La industria conservera española "revolucionó" la manera de entender la empresa y, desde el principio, apostó por una publicidad con identidad propia. Un estudio desarrollado en la Universidad de Vigo constata esta personalidad propia tras analizar 120 anuncios diseñados entre 1920 y 1950, un periodo que comprende desde la edad de oro del cartelismo en nuestro país hasta el momento en que la sociedad de consumo "es ya un hecho".

Román Pereiro, publicista y docente de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación, es el autor de esta tesis doctoral desarrollada bajo la dirección del profesor Alberto Pena. El experto señala que aunque cada marca "tiene su historia y personalidad" queda patente un "estilo propio" del sector, que tuvo la "audacia" de anunciarse de manera habitual durante la época estudiada.

La investigación señala que tras una práctica "básicamente intuitiva" en sus orígenes, la publicidad de las conserveras evoluciona hacia un tratamiento "cada vez más técnico y organizado, tanto en lo relativo a la construcción de mensajes como a la organización de acciones y campañas":

Las conserveras gallegas eran una potencia en el panorama nacional y marcas como Albo, Massó, Cerqueira o Rivas fueron "particularmente activas" y dieron cada vez más relevancia a los mensajes comerciales.

Durante el periodo analizado, los anuncios pasaron de un claro predominio de la imagen a una publicidad "cada vez más razonada y argumentada que conjugaba texto e imagen" y en la que destacan los eslóganes relacionados con los beneficios del producto.

Pereiro destaca cómo en los años 20 las conservas eran presentadas como delicatessen para las clases más pudientes y cuyo consumo estaba asociado a un estilo de vida moderno y sofisticado. Sin embargo, los mensajes cambian "radicalmente" a partir de 1930 para "popularizar" su consumo y los anuncios las definen como "alimento práctico y saludable".

Las señales de identidad comunes a las diferentes empresas son el papel preponderante de la imagen en la composición de los anuncios o la representación del cuerpo humano para destaca las propiedades saludables y nutricionales del producto, así como su sabor.

Respecto a las temáticas, se repiten las ideas sobre el mar como proveedor de salud, la higiene y la salubridad, el emplazamiento de las fábricas próximo al litoral, la calidad y "el saber y la experiencia que exige una buena elaboración". Solo el 20% de los anuncios analizados combinan una imagen con titulares o frases ingeniosas.

Pereira también constata la influencia de la moda y de los movimientos artísticos de esa época como el modernismo, el cubismo, la escuela Bauhaus o el surrealismo.

Entre las marcas que buscaban símbolos identificadores, el autor señala el utilizado por Conservas Coma en 1923, "realmente revolucionario para la época", o aquellos que contaban con una tipografía propia como Baltar y Pay-Pay.