecer gravosos déficits anuales. Sin embargo en julio de 2016, ya con Ballesta como presidente, el club se vio obligado de nuevo a entrar en preconcurso al tener que abonar facturas inminentes por 900.000 euros. Su equipo ya ha avanzado que plantea quitas de más del 50% y plazos de cinco años, que en cualquier caso aún debe cerrar con sus acreedores.

En los últimos meses la directiva apostaba también por rentabilizar sus instalaciones, alquilando algunos de sus espacios, o externalizando la gestión de las láminas deportivas.

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