Ángel Rodríguez, Hugo Alvés y Telmo C. Nunes. // R. G.

Un rescate de infarto con final feliz. Quienes participaron en la inmersión que el centro de buceo Atlantis organizó este domingo en Os Biduidos, unos bajos rocosos ubicados al norte de las islas Cíes, se sienten hoy más seguros si cabe que cuando se echaron al agua. Durante esta última buceada vieron muy cerca de la muerte a su compañero José Luis Palomo. Tanto que como sospechaban, de no ser por la actuación a 25 metros de profundidad de los instructores Ángel Rodríguez y Telmo C. Nunes con el apoyo del barquero Hugo Alvés, difícilmente hubiera salvado la vida. Solo, a esa profundidad, sería un milagro sobrevivir a una arritmia que derivó a su vez en un edema pulmonar. "Por un pelo lo perdemos", recalcan sus salvadores.

Ángel Rodríguez es el propietario del centro Atlantis. Con base en Punta Lagoa (Teis), programa salidas de buceo en diferentes localizaciones de la Ría de Vigo. Entre quienes se montan en su embarcación hay aficionados de todas las edades y grados de experiencia. En la del domingo, junto a José Luis, de 60 años, estaban otros ocho que se disponían a disfrutar de una placentera inmersión en esos bajos tan atractivos para los amantes de este deporte. En el mar manso que reinaba a las 11.00 horas echaron el ancla sobre la cúspide de Os Biduidos, a apenas ocho metros. "Lo que pasó debe servirnos como llamada a la prevención", insiste Ángel. Este mensaje cobraría especial relevancia en un rescate que a posteriori se calificó "de manual".

Se planificaron dos perfiles distintos de inmersión. La comandada por Ángel bajaría por la ladera rocosa hasta el fondo, situado en esa zona a 31 metros; mientras que Telmo, también instructor, dirigiría al otro grupo hasta los 25 metros para permanecer siempre a este nivel. Todo discurrió según lo programado hasta que alguien que hasta ese momento disfrutaba grabando el paisaje con su cámara, empleando sus mismas palabras, comenzó "a sentirse raro, mal, con un ritmo respiratorio muy rápido".

Telmo acababa de reclamar a los de su grupo la confirmación de que se encontraban bien. En buceo se formula esta pregunta igual que la respuesta, formando con los dedos pulgar e índice un círculo. Cuando se disponía a chequear la situación de José Luis este se precipitaba peligrosamente hacia los 31 metros. Estaba a punto de perder el cinturón de plomos "y mientras trataba de ajustárselo de nuevo lo que hacía era caerse por la pared abajo. Así que fui a por él, lo agarré y le coloqué los plomos", detalla Telmo.

Fue la escena que se encontró Ángel cuando al frente de su grupo abordaba el ascenso por el lateral del bajo. "Fue como una intuición", relata el director de Atlantis. Telmo ya había conseguido calmar a José Luis pero seguía respirando aceleradamente y aunque respondía a las señales de "Ok" su mirada no indicaba nada bueno. Así que Ángel pidió al otro instructor que encabezara la emersión de los dos grupos recorriendo el relieve rocoso hasta la cima mientras él subía directamente a José Luis en vertical.

La mirada perdida

Durante esos minutos subiendo lentamente nada en la actitud del rescatado indicaba que su estado empeorase al llegar arriba. "Seguía teniendo la mirada un poco perdida pero respondía y se comportaba normal", subraya este buzo profesional con un amplio historial en este tipo de acciones e incluso más trágicas, la última, la recuperación del cuerpo de su colega y propietario del centro Buceo Islas Cíes, Alexis Macía.

Una normalidad solo aparente que finalizó al alcanzar la cota cero. Exhausto por izar a un hombre de 90 kilos de peso -sin contar el equipo-, Ángel gritó al barquero que rompiese el cabo de fondeo para que se acercase rápidamente. Cuando lograron subir a la víctima a bordo "estaba cianótico perdido y semiinconsciente". Con la cara azulada por completo, tenía bloqueada la respiración por la acumulación de mocosidad. Concurrieron entonces todos los ingredientes para que cundiese el pánico, en cambio, ocurrió lo contrario. Instructor y barquero enchufaron a José Luis la mascarilla para administrarle oxígeno al tiempo que sin perderlo de vista lanzaban un SOS a Salvamento Marítimo.

Muy poco después de esta llamada de socorro aparecieron alrededor de la lancha de Atlantis una patrullera de la Guardia Civil y el Pesca I. En paralelo, embarcaciones deportivas recogieron al resto de buceadores que seguían a lo lejos, cargados de tensión, la reanimación de su compañero. Algunos aseguran que vieron llorar a los rescatadores cuando tras conseguir estabilizarlo observaban al helicóptero izando a José Luis. Lágrimas que ayer se convirtieron en sonrisas al visitarlo en el hospital Álvaro Cunqueiro. Las pruebas determinaron que había sufrido un edema pulmonar provocado por una arritmia y aun ingresado en la UCI por la tarde anunciaba convencido que en una semana volvería a ponerse el neopreno. "Ahora sé que si tardamos un minuto más en subirlo, no lo cuenta", concluye Ángel.

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